Enseñanzas (adicionales) del episodio Cairo: más allá de los patéticos argumentos esgrimidos por el MPP y el sr. Negando Pereira para tratar de justificar su conducta. Al punto de inventar una nueva moral: la “moral de los pobres”. No de todos los pobres -tampoco la pavada- solo de aquellos con tatuaje político progre.
Me pareció significativo el silencio del Sr. Mujica, siempre presto a la teorización, sobre este asunto.
También aparece ese otro detalle, que nadie menciona: ¿cómo es posible que las autoridades tributarias (en este caso municipales y del BPS), no hayan detectado una mora de 30 años? O hay una incapacidad colosal o algo todavía peor.
Pero a lo que ahora me quiero referir es a ciertos gruesos errores que están atrás de la reciente selección de ministros y que también quedaron en evidencia con el caso Cairo.
1º - ¿Cómo es posible que el presidente Orsi acepte designar a personas que él mismo admite no conocer y, pese a lo cual, no somete sus aludidas calificaciones a escrutinio de tipo alguno?
“Nosotros no hacemos investigaciones”, o algo muy similar, decía el Sr. Fernando Pereira, cuando alguien levantó el punto. Parece creer que eso es una virtud.
No digo llegar a extremos de países como los EEUU, donde se bocha a un candidato porque décadas atrás empleó como doméstica a una inmigrante que no tenía papeles. Pero cualquier organización que va a contratar a alguien, y no te digo nada si es para un cargo de primer nivel, no solo pide antecedentes, sino que los verifica y después de todo eso somete al candidato a entrevistas y exámenes. Está en la tapa del libro.
Es obvio que en el caso Cairo -y no solo en el caso Cairo- no se siguió ese procedimiento y el presidente Orsi se limitó a homologar las propuestas de los diferentes sectores “dueños” de los cargos.
Estamos hablando de los cargos más altos en el gobierno, a excepción del propio presidente.
Esto pone en descubierto una combinación de soberbia y liviandad: ambas en el caso de los proponentes de candidatos y la segunda en el del presidente.
Que, si no actuó con liviandad, la única otra explicación es que lo hizo por impericia y debilidad. Así son los garrones que se está comiendo.
El otro error, grueso, y que no parece llamar mucho la atención, es la forma sacramental que la izquierda ha ido imponiendo -y elevado a dogma de fe progre- acerca de cuáles deben ser las condiciones exigibles para la selección de los más altos cargos de gobierno, encargados de llevar adelante los cometidos esenciales del Estado y el resto de sus competencias.
Cualquier organización medianamente seria, desde un equipo de fútbol a una institución educativa o social, a una organización profesional o a una empresa -y debería ser obvio para un gobierno- aplica una serie de medidas y procedimientos a la hora de contratar, todo ello en función de sus objetivos y de las tareas y obligaciones en cuestión.
O sea, pensando en la película que deberá desarrollarse y en la que se insertará el candidato como actor.
Pero no es ese el criterio que viene de aplicarse. Los cargos se eligen pensando en la foto, no en la película.
Ya no solo son predeterminados según cuota política (lo cual tiene el argumento favorable de la necesidad de apoyo político) sino que a esa condicionante ahora se le suman otras: una cucharada de feminismo, una pizca racial, algo de género y unas rodajas de interior… etcétera
Todo para que pueda sacarse una foto “correcta”.
No digo que Marx se hubiera reído ante esto, porque no tenía sentido del humor, pero lo habría fulminado. Lenin lo habría suprimido inmediatamente y Stalin enviado a sus inventores a Siberia.
Es increíble como la gente acepta este dislate pacíficamente.
Imaginen si, por ejemplo, un sanatorio publicitara que sus cirugías siguen criterios de género y raza o que un estudio o una consultora garantizaran que sus informes son preparados siguiendo esos criterios.
Lo que el presidente está haciendo, es sacrificar la película por la foto.
Una foto progre no asegura una película medianamente exitosa. Para decirlo subliminalmente. Lo que nos debe llevar a censurar duramente este procedimiento.
Si la izquierda quiere quedar bien con su barra, no tiene derecho (ni el mandato) para hacerlo a costas de la sociedad. Esta quiere que las cosas se hagan lo mejor posible (y tiene ese derecho). No lo más “correctamente” posible.
La foto es para colgar de la pared. La película es lo que la gente vive.