La peor cuña es...

Los uruguayos escuchamos todos los días lamentaciones de parte del gobierno sobre una crítica despiadada y cotidiana de parte de la oposición. El Presidente del Frente Amplio y el ex fiscal Díaz son los más quejosos de que les trancan todo. Si observasen bien lo que está aconteciendo se darían cuenta de que no es así. No pueden quejarse de la oposición: no es desde el Partido Nacional o el Partido Colorado que proviene el obstáculo, la trancadera o la reiterada complicación; les golpea desde otra parte.

Motivos más fundados de queja hacia la oposición puedo tener yo, (y los tengo) porque denuncia pero no anuncia, se opone pero no propone, siempre corriendo de atrás.

El obstáculo más grande, lo que complica más al gobierno, su autoridad y su gestión, proviene de adentro, desde el propio Frente Amplio. En este momento -y desde hace meses- lo que empaña más al prestigio del gobierno de Orsi, el perjuicio más salvaje e irracional, proviene del sindicato de la pesca, donde seguramente la mayoría de sus integrantes se dice frentista y ha votado al Frente Amplio. El daño que esa gente ha provocado a la producción económica del país, a los ingresos de otros trabajadores como los de las plantas procesadoras de pescado, al prestigio internacional del país como lugar seguro para la inversión y a la imagen del gobierno como autoridad competente para manejar los conflictos, ese veneno proviene de adentro del Frente Amplio. Comparado con eso lo que recibe desde la oposición son caricias.

Nada ha puesto tan en aprietos al gobierno como la gestión de un Ministro clave, como es el Ministro de Trabajo. Juan Castillo, (que fue bautizado en la fe de la Unión Soviética y sigue arrodillado ahí aún cuando ese templo está ahora deshabitado), no ha tenido mejor ocurrencia que ofrecer, como solución al conflicto, pagar a costas del estado (del dinero del todos nosotros) la exigencia del gremio de incluir un tripulante más, aunque eso no figure en el convenio colectivo firmado por ambas partes. O sea, darle la razón al que no la tiene y encima pagar por eso.

No es un asunto de dinero. En una controversia por salario, por ejemplo, sería razonable buscar que las dos partes cedieran un poco para llegar a un acuerdo. Pero en un contencioso entre abusador y abusado no hay término medio posible: el único acuerdo éticamente presentable es darle la razón a quien la tiene y está siendo atropellado.

Otra herida autoinfligida, la más reciente, proviene del Ministerio de Relaciones Exteriores. Allí nació la decisión de suspender o cancelar el acuerdo entre la ANII y la Universidad de Jerusalén, como si ésta -que es independiente del gobierno de Netanyahu y anterior aún a la creación del estado de Israel- tuviese alguna responsabilidad o incidencia en las barbaridades sanguinarias que está perpetrando el ejército de ese país en Gaza. El Presidente Orsi no ha tenido más remedio que topar, como dicen los bayanos de la frontera; habiendo tenido que echar tantos jerarcas en los pocos meses que lleva al mando no puede pedir una renuncia más: tuvo que hacerse cargo.

Paren con los sollozos y no se quejen más de la oposición: lo que de verdad los tranca viene de adentro; la peor cuña es la del mismo palo.

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