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Educación y pospandemia

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jorge grünberg
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Todas las sociedades se preguntan cómo será el mundo pospandemia.

Es posible que el proceso de salida sea prolongado y sinuoso. El cambio del sistema educativo es uno de los más trascendentes porque la forma en que cambie afectará todo lo demás.

Posiblemente nos encaminemos hacia una sociedad más digital, más inestable y potencialmente más desigual. Será más digital porque tendremos que convivir por largo tiempo con restricciones a la movilidad física y a la concentración de personas. La producción, el comercio y las relaciones entre las personas seguirán funcionando en gran medida sobre plataformas digitales. Las tendencias preexistentes de automatización inteligente se acelerarán ya que será más seguro y económico trabajar con menos personas. Gobiernos, organizaciones y empresas se verán obligados a adaptar su tecnología y sus métodos de trabajo a las condiciones sanitarias de cada momento. Estos cambios que se están produciendo rápidamente y en gran escala incluyen, entre otros, el trabajo remoto, las teleconferencias, la expansión del comercio electrónico, la atención automatizada de clientes o la logística robotizada. En este nuevo contexto, los ciudadanos deberán actualizar cada vez con mayor frecuencia sus conocimientos para preservar su empleabilidad. Los sistemas educativos deberán preparar a sus estudiantes para cooperar o competir con máquinas inteligentes en menos tiempo.

El constante desarrollo tecnológico genera cambios cada vez más rápidos en la vida social y económica. La pandemia amplifica esta inestabilidad porque la situación sanitaria sufre inesperadas variaciones que en pocos días pueden restringir sectores completos de actividad. Por esto, los contadores diarios de nuevos casos positivos o de test realizados se han vuelto centrales en la conciencia colectiva. La educación debe preparar a los ciudadanos para lidiar cognitivamente con esta inestabilidad y brindar las destrezas necesarias a las personas para adaptarse a las oscilaciones de la economía y de la crisis sanitaria. Este es un cambio profundo. Nuestros enfoques educativos históricamente se orientan a la certeza y a la permanencia más que a la duda y a la inestabilidad. Escuelas y docentes son símbolos de certeza, las dudas de los docentes son vistas como deméritos y los conocimientos que enseñan se espera que sean inmutables.

La desigualdad social y económica puede acentuarse en la sociedad emergente. Esta tendencia ya era visible prepandemia por la creciente valorización del conocimiento ante la automatización de empleos humanos rutinarios. Escuelas, liceos y universidades enseñan ahora parcialmente online para dar continuidad al aprendizaje, pero no todos los alumnos pueden aprovechar esta enseñanza adecuadamente. Los alumnos de familias con menor capital educativo, con problemas de conectividad, sin computadores propios o sin espacios domiciliarios adecuados, tienen más dificultad para lograr aprendizajes de calidad online. Estas desigualdades formativas tienen consecuencias de largo plazo y son muy difíciles de corregir posteriormente. Aquellos con menor formación encontrarán barreras muy altas para acceder a empleos estables de altos ingresos y se pueden ver obligados a trabajar en empleos de escasa especialización o en la informalidad.

La cantidad de aprendizaje no será el único determinante en las oportunidades de desarrollo de los ciudadanos. La calidad del aprendizaje será tanto o más importante. La educación deberá enfatizar dimensiones extra-curriculares, por ejemplo fortalecer la capacidad de continuar aprendiendo autónomamente o la de analizar críticamente datos y opiniones dispares. Esta pandemia nos ha enfrentado a la vital importancia de ser capaces de forjar nuestras propias opiniones, por ejemplo sobre las indiscutibles ventajas de usar máscaras faciales, la privacidad de las aplicaciones de rastreo o la efectividad de distintos tratamientos. Superar esta pandemia requiere ciudadanos informados, capaces de discernir las conductas más seguras y adoptarlas por convicción propia.

La enseñanza online efectiva requiere combinaciones dinámicas de actividades grupales e individuales, remotas y presenciales. Requiere repositorios digitales donde los alumnos accedan a materiales didácticos, bibliografía y clases filmadas. Requiere personalizar las relaciones entre docentes y alumnos con encuentros online o presenciales individuales o en pequeños grupos. Requiere planificar el uso seguro de talleres y laboratorios cuyo uso es indispensable para el aprendizaje de algunas disciplinas. No todas las instituciones tienen estas capacidades de recursos humanos especializados y tecnología necesarias para lograr la personalización de procesos educativos remotos.

Las regulaciones estatales de la educación deberán adaptarse a esta nueva era. Los planes de estudio rígidos que lleva años cambiar y que son obligatorios para todas las instituciones de todo tipo en todo el país, como el régimen de habilitación para los liceos, ya no serán funcionales. Es posible que muchas de estas innovaciones educativas se vuelvan permanentes pospandemia.

Luego que cientos de miles de alumnos experimentaron las ventajas de participar de clases remotas cuando no pueden asistir al centro educativo, revisar grabaciones de clases para repasar o compensar clases perdidas o disponer de repositorios digitales de consulta, no apreciarán volver a las modalidades clásicas de enseñanza únicamente presenciales. Estamos en una gran oportunidad para incorporar innovaciones a nuestros sistemas educativos que no debemos desaprovechar.

Es posible que vayamos hacia un mundo más digital, más inestable y más desigual. Surgirán amenazas pero también oportunidades para una sociedad democrática como la nuestra. Algunos empleos se reducirán pero surgirán nuevos, potencialmente más creativos y mejor remunerados en su lugar. Se crearán nuevas actividades e industrias en las que los uruguayos podremos agregar valor. Nuestra imagen frente al mundo se verá fortalecida por los ejemplos de solidaridad, conducta ciudadana y resiliencia que estamos mostrando al mundo.

Un sistema educativo dinámico, flexible e innovador nos puede ayudar a navegar la situación actual y prosperar en los futuros pospandemia. Ese es nuestro desafío.

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