Israel-Irán: lo real y la ficción

Phillip Knightley llamó “La Primera Víctima” al libro en el que describe el desafío de los corresponsales de guerra desde el conflicto entre Gran Bretaña y Rusia por Crimea a mediados del siglo 19, hasta la Guerra de Vietnam. La inmensa dificultad para descubrir lo cierto y lo falso en la información emitida por los bandos enfrentados, porque la primera víctima de aquellas guerras analizadas por el autor australiano fue, como en todas las demás, la verdad.

También en la guerra que están librando Irán e Israel “the first victim is the truth”, como afirmó Knightley. Por eso se impone preguntar qué es cierto y qué no, en esta guerra que el mundo está viendo en vivo y en directo. Cuál es el daño que realmente se están causando Israel e Irán desde que abrieron las puertas del infierno.

Los misiles balísticos y los drones Shahad lanzados en enjambres zigzagueantes por Irán han logrado vulnerar repetidas veces la Cúpula de Hierro. No obstante, para Israel sería más difícil ocultar la magnitud real de la destrucción en sus ciudades porque los civiles israelíes hablan con sus parientes de todas partes del mundo y describen lo que están viviendo. Lo posible, en todo caso, es exagerar la verdadera dimensión del daño que está causando Israel al régimen iraní, cuyos voceros también manipulan la información. Lo único claro es que Medio Oriente vive un conflicto sin precedentes.

En la literatura, “El infierno tan temido” es el abismo de soledad y angustia en el que se sumerge Larsen, el personaje de la novela de Juan Carlos Onetti. En la realidad, son cuatro palabras que, en ese orden, señalan el desenlace presumible de una deriva inquietante. Mientras que en la actualidad de Oriente Medio, el infierno tan temido es la guerra abierta y total entre dos potencias militares que llevan medio siglo odiándose de manera visceral.

La desató Israel después de que la OIEA dijera que, por primera vez en 20 años, Irán había violado el tratado de no proliferación nuclear. Se entiende la paranoia del único país del mundo cuya existencia es rechazada por enemigos poderosos. Mientras nada justifica las masacres de civiles palestinos que perpetra Netanyahu en Gaza, es posible justificar la obsesión por impedir que la teocracia persa adquiera las armas con que podría borrar del mapa a Israel.

Por cierto, si Irán se acercó tanto al poderío nuclear es porque Trump, por presión de Netanyahu, rompió el acuerdo alcanzado por Barak Obama y Hassan Rohani en el 2015, que el régimen persa estaba cumpliendo.

Si la percepción del Mossad sobre el desarrollo nuclear iraní fuese equivocada, la ofensiva israelí habrá causado que, en caso de sobrevivir a esta guerra, el lunático régimen de los ayatolas produzca o adquiera bombas atómicas para lanzarlas a Israel.

El conflicto irano-israelí atravesó décadas siendo una guerra indirecta y empezó a acercarse a las puertas del infierno en abril del 2024, cuando Israel atacó la embajada de Irán en Damasco y el régimen iraní respondió con misiles sobre el territorio israelí.

Esta es la tercera etapa de un odio iniciado en 1979, cuando la revolución islamista derribó al sha Reza Pahlevi y el ayatola Jomeini creó la teocracia chiita.

Los estados árabes habían desconocido a Israel e intentado eliminarlo en tres guerras: las de 1948, 1967 y 1973. La última dejó el rol de beligerancia directa a la OLP liderada por Yasser Arafat. Pero a fines de los 80, por las negociaciones secretas de Oslo, el rol protagónico de enemigo existencial de Israel fue asumido por Irán.

Fue una guerra indirecta, librada por Irán a través del eje de proxis que Qassem Soleimani, comandante de la Guardia de la Revolución Islámica hasta que murió alcanzado por un misil en Bagdad, diseñó y puso en funcionamiento con Hezbolá en Líbano, Hamas en Gaza, una milicia alauita en Siria, milicias chiitas en Irak y los hutíes de Yemen.

Recién el año pasado empezaron los choques directos, pero fueron ataques advertencia. Lo que ha detonado ahora es la conflagración abierta y total.

Estaba claro que aparatos de inteligencia israelíes habían infiltrado Irán. La primera señal fue el asesinato de Ismail Haniye, líder de Hamas radicado en Doha, cuando fue a Teherán a la asunción del presidente Masoud Pezeshkian.

La eficacia de la inteligencia israelí y su mayor capacidad en la defensa antiaérea, estarían haciendo la diferencia. Y salvo que todo sea un engaño propagandístico, esa diferencia es, por el momento, a favor de Israel.

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