Me miró fijo

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francisco faig
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La noticia fue de las más vistas en El País digital en estos días: en Argentina, una joven en un ómnibus nocturno advirtió a otra pasajera, que venía distraída mirando su celular, que “el de gorra roja te mira todo el tiempo”.

Y cerró su esquela de alerta con un “entre nosotras nos cuidamos”. El twit de la chica advertida, que contó luego lo ocurrido, recibió más de 100.000 likes y miles de retwits.

A primera vista es un episodio que no merece ninguna atención pública. Sin embargo, narra una dimensión fundamental de un tipo de socialización nueva que atañe sobre todo a los más jóvenes. El tema ya fue tratado con inteligencia y profundidad por el excelente libro de Haidt y Lukianoff, “La transformación de la mente moderna” (2018), que describe los cambios sociales de las nuevas generaciones con un subtítulo que dice mucho: “cómo las buenas intenciones y las malas ideas están condenando a una generación al fracaso”.

La clave es que lo que es descrito en ese libro como algo propio de Estados Unidos, la globalización anglosajona lo está transformando en una realidad social de todo Occidente. El fenómeno podría ser ilustrado sintéticamente por lo que se conoce como la multiplicación de los “lugares seguros” en las universidades, que son espacios en los que los estudiantes se sienten a salvo de cualquier discurso disonante que les genere estrés o angustia. Frente a la confrontación o a la mera escucha de argumentos o posiciones disímiles, por parte de un profesor invitado o de un compañero estudiante por ejemplo, el lugar seguro es un refugio al cual acudir, y en el que incluso se puede encontrar ayuda psicológica para superar lo que se considera es un incidente muy traumático.

¿Qué tipo de sociedad estamos construyendo hacia los más jóvenes, que cree que una mirada pesada y constante de un desconocido de gorra roja es un peligro del cual hay que cuidarse, o que supone que escuchar argumentos que difieren de nuestras convicciones genera un estrés psicológico tal que se precisa acudir a un lugar que nos brinde seguridad?

Por cierto, la histeria globalizada con la que buena parte de la prensa internacional trató la pandemia covid-19, debe haber empeorado las cosas: ya no solo el peligro estaría en la mirada persistente de un desconocido, o en la tragedia de tener que escuchar al que opina distinto, sino en el mero hecho de exponerse a la vida misma sin mascarillas defensivas. Y no es que se trate de negar que alguien que mira con insistencia en un ómnibus puede ser irritante; que una opinión disímil pueda molestar; o que hubo efectivamente una pandemia.

El problema es que la violencia y los riesgos en serio de la vida no tienen nada que ver con estas anécdotas que ocurren en la burbuja hiperprotegida de adolescentes de clases medias occidentales. Para enfrentarse al mundo de verdad que ha sido, es y será siempre agresivo, competitivo, cruel e ingrato, hay que abandonar la actitud victimista y sobreprotectora, y dejar de crearse dramas que, en realidad, no son tales, como por ejemplo que alguien te mire todo el tiempo y desde hace rato.

La infantilización, victimización y vida de burbuja que sufre una parte de las generaciones jóvenes de todo Occidente es un enorme problema. No hay que rehuir su mirada.

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