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¿Una misma libertad?

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A comienzos de este mes, con apenas un día de diferencia, los presidentes de la Argentina y del Uruguay hicieron sus discursos anuales, ante sus respectivos parlamentos.

Hitos trascendentes en el devenir democrático de ambas naciones y oportunidad para que los presidentes expongan los temas y asuntos de mayor relevancia, a su juicio.

Los dos se refirieron a la libertad y lo hicieron poniéndola como colofón de sus discursos.

Pero, ¿estaban hablando de lo mismo?

Veamos:

Luis A. Lacalle Pou: “Si los uruguayos son más libres cuando termine el gobierno, habremos cumplido la tarea”.

Javier Milei: “¡Viva la libertad, carajo! ¡Viva la libertad, carajo! ¡Viva la libertad, carajo!

Dejando de lado aspectos (no menores) de gusto y estilo, las citas revelan que los dos mandatarios no están mirando una misma realidad ni, en consecuencia, tampoco están pensando en el mismo ideal, aun cuando se llama igual.

El grito de Javier Milei es el de alguien que se siente avasallado y reacciona de forma dramática (o dramatizada), queriendo poner a la libertad individual de la persona por encima de todo.

Porque ese avasallamiento que siente Milei (y que sabe otros lo sienten tanto como él), es a manos de un estado corrupto, expoliador, dominado por diversos grupos, políticos y corporativos que lo caranchean, sacándole a la gente, a través del Estado, al que utilizan para perseguir sus intereses espurios.

El Estado, en la visión de Milei y de sus seguidores -hoy por hoy una mayoría de los argentinos- es el epítome de la NO libertad. Peor, es el enemigo de la libertad.

Por tanto, a sus ojos, la única solución es terminar con él, lo más rápido y comprensivamente posible. Destruirlo. Así lo ha dicho el presidente argentino en más de una ocasión.

Lacalle está mirando otra realidad y pensando en otra cosa. Comparte una visión precavida acerca del Estado y tiene claro que la sociedad viene antes (y que la persona antes que antes). Pero no avanza alma en ristre.

Cuando habla de libertad se está refiriendo a la concepción protoliberal de John Locke, en la cual la libertad está enmarcada por la ley y sustentada por un mínimo de bienestar material. Para Locke y la mayoría de los liberales clásicos, anglosajones, libertad y propiedad van unidas.

Esa mirada, de doble contenido, Lacalle la dirige desde donde está ubicado: desde el gobierno. Gobierno que se ejerce a través del Estado.

Por lo tanto, no se ve a sí mismo como una suerte de ángel exterminador, enviado a destruir al Estado, sino como el encargado de velar porque el Estado, lejos de avasallar a las personas, contribuya a consolidar su derecho a la libertad.

Piensa que su misión es construir, no romper y que, para construir, debe respetar y valorar al individuo y poner al Estado (a través de su gobierno), al servicio de aquel.

La realidad cultural y política de la Argentina es, al presente y desde hace un (demasiado) tiempo, muy diferente a la nuestra. Quizás la postura del presidente Milei sea algo inevitable en su realidad, aunque no deja de ser riesgoso: prometer un gobierno sin Estado es quimérico, intentarlo puede resultar catastrófico.

Volviendo nuestra mirada a nuestro país, lo que sí parece evidente es que el rechazo -sistemático y constante- que buena parte de nuestra izquierda político-sindical despliega frente a (todas), las políticas de nuestro gobierno, discurre por caminos de voluntarismo estatista que derivan siempre en recortes a la libertad personal y abren oportunidades para desvíos y corruptelas.

No es teoría, ni mucho menos un invento, ya lo vivimos.

No olvidemos dónde están ubicadas las simpatías y las identidades de nuestra izquierda: claramente que con Milei, no.

Pero con el Peronismo, sí, absolutamente. En la reciente elección argentina apoyaron a Sergio Masa, último artífice del holocausto económico, moral e institucional que vive la Argentina. La concepción que sobre la libertad tienen y demostraron los dirigentes kirchneristas, (hermanos ideológicos de nuestra izquierda), tampoco es la nuestra, la verdadera, la que respeta al ser humano y no busca manipularlo o corromperlo.

¡Viva la Libertad Responsable!

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