La mano invisible en las urnas bolivianas

Como si una mano invisible de la democracia liberal hubiera ido trazando el trayecto, el proceso electoral en Bolivia desembocó en el centro, luego de pasar por dos estaciones en las que descargó sucesivamente las dos posiciones con sobrepeso ideológico, quedando en condiciones de emprender una marcha liviana de dogmas y visiones sectarias.

En la primera estación se libró de la pesada carga de populismo de izquierda que imperó durante dos décadas. Y en la segunda estación, la mano invisible de la democracia liberal escribió “NO” al ultra-conservadurismo en auge y “SÍ” a un candidato centrista.

El centro es el espacio que va desde la centroderecha hasta la centroizquierda y es la tierra firme en la que se para el Estado de Derecho. Más allá del centro, sea a la izquierda o a la derecha, la democracia liberal entra en zona de riesgo.

En la primera vuelta la mano invisible le dio un tincazo que dejó afuera a la izquierda que imperaba desde hace dos décadas. Los gobiernos del MAS con Evo Morales en la presidencia y Luis Arce en el Ministerio de Economía, y finalmente con Luis Arce como presidente, acabaron de una manera patética. La izquierda se dividió y la mayoría de sus votos acompañaron a su joven promesa, Andrónico Rodríguez, dejando al MAS al borde de perder la personería jurídica con apenas y unas décimas por encima del tres por ciento.

Astuto, Evo Morales, invalidado de competir por los límites que fijan la Constitución y la ley electoral, apostó al siempre alto porcentaje de votos en blanco y anulados. Su 21 por ciento lo dejó mejor posicionado que los dos candidatos de izquierda. Pero esa vereda populista se derrumbó y deberá rehacerse desde sus escombros.

En la segunda vuelta quedaba otro enfrentamiento entre cultura liberal y cultura autoritaria: el centrismo liberal pragmático y el derechismo conservador que, esta vez, llegó con sobrecarga ideológica: un programa económico de corte libertario.

En la historia de los contendientes hay duelos inconclusos. Jorge “Tuto” Quiroga fue el vicepresidente de Hugo Bánzer, quien había dado el golpe de Estado que derrocó a Juan José Torres, luego asesinado en Argentina, y encabezó una dictadura que envió al exilio al líder del MIR, Jaime Paz Zamora. Su hijo, Rodrigo Paz, nació en España durante ese exilio. Se dedicó a la política, siguiendo los pasos de su padre, que fue presidente, y de su tío abuelo, Víctor Paz Estenssoro, quien ocupó la presidencia en cuatro oportunidades. Pero a diferencia de Paz Zamora y de Paz Estenssoro, ambos de centroizquierda, Rodrigo Paz estuvo siempre en el centro.

Como candidato centrista ganó la alcaldía de Tarija y también escaños en el Consejo Deliberante de ese departamento. A la banca en el Senado la ganó desde el centroderechista partido Comunidad Ciudadana, y a la presidencia acaba de conquistarla como candidato del Partido Demócrata Cristiano. La otra gran novedad que dejó el proceso electoral boliviano, ya que las democracias cristianas, que fueron muy fuertes en Europa, Latinoamérica y Filipinas en el siglo 20, están extinguidas desde que comenzó el siglo en marcha.

A Rodrigo Paz le toca una tarea difícil. Estabilizar la economía, bajar la inflación, lograr el reabastecimiento de combustibles y otros desafíos generados por la debacle que comenzó en el último gobierno de Evo Morales, continuó durante el entremés de facto de Jeanine Áñez y terminó de desmoronarse con Luis Arce.

No se puede descartar que, en la presidencia, la dura realidad empiece a empujarlo desde el centro hacia algunos de los polos. Pero lo que votó una contundente mayoría de los bolivianos, tanto en la primera vuelta como en el ballotage, fue una opción centrista. Primero terminó de derrumbar el populismo de izquierda y después le dijo “No” al conservadurismo que se identifica con Bolsonaro, con Trump y con Milei.

Posiblemente no tienen nada personal contra el correcto Rodrigo Paz, pero seguramente, debido a que derrotó a Quiroga, el candidato que preferían, al resultado del ballotage no lo deben haber festejado en la casa del ex capitán condenado por golpismo en Brasil ni en la Casa Rosada ni en la Casa Blanca.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar