La historia no se justifica

La historia no se justifica, se explica. Y la mejor explicación que puedo ofrecerle hoy, sobre el 14 de abril de 1972 no es un repaso concienzudo sobre los hechos, sus actores y motivaciones. La mejor explicación es comenzar por una amarga lección que aprendí leyendo historia, y es decirle que hay dos tipos de socialistas: los mentirosos y los peligrosos. Así de simple, así de claro.

Los primeros, aunque pregonan su pretensión de construir una sociedad sin clases, fin último del socialismo, jamás abandonarían las mieles del capitalismo. Adoran a los tiranos con la misma pasión con que adoran los iPhones o los viajes al imperio. En definitiva, el primer tipo de socialista es de aquellos que dicen una cosa, pero sus obras van en otro sentido.

Pero luego están los otros, los peligrosos, quienes, hay que decirlo muchas veces, son víctimas de los primeros. Ellos comienzan creyendo dos falacias fundamentales: que se puede construir una sociedad sin clases y, lo peor de todo, que sería algo bueno vivir en esa sociedad. Ambas premisas han demostrado una y otra vez su falsedad. Todos los regímenes que han pretendido imponernos por la fuerza una sociedad sin clases solo han logrado imponer el terror al diferente, comenzando casi siempre por los intelectuales. Qué paradoja. Pero bueno, los peligrosos están ahí, y creen a pie juntillas la promesa de un nirvana socialista, uno tan bueno, tan espectacular, que por él vale la pena no solo matar y morir, sino sembrar el terror.

Ese viernes 14 de abril marcó la cúspide del delirio socialista. Comenzó temprano con el atentado al profesor Armando Acosta y Lara, quien fue asesinado por los terroristas. Pero para más inri, lo volvimos a asesinar todos en 2017, cuando le quitaron el nombre al liceo que llevaba su nombre.

Minutos después, cae en Las Piedras el capitán de Corbeta Ernesto Moto, a quien se le acusaba de haber participado como chofer en un atentado con bomba contra la casa de un abogado, y por eso lo mataron. El único problema es que Ernesto Moto nunca manejó, nunca tuvo libreta de conducir. Aun así, un grupo de delirantes en La Paloma, donde una base naval lleva su nombre, cada tanto quieren quitárselo.

La muerte del comisario Delega fue por venganza pura y dura. Fue Óscar Delega el que logró la captura de toda la plana mayor del movimiento terrorista MLN-T el 7 de agosto de 1970. No se lo perdonaron. Lo asesinaron a él y a su custodia, el agente Carlos Leites. A causa de las heridas, moriría más tarde el agente Sagunto Goñi.

Y esto fue solo la mitad del menú vengativo que pensaban ejecutar. Se salvaron muchos más de milagro. Tenían una larga lista de opositores condenados a muerte. Así, como suena. En su delirio cometieron errores y mueren, al mediodía, dos terroristas: Nicolás Gropp y Norma Pagliano, quienes no mataron más policías por su impericia en el manejo de las armas.

La reacción de la policía no se hizo esperar. Un cuerpo que había sufrido con particular alevosía la insania terrorista vería morir cerca de 80 agentes en los enfrentamientos. Así, usando la inteligencia que ya tenían debido a que habían intervenido los teléfonos, se dirigen a la vivienda de la Calle Amazonas, donde Luis Martirena e Ivette Jiménez llevaban las finanzas de la organización. Caen ellos dos en el enfrentamiento y son capturados Eleuterio Fernández Huidobro y David Cámpora. Casi simultáneamente, se dirigen a la vivienda de Pérez Gomar, donde fueron abatidos Armando Blanco Katrás, Jorge Candán Grajales, Gabriel Schroeder y Horacio Rovira.

Y así cerro el día, siendo el más sangriento en la historia de nuestro país desde las guerras civiles.

El sábado 15, el Uruguay cambió. Cambió muchísimo. La Asamblea General del Poder Legislativo, por una amplísima mayoría, aprobó la suspensión de las garantías individuales y declaró el “estado de guerra interno”. A partir de ese momento, los terroristas serían perseguidos, capturados y juzgados por lo que eran: una amenaza vital contra el orden democrático.

Pero recordemos que las fuerzas armadas se habían mantenido en general indiferentes a la escalada terrorista y no representaban por sí mismas un peligro de quiebre institucional, se mantuvieron así hasta 1972, cuando recibieron la orden de actuar. A partir de ese momento, comenzó un divorcio lento y definitivo al no asumir la clase dirigente el costo político de los métodos coercitivos empleados por las fuerzas armadas, que consistían en el frecuente uso de apremios físicos, llegando incluso hasta la tortura.

Una de las causas menos estudiadas del golpe de estado es la incapacidad de la clase política del momento de conducir a las fuerzas armadas y lidiar con los profundos problemas prácticos y morales que un sistema de represión antiterrorista produce. Siempre en todos lados.

Pero el 14 de abril no terminó su rastro de dolor ni siquiera al salir del gobierno militar. Décadas después, los padres de Horacio Rovira decidieron quitarse la vida en un hotel cerca de Tres Cruces. Ellos, habían viajado a Cuba, vieron en carne propia el régimen dictatorial, volvieron, escribieron cartas, libros, y se toparon con la indiferencia mentirosa. Se quebraron. En uno de esos libros, habían escrito una carta a su único hijo. La carta es desgarradora: “Horacio, el sistema de igualdad social que generaría el hombre nuevo, justo y bueno, no existe. Horacio, moriste por un espejismo -y siguen-, te asesinaron una y mil veces más en todos los muertos que cayeron por ese sistema en el mundo.” El libro se llama Utopía y dolor.

La guerra es el infierno, no lo dude, estimado lector, y comienza habitualmente por mentiras. El camino a la guerra se construye siempre con mentiras. Nadie lo duda. Cada vez que se miente en público, el que miente sabe que miente y el que escucha dice “bueno, que mienta, total...”, en ese momento, otro puede creerse a pie juntillas la mentira. La mentira tiene patas cortas dice la sabiduría popular, y en política, me permito agregar, manchadas de sangre.

Siempre recordemos que no hay un camino para la paz; la paz es el camino y la verdad, la luz que lo alumbra.

* Candidato a intendente de Montevideo por Cabildo Abierto.

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