SEGUIR
Relato”, es una palabra cuyo uso se ha colado de manera demasiado habitual en nuestra política. Parte del lenguaje importado de Argentina, junto a otras expresiones como “grieta”, o eso de “criminalizar la protesta social”.
Sin embargo, hay otro término, menos ambicioso pero más preciso, que describe un elemento central que no está nada claro en este momento de la política local. Y esa palabra es “narrativa”.
Esta semana tuvo lugar la tradicional presentación del CED, donde Agustín Iturralde e Ignacio Zuasnábar comentan sobre el momento económico y político del país. Y en particular la charla del director de Equipos estuvo marcada por un adelantamiento de los tiempos electorales, y una mirada a quienes pueden ser los candidatos de cada “bloque” hoy en disputa: por un lado la coalición gobernante, y por otro la oposición del Frente Amplio.
Delgado, Raffo, Orsi, Cosse, fueron algunos de los nombres y posibilidades que danzaron con las cifras delante de los rostros de empresarios y analistas. Pero detrás de los fríos números, hay algo que todavía luce esquivo. Y es qué ofrecerá cada uno de esos nombres para enamorar a ese pequeño porcentaje de uruguayos que no duerme con la camiseta de su partido, y que define la elección.
Por ejemplo, la narrativa con la que la coalición hoy en el poder desalojó al Frente Amplio era clara. El proyecto frentista estaba agotado, envejecido en nombres e ideas, y hacía falta un liderazgo fresco que lograra básicamente tres cosas: revitalizar una economía estancada por un estatismo exacerbado, reenfocar la política de seguridad del país, y hundir el bisturí en una corruptela institucionalizada en el Estado tras 15 años de gobierno de la misma gente. De paso, si se le podía bajar el copete a políticos y sindicalistas desbocados, mejor.
No es que esa narrativa haya conquistado el corazón de muchos uruguayos. Pero los suficientes como para ganar la última elección, y mantener la LUC.
El problema es que esa receta no parece que vaya a alcanzar para repetir en 2024. Menos con lo que ha vuelto a crecer la inquietud por la seguridad pública, tras el éxito inicial de este gobierno.
¿Cuál sería la narrativa de una candidatura de Delgado, de Raffo, de Bordaberry o de quien sea el candidato de ese lado del espectro? Hoy, más allá de la continuidad de un proyecto que parece tener luces, pero también algunas sombras, no está claro. ¿Se puede ofrecer una receta nueva en seguridad? ¿Profundizar un perfil liberal en lo económico? ¿Reformas removedoras en lo social?
Es curioso, porque cualquiera de los nombres que suenan en la coalición republicana para suceder a Lacalle Pou parecen más “moderados” o con mayor sintonía con el uruguayo medio que lo que era Lacalle Pou en la campaña pasada. Sin embargo, este gobierno ha sido mucho más de centro de lo que se podía imaginar. ¿Es ganadora una narrativa que ofrezca profundizar unas políticas más liberales o hacia “la derecha”?
Del lado de la oposición, como siempre, la cosa parece más simple. Tanto Orsi como Cosse atacarán por el lado de que el gobierno no cumplió con sus promesas, que la seguridad no mejoró, que la economía no despegó, y que se ha privilegiado a los ricos y a los empresarios por sobre el trabajador. No importa si es verdad o mentira, estamos en el terreno de las narrativas.
Y esas son narrativas poderosas, sobre todo en un país que todavía se recupera del golpe de la pandemia, y donde los efectos de las reformas de este gobierno llevarán tiempo para ser percibidos por el hombre de a pie.
Los matices en el caso del Frente Amplio estarán marcados más por la personalidad de los candidatos que por ideología. Orsi ofreciéndose como el tipo amplio, dialogante, capaz de conectar con el Uruguay profundo. Y Cosse con esa cosa dura, severa, pero efectiva del aparato ejecutor frentista. Mujica y Vázquez en versión nuevo milenio.
Tal vez el único punto en que la coalición republicana pueda reeditar su narrativa 2019 es en la lucha contra cierta soberbia de la dirigencia frentista, que no parece haber sufrido el impacto de las últimas derrotas electorales. Así como la consustanciación de esa fuerza política con un poder sindical cuya prepotencia tiene cansada a buena parte de la sociedad.
Pero, como ha escrito aquí Juan Martín Posadas varias veces, a la hora de ofrecerse a la ciudadanía para gobernar el país no alcanza con ser opuesto a algo. Hay que ser algo. Y si sacamos a Lacalle Pou de la ecuación, resulta muy difícil anticipar a esta altura qué puede ser o representar quien se ofrezca para continuar con esta gestión del país.
Podrá parecer que falta mucho. Pero en realidad falta muy poco. Sobre todo como para tener tiempo de imponer en la sociedad una narrativa de poder exitosa, y cuando la gestión de gobierno te consume la mayor parte de tus energías.