En reciente entrevista en el semanario Brecha, Yamandú Orsi, actual intendente de Canelones, confirmó su aspiración a la candidatura presidencial por el Frente Amplio, un hecho no menor por tratarse del primer reportaje que en este rol se hizo a su figura.
Aún así, mi interés no estará dirigido a la personalidad de Orsi, una figura atractiva, cuyos antecedentes como Intendente le son en general favorables.
No se trata por tanto de analizar sus destrezas y razonabilidad como operador político, sino profundizar en sus propuestas, las que según adelanta Orsi, guiarán su gestión. Propuestas sobre el futuro del Uruguay que cabe suponer, se relacionan directamente con el pensamiento del MPP y coetáneamente con el acervo ideológico del Frente Amplio, a quien, de elegirlo, representará como candidato. Con la salvedad que no me limitaré a reproducir tales metas, sino que procuraré adentrarme en su conveniencia, tanto para un futuro gobierno de izquierda, como uno de centro o de centro izquierda, relativamente convencional. Una alternativa crucial, que Orsi no despeja y que hace que todo sus respuestas giren en el vacío.
Así, interrogado sobre los ejes más profundos que elegiría para su gestión, es decir sobre las bases ideológicas que informarán su gobierno, se remitió a tres objetivos: 1°) “auxiliar, cuidar a todos aquellos compatriotas que van a quedar, después de una política económica regresiva, como si les hubiera pasado un terremoto por arriba.” 2°) Ampliar la raíz productiva. “No me imagino un país desarrollándose sin ciencia y tecnología”. 3°) Profundizar las estrategias ambientales. “…un país productor de alimentos se va a tener que plantear como hacer las cosas. El cambio climático también influye en esto”.
Aún con un gran esfuerzo imaginativo -reiteramos-, no es posible deducir de sus palabras, ni aquí ni en ninguna otra parte de la entrevista, cuál es el modelo político económico que sustentará sus propuestas. Salvo quizás la del auxilio a las víctimas del actual gobierno, que como un sonsonete repite la ficción planteada por su fuerza política.
Orsi, inmerso en esa falsa retórica, obvia que en el 2020 el gobierno recibió un país estancado, que sobrevivió a una peste de dos años que paralizó al mundo, y que más tarde se desató una guerra aún en curso, de consecuencias imprevisibles. Sin perjuicio de lo cual, superó bien la epidemia, creció económicamente, doblegó el desempleo, actualizó prácticas mediante la LUC, sobrevivió a un referéndum y ahora ejecuta una secuela de profundas reformas, como la educativa y la de jubilaciones y pensiones, que el país requiere desesperadamente y su coalición desconoce.
Las otras dos estrategias que adelanta como innovaciones, parecen tan obvias para cualquier modelo social, que no merecen comentarios. Ampliar la raíz productiva y cuidar el ambiente resultan medidas tan elementales como proteger la salud, educar a los niños o brindar seguridad a la población. Ningún gobierno razonable -socialista, comunista, populista o capitalista- dejará de proponerlas, sin embargo parecen constituirse en el principal objetivo del candidato que las presenta sin contextualizarlas, como poderosas originalidades de su futuro gobierno. Por más que ahí no terminan sus obviedades.
Siguiendo con las mismas, Orsi propone optar por las energías renovales, el hidrógeno o la electricidad fotovoltaica por ejemplo, temas “que el gobierno no agarra con fuerza”. Por ejemplo, ignora que la actual administración está embarcado en un extenso proyecto que justamente promueve la producción de hidrógeno verde, lo cual increiblemente desconoce. Sus otras “innovaciones” son de similar calado: sostiene que al tener una cabeza “un poco federalista” sería bueno desarrollar el ferrocarril y dedicarse a la producción de “commodities” (carne, granos y celulosa), una gigantesca e inédita novedad que el Intendente promete para el futuro de los orientales. Tal como si esas políticas nunca se hubieran aplicado en el país.
A su vez, en una vuelta a la nostalgia socializante, propone “un gran consorcio energético nacional del Estado”, léase un nueva Ancap. Nada parece haber aprendido sobre los límites del estatismo y respecto al accionar, en el tema, de su ex compañero Sendic.
En la última etapa de la entrevista Orsi reflexiona sobre la derrota del Frente Amplio en las últimas elecciones, explica que este tiene más capacidad de resistencia que de propuesta (no advierte que este desequilibrio constituye el gran problema de las izquierdas en el mundo), y propone como remedio, no ya al socialismo al que jamás recuerda, sino “la incorporación de nuevas inquietudes”. Cuesta advertir cuáles serán las mismas.
Desde principios de los noventa la izquierda mundial padece una enfermedad incurable: la disfunción ideológica, un mal que cuestiona su propia existencia y es mucho más que una crisis puramente teórica. Evidentemente Orsi no califica para solucionar esta falencia. De ahí su vacuidad. Sin embargo, ya sobre el final de su largo y vacío inventario de propuestas, el futuro candidato invita a peregrinar a las fuentes. “Se tiene que tener claras las prioridades -sostiene- y la izquierda tiene que entender el mundo actual para diseñar estrategias nuevas que impliquen empatía y confianza de la gente común”. Obviamente no indica, porque no las conoce, cuales son ellas.
La izquierda uruguaya prisionera de su coalición carece de objetivos concretos por más que Orsi tenga razón en creer que en los últimos tiempos el FA, dejó de seducir y que eso pasó, en su tercer gobierno. Ciertamente que esa ausencia proyectiva no se soluciona con la incorporación del feminismo. Un movimiento válido para luchar por la igualdad de los sexos, pero lejos de poder, por sí mismo, reelaborar la extinta ideología de la izquierda, un vacío propositivo que desconcierta por igual a hombres y mujeres. No es válido pasar de la plusvalía al sexo. Quizás la cordialidad de Orsi lo haga un buen candidato para pujar en las elecciones; no, como esta entrevista revela, para remediar las falencias de una izquierda privada de ideas. Con Orsi o con cualquier otro representante.