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Ignacio de Posadas

Ignacio De Posadas

Doctor en Derecho, realizó estudios de Filosofía, Economía y Ciencia Política, es socio y director del estudio POSADAS y profesor de Ciencia Política. Fue senador; ministro de Economía; director de empresas; co-fundador y director de la fundación “Niños con Alas”; asesor del Arzobispado de Montevideo, autor de varios libros, director de la Academia Nacional de Economía y columnista de El País.

Más de este autor
Nos quejamos, protestamos, pero no estamos dispuestos a hacer algo. Muchas veces, ni siquiera nos informamos.
“Más y mejor Mercosur” es un eslogan vacío, pero quizás sirva para intentar un camino de desbloqueo.
“En Uruguay no se precisa ser rico para resultar electo o para que un partido político gane una elección”.
“Fueron quedando aperos por el camino y cambiándose otros, desdibujándose la creatura original”.
El título completo del clásico de Edward Gibbon es: History of the Decline and Fall of the Roman Empire.
“Una sociedad sin normas morales, objetivamente, no podrá contener ni la delincuencia ni la decadencia”.
“Aproximarse a la verdadera Navidad con un corazón abierto, sin soberbia, buscando el sentido de la vida”.
SEGUIR ignacio de posadas Introduzca el texto aquí Se pudrió la cosa. O así parece. La amenaza de los “socios” (vamos a tener que buscar algún calificativo más apropiado), coronada por el lamentable episodio de la reciente Cumbre del Mercosur. Lamentable en cuanto a las formas y en cuanto al fondo. La mal llamada “diplomacia personal” que ha caído en la chabacanería de presidentes que se creen cancheros con el tuteo y las metáforas fuboleras. No es haciendo discursetes que se solucionan los problemas.
SEGUIR ignacio de posadas Introduzca el texto aquí AVISO: deseo profundamente que este artículo esté totalmente equivocado. Lo escribo porque el tema me preocupa angustiosamente. Extractos de Búsqueda (10/2, pág. 19), artículo sobre las redes sociales a partir de un informe de Radar:
SEGUIR ignacio de posadas Introduzca el texto aquí Vivimos un predominio apabullante del relativismo conviviendo con intensas reivindicaciones de algo llamado “derechos humanos” o “derechos fundamentales”. Curioso: por un lado, desterramos la religión y hasta la noción filosófica de un orden natural, porque no nos dejan ser como queremos. Sentimos que coartan nuestra libertad. ¿Por qué tengo que aceptar que me impongan un orden? Hago lo que a mí me parece bien y punto. Pero, al mismo tiempo, vivimos la euforia de los Derechos Humanos. No parece que notáramos nada raro, ni contradictorio.