Lo que Trump logró y lo que no consiguió

Sin duda es un éxito de Donald Trump. Sí la guerra entre Irán e Israel se detuvo, fue por la intervención norteamericana. Netanyahu quería continuar la contienda hasta la caída del régimen teocrático, pero el jefe de la Casa Blanca le impuso aceptar el cese del fuego. Y lo hizo de mal modo. Si Estado Unidos deja de reforzar desde sus portaaviones los misiles interceptores del sistema Arrow, que es el que protege a los israelíes de los misiles iraníes de largo alcance, y del sistema Honda de David, el que los protege de los proyectiles de mediano alcance y de los drones, además de suspender el Memorándum de provisión de armamentos y municiones que se firmó en el 2018 y rige hasta el 2028, su capacidad ofensiva y defensiva se vería afectada.

En síntesis, por teléfono y a los gritos, Trump exigió al premier israelí que se conforme con lo logrado en estos doce días, que no es poco, porque si no los riesgos que afrontará serán considerables.

En cuanto a Irán, el ataque con bombarderos furtivos B-2 sobre instalaciones subterráneas de enriquecimiento de uranio no es lo que puso a la teocracia persa contra las cuerdas. Sobre el alcance del ataque, la Casa Blanca dice una cosa y en los pasillos del Pentágono y del cuartel de la CIA en Langley se escuchan otras. Pero aún si las bombas GBU-57, apodadas “Bunkerbuster”, hubieran devastado totalmente esas instalaciones colmadas de centrifugadoras, el daño causado sería a un capital bélico futuro, y no al capital bélico presente. Aunque se trate de un futuro cercano, la pérdida total o parcial no es una razón para aceptar el fin de las hostilidades. Al contrario, el ataque recibido refuerza el casus belli iraní. Es una razón más para mantenerse en combate.

Si en lugar de eso lo que hizo Irán fue pactar un ataque simbólico a la base Al Ubeid y aceptar el cese de hostilidades, es porque el mensaje del bombardeo fue que, de no aceptarlo, tendría que dividir sus arsenales de misiles balísticos entre el blanco israelí y las decenas de bases norteamericanas diseminadas en todo Oriente Medio con excepción de Líbano, Israel y Yemen. Eso consumiría en tiempo récord los arsenales ofensivos de Irán y le impondría una derrota que haría caer el régimen de los ayatolas.

El éxito de Trump es significativo pero difícilmente se convierta en un acuerdo de paz irano-israelí. Quizá tampoco alcance para un armisticio duradero, como el que detuvo la Guerra de Corea en 1953 y aún hoy está vigente.

Existen razones para aplaudir al jefe de la Casa Blanca por este logro. Joe Biden quiso ponerle límites a Netanyahu y jamás lo consiguió. Trump tampoco lo conseguía. Meses atrás anunció un cese del fuego en la Franja Gaza que el primer ministro israelí destruyó de inmediato. Desde entonces, Trump desprecia a Netanyahu, lo que volvió más creíble la amenaza con que le impuso aceptar el cese del fuego y olvidarse de continuar la contienda bélica matar al ayatola Jamenei y derrocar la teocracia persa. El presidente norteamericano necesitaba que esta sea “La Guerra de los Doce Días” y ni uno más, porque eso lo mostraría como el pacificador que pretende ser y quizá lo acercaría al Nobel de la Paz.

Lo logró. Pero ese logro podría tener fecha de vencimiento. Sería en el momento que el Mossad y las FDI tengan en la mira un blanco iraní que, por su crucial importancia, eliminarlo implicaría un golpe de knockout al régimen enemigo. O cuando el poderío militar iraní se haya recuperado de los durísimos golpes recibidos y tenga nuevamente los arsenales de misiles balísticos mucho más colmados que como los encontró esta guerra.

En el caso de Irán, hay una posibilidad aún más peligrosa: que obtenga misiles nucleares listos para ser disparados. Se los podría proveer Corea del Norte, país que ya ayudó a Teherán a construir los drones Shahed, versión persa de los norcoreanos Nodong. También podría comprárselos al presidente paquistaní Asif Alí Zardari, el viudo de Benazir Butho cuya corrupción le arruinó los dos gobiernos a su asesinada esposa.

Producir sus propias armas nucleares es indispensable para ser una potencia nuclear, pero para realizar un ataque nuclear alcanza con tenerlas.

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