Más agua a la leche

Con gran pompa, el gobierno inaugurará esta tarde en el Auditorio del Sodre el llamado “Diálogo Social”. Faltarán a la cita -por voluntad propia- los representantes colorados, blancos, independientes y de Identidad Soberana, pero ahí estará siempre listo Cabildo Abierto.

Es cierto que lo que hace el FA es cumplir una promesa de campaña.

Después de su fracaso en el referéndum promovido para derogar la reforma de la seguridad social del gobierno anterior, al actual solo le restaba cumplir con aquella “base programática”. A falta de propuestas concretas de cambio a la política previsional de la administración Lacalle (habida cuenta de sus duras polémicas internas sobre estos asuntos), el FA propuso este diálogo social como una muy uruguaya pateada de la pelota para adelante. Ahora que llegó el momento de iniciarla, parece comprensible que los principales partidos de la Coalición Republicana se abstengan de participar. ¿Qué va a salir de todo esto? ¿Acaso los impulsores de una Disneylandia con jubilaciones tempranas y abultadas, van a escuchar las razones técnicas que no escucharon del trabajoso proceso realizado por el gobierno anterior?

Los representantes del FA, ¿harán uso en este diálogo social del mismo pragmatismo con que votaron el sablazo para activos y pasivos profesionales, como único salvataje viable de esa Caja? ¿Discutirán, como pide el Pit-Cnt, ese impuesto del 1% a las monedas de oro de Rico McPato, del que el ministro Oddone se desmarca cada vez que le preguntan? Y Oddone, a quien a esta altura muchos apreciamos, ¿cómo hará para poner un freno a las demandas irracionales que surgirán inevitablemente de esta nueva instancia?

Frente a semejante panorama, resulta más que obvio que los solitarios delegados de los partidos de la Coalición Republicana se limitarían a presenciar el debate interno entre frenteamplistas y sindicalistas moderados, versus sus pares radicales.

Cuando Tabaré Vázquez, en su primer gobierno, convocó a un Congreso Nacional de Educación, también participaron expertos. Un jerarca de una universidad privada me confesó que en dicha ocasión pudo aportar poco y nada: entre discursos maximalistas de exagerada euforia, se quedó ahí callado, preguntándose qué sentido tenía su presencia. Me da la sensación de que si asistieran ahora los responsables políticos y técnicos de la reforma previsional (aprobada por el parlamento pasado y aún ratificada por una consulta de democracia directa), reaccionarían exactamente igual.

Visto de afuera, cualquiera les diría: ¿por qué en lugar de perder tiempo tratando de acordar desde posiciones irreconciliables, no llaman a una comisión multipartidaria de gente que realmente sepa de qué está hablando, y que incluso pueda ser asesorada por organizaciones de la sociedad civil? Bueno, ¡eso fue lo que hizo el gobierno anterior! Si este diálogo social es para dejar contentos a los que no les llevaron sus propuestas, ¿qué harán cuando, de nuevo, no se las lleven ahora? Pero así somos. El sueño de la comisionitis yorugua siempre puede más que la realidad. Con suerte, de toda esta iniciativa buenista, lo único que sacaremos será “un poco más de agua a la leche”: que las pasividades pesen un poquito más en el presupuesto del Estado, pero no mucho, ¿vio? ¿Y la pobreza infantil? Bien, gracias.

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