Las señales alentadoras emitidas en Estambul

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claudio fantini
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¿Las señales alentadoras emitidas por Rusia anuncian una posible finalización de la guerra, o son una continuación de la guerra por otros medios?

¿Se resignó el ejército ruso a que Kiev y otras grandes ciudades son inexpugnables y no podrá instalar el régimen títere que pretendía en Ucrania? ¿o sólo aceptó que el asalto a la capital y otras grandes urbes estaba mal calculado, mal planificado y mal ejecutado, pero lo que quiere es reagruparse y reequiparse para volver a la carga?

Es difícil saber si las aparecidas en Estambul fueron verdaderas señales de voluntad negociadora, o si fueron estratagemas para lograr efímeras calmas que permitan reposicionamientos de fuerzas o divisiones en el bloque euro-norteamericano.

Lo cierto es que, por primera vez, los negociadores rusos usaron la palabra “tratado”, mencionaron la posibilidad de un encuentro Putin-Zelenski y dijeron que reducirían “drásticamente” la actividad militar en torno a Kiev y Chernihov, mientras los negociadores ucranianos anunciaban oficialmente la voluntad de renunciar a la OTAN y a no permitir el emplazamientos de armas y de tropas extranjeras en su territorio.

El tono y las palabras que se usaron en la mesa de Estambul fueron tan novedosos que el optimismo generado se vio hasta en los indicadores de Wall Street.

Por cierto, no se puede descartar que Rusia ensaye una retirada táctica para relanzar ofensivas estratégicas. Aún así, sería una señal rusa de que el Kremlin ha comenzado a evaluar la posibilidad de resignar sus objetivos de máxima porque las circunstancias no son, a esta altura del conflicto, las que figuraban en sus planes.

Falta ver si los gestos pacificadores que se vieron en Turquía representan un punto de inflexión en el conflicto, o si se sólo trata de un reseteo necesario para superar las evidentes fallas del plan ruso de invasión.

Si desde un principio lanzó desde Bielorrusia sobre Kiev tantas tropas y divisiones blindadas, es porque el objetivo era ingresar y controlar la capital. Si eso no ocurrió, fue por la tenacidad de una resistencia que la convirtió en bastión inexpugnable. Y el ejército invasor comprendió que, de ingresar y ocupar esa y otras ciudades que resistieron sus embestidas, quedarían atrapados en Faluyas donde se desangrarían lentamente.

El hecho de que le esté costando tanto ingresar y controlar Jarkiv, que está en el este, tiene como primer idioma al ruso y vínculos sociales y económicos frondosísimos con Rusia, debe ser suficiente para que Moscú acepte replantearse todo.

Por eso Vladimir Putin podría estar ensayando, o bien un reseteo para volver a intentarlo, o bien un replanteo completo de la invasión, aceptando que los objetivos de máxima son inalcanzables y lo que debe entonces asegurar son los objetivos de mínima: Ucrania fuera de la OTAN, Crimea dentro de Rusia y las independencias de Donestk y Lugansk.

Pero antes de resignarse a esos tres puntos, lo que intentará el jefe del Kremlin es controlar Mariupol para que la península y la región del Donbás estén conectados territorialmente, lo que dejaría a Ucrania sin costa en el Mar de Azov. Y es posible que también intente que la expansión de Rusia alcance Odesa, lo cual le quitaría a Ucrania su costa en el Mar Negro y lo condenaría a la mediterraneidad.

El gobierno de Zelenski ya sabe que el Donbás y Crimea no pueden ser recuperados. A esta altura, su máxima aspiración conservar Odesa y el resto de su costa en el Mar Negro, retener Mariupol conservando su salida al mar de Azov y cortando la continuidad que procura Rusia entre Donbás y Crimea, logrando además a cambio de resignar la OTAN un compromiso escrito de Moscú de respetar la seguridad ucrania y que al cumplimiento lo garanticen los países miembros del Consejo de Seguridad de la ONU además de Israel, Turquía, Polonia y Alemania.

El broche de oro para ese logro ucraniano, sería que Rusia acepte su derecho a ingresar en la Unión Europea. Pero eso no será fácil.

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