La presencia cada vez más masiva de la inteligencia artificial (IA) en nuestras vidas debe verse como un logro extraordinario de la mente humana. Como toda herramienta de elevada sofisticación debe manejarse con cuidado y precisión, para sacarle el máximo provecho.
Se la podría definir como el producto resultante de la cuidadosa combinación de algoritmos, para crear máquinas capaces de trabajar con las mismas capacida- des que el ser humano -incluso superarlas en varios campos.
Como se sabe estos algoritmos son instrucciones informáticas que recibe una máquina para realizar una determinada acción o resolver un problema. Por lo tanto, los algoritmos son los que le otorgan autonomía a la IA.
Dicho esto, queda claro que esta herramienta está revolucionando la civilización de diversas maneras; y como tal debe gestionarse con sumo cuidado. En el terreno ambiental, los avances son vertiginosos, y por cierto muy auspiciosos.
Puede mejorar notablemente los pronósticos meteorológicos a escala mundial, aportando un nivel de análisis de datos en tiempo real con un ínfimo margen de error acerca de catástrofes meteorológicas, hasta ahora difícil de imaginar. Su destreza para el uso y procesamiento de muchos modelos matemáticos a velocidades imposibles de realizar para el cerebro humano, abre posibilidades extraordinarias de ofrecer soluciones en la prevención de desastres naturales, creando alertas tempranas que permitan la adopción de soluciones efectivas, así co-mo la realización de mejores coordinaciones en la gestión de las emergencias.
Si bien la IA ya está siendo una herramienta efectiva para conseguir la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero en un 10% o más de la huella de carbono a escala de una organización, también debemos subrayar que cuando el gran objetivo de resolver la crisis climática, estamos abordando un reto global que no se conseguirá con medida aisladas.
Sus prestaciones incluyen otros muchos aspectos del desarrollo sustentable. De ahí su enorme importancia.
Avanzan los proyectos en materia de conseguir alimentos cada vez más resistentes a las catástrofes meteorológicas; como cereales resistentes a las sequías o a las inundaciones, según sea el caso.
Lo mismo sucede en un terreno muy delicado como son los incendios forestales. La IA puede realizar un control preventivo de ellos las 24 horas del día, los 365 días del año, detectándolos incluso cuando se inician a muchos kilómetros de distancia.
En materia de conservación de los océanos las expectativas son enormes, entre otros parámetros buscados está el de conocer con mayor precisión la información referente a sus comportamientos, por ejemplo en materia de absorción de CO2, liberación de O2, etc.
En cuanto a la producción de alimentos la IA abre grandes posibilidades de eliminar los desperdicios históricos en la cadena de producción; desde conocer el momento óptimo de maduración de la cosechas hasta reducir al mínimo la pérdida de productos en la cadena de envasado, conservación y transporte.
Todo indica que no dejaremos de sorprendernos con la IA de cuánto mejorará nuestra calidad de vida.