El otro día una amiga me preguntaba por qué se habla tanto de innovación, de Uruguay como hub de innovación y de cómo la mentalidad innovadora puede cambiarlo todo. “Hace unos años era el emprendimiento, ahora lo que está de moda es la innovación”, decía. Es que así como pasó con su antecesor, hay un poco de sobreutilizarción del concepto, a veces sin fundamento sólido. Algo así como un innovation-washing.
Pero la noticia de esta semana es una muestra de que la innovación es mucho más que post-its de colores. Este lunes se otorgó del Premio Nobel de Economía 2025 a Joel Mokyr, Philippe Aghion y Peter Howitt cuyas teorías se centran en el papel de la generación de conocimiento como base del progreso económico. Los autores explican cómo la innovación y el progreso tecnológico impulsan el crecimiento a través de la inversión en investigación y desarrollo, creando un ciclo virtuoso en la productividad y la economía.
Destacan que la cultura del conocimiento, la educación y las instituciones sociales son la base sobre la cual se edifica el progreso económico, siendo los actores clave para potenciar un ciclo virtuoso de innovación y, por ende, de desarrollo económico. Sin esta comprensión cultural, toda inversión en tecnología puede perder su potencial.
El impacto de este premio trasciende lo académico y tiene un gran valor simbólico mostrando una clara visión para afrontar los desafíos actuales y de futuro.
Por un lado para nuestro país porque, como decía mi amiga, Uruguay intenta consolidarse como un hub regional de innovación y eso es mucho más que un slogan y una campaña publicitaria. Es una señal clara de que apostar por el conocimiento y la innovación es la vía más efectiva para el desarrollo. Nuestro país, que durante décadas ha basado su crecimiento en los precios de los commodities y productos primarios, necesita dar un giro hacia la innovación para diversificar su economía, aumentar su valor agregado y construir un modelo más sustentable y resiliente. Y así lograr finalmente las tasas de crecimiento económico que todos estamos de acuerdo que son necesarias. Pero más aún, que ese crecimiento se vuelva desarrollo.
Pero también es una señal para el resto del mundo. En tiempos donde la pelea parece centrarse en nacionalismos, aranceles y protección de intereses cortoplacistas, este galardón envía una señal ineludible: el futuro pertenece a la cooperación, a las ideas abiertas y a la innovación. Priorizar el conocimiento y la creatividad es la mejor estrategia para transformar obstáculos en oportunidades de crecimiento sostenible y desarrollo social. Es un llamado a promover políticas que impulsen la investigación, la competencia y la creatividad, elementos clave para salir adelante en el siglo XXI.
En definitiva, así como el Nobel de la paz dio una señal clara, el de economía llega en un momento en que el mundo necesita ideas renovadas y soluciones inteligentes. Sus aportes ofrecen un mapa conceptual para entender cómo construir un futuro más próspero, equitativo y sustentable, basado en el poder de las ideas, las instituciones y las políticas que las fomentan.