P.P.P.

Peor Planteo Posible. Y, otra vez, viene del PIT-CNT.

Me refiero al nuevo grito de guerra: “1% a los ricos” para combatir la pobreza infantil.

Es la peor manera posible de plantear un tema. Claro, si lo que interesa es el tema. Pero no pasa por ahí el interés del PIT-CNT. Con lo del 1% no está pensando en los niños sino en cómo jorobar a otros, que no le gustan porque le parece que tienen demasiada plata.

La forma seria - y útil - de plantear el problema de la pobreza infantil empieza, lógicamente, por la otra punta: un análisis fundado, unido a un presupuesto también fundado. Cumplida esa etapa, viene la de financiar el presupuesto y ahí puede haber distintas opciones.

Pero largar lo del 1%, al voleo, va en busca de otra cosa: de una bandera política para agitar, impulsada por la clásica falacia ideológica de la izquierda, que privilegia la igualdad (y su inclinación hacia abajo) por sobre cualquier otra cosa.

Ya se mandaron una de éstas con aquello del “6% para la educación” que, elevado al panteón ideológico de lo sagrado, no ha contribuido en nada para mejorar la educación en el Uruguay, pero sí ha servido de caballito de batalla y arma arrojadiza, para la izquierda.

Oro tanto va a pasar con esto del 1%: como no va a salir, tal como lo previeron el PIT y el Partido Comunista (porque no sólo hay FA-PIT - con un poco de fórceps- sino que hay un “au naturel”, FA-COM) - se convertirá en lo verdaderamente útil para los promotores: un arma político-ideológica, de fácil empleo demagógico.

Para ellos, lo que realmente los mueve, no son los niños pobres, sino “los ricos”: de ahora en más, cada vez que esta izquierda se ocupe de la pobreza infantil, lo hará para azuzar el odio a los “ricos” y culparlos del fenómeno.

La propuesta, además de demagógica, es a todas luces, inconveniente.

De arranque, no creo que haya un tributarista moderno que todavía defienda los impuestos con destino específico. Más allá de cuál sea el impuesto, complica enormemente el manejo presupuestal y fiscal si hay temas con afectación tributaria: ¿cómo se incorpora eso a un presupuesto nacional? ¿Cómo se compara con otras situaciones? ¿Qué ocurre si la afectación es insuficiente? Etc.

Además, el “invento” (¡tan viejo y manido!) parte de una serie de falacias con relación al impuesto.

Para empezar, busquen en la Constitución y no encontrarán un artículo que condene la riqueza, o uno que abogue por cobrar impuestos con el único móvil de castigar o de igualar.

Los impuestos no son instrumentos de fines valorativos. Su razón de ser no está en generar efectos virtuosos. Existen como mecanismo, necesario o inevitable, para hacer posible económicamente ciertos fines que la sociedad ha definido a través de sus instituciones democráticas.

O sea, nunca se empieza por la columna de la derecha, resolviendo recursos, sino por la de la izquierda, definiendo necesidades.

Y así hay que proceder: Uruguay tiene un enorme - y archiconocido - problema de un altísimo nivel de gasto: gastamos por encima de nuestras posibilidades y, además, gastamos mal. Lo que ha resultado en un Estado poco eficiente, depresor, en etapa de rendimientos decrecientes.

El problema de la pobreza infantil no está en el campo tributario, está en su gestión y me atrevo a afirmar que, como en el caso de la educación, tirarle más plata desde el Estado no moverá la aguja.

Hay que entender, de una vez por todas, que el problema del Uruguay no es tributario. No con el signo bajo el cual lo concibe la izquierda: no es que faltan tributos, si no que sobran.

Por último, atrás de esta ceguera ideológica, hay dos falacias de fondo:

1ª - La de creer que la riqueza mundial es de suma cero. Es decir, creer que la fortuna de Bill Gates sale de lo que les saca a otros. Es un atavismo absurdo, pero del cual buena parte de nuestra sociedad no se ha liberado y, 2ª - De creer que los impuestos los pagan aquéllos que la norma tributaria dice que son los sujetos pasivos. Éstos, y todo ser humano, enfrentado a un nuevo impuesto, va a tratar de trasladarlo: sea hacia adelante, (precios), sea hacia atrás, a los costos (entre los cuales están el salario y el empleo).

O sea que esta brillantez, como todas las otras, va a caer en el mismo lado: sobre las espaldas de quienes tienen menos.

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