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¡Guambia que se viene!

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Hay un viejo chiste atribuible al Uruguay (no sólo), de que, si algún día se anuncia el fin del mundo, mudate aquí, porque en nuestro país todo demora en suceder.

Algo de eso hay, con la brutal capacidad amortiguadora (¿adormecedora?) que tiene nuestra cultura y así nos está costando en muchas cosas, con actitudes desadaptadas a la realidad.

Pues, se viene un fenómeno que no nos va a esperar. Me refiero a la Inteligencia Artificial y, más en concreto, a programas como el Chat GPT, que está monopolizando la atención del mundo.

Quizás desde la revolución del dot.com no veíamos un hecho o una actividad con iguales características de revolución tecnológica. Dicho simplistamente, son programas informáticos que captan, relacionan, almacenan y luego seleccionan, toneladas de información que puede utilizarse para sustituir actividades intelectuales del ser humano, con enorme ahorro de tiempo y (no siempre), mucha mayor efectividad.

La capacidad de almacenamiento y los algoritmos superan la capacidad intelectual de cualquier ser humano, aunque no para todo tipo de actividad intelectual. Asusta.

Y si, además, se toma en cuenta que esa máquina de producir conocimiento es falible: aterroriza.

No es la primera revolución tecnológica que conoce la humanidad y como en casi todos los casos anteriores, genera reacciones, fuertes y diversas: del temor y el rechazo, a la alucinación y la euforia.

Es una realidad que no va a esperar el despertar de la siesta uruguaya. Hay que encararla. Sin simplificarla y, sobre todo, sin politizarla -ubicuo ingrediente básico de nuestro amortiguamiento vivencial.

Porque en muy poco tiempo, esta noticia, que hoy parece remota y teórica se va a convertir en impacto real sobre nuestra sociedad.

La innovación es básicamente un ejercicio gigante de estadísticas que puede procesar textos y otros conocimientos en tiempo real. Eso implicará impactos trascendentes en una cantidad enorme de actividades intelectuales (lo que quiere decir, en la vida de una cantidad enorme de seres humanos).

La mayoría de las revoluciones tecnológicas produjeron impactos en el trabajo: inicialmente negativos, provocando reacciones, hasta violentas, contra las nuevas tecnologías, pero que luego fueron más que compensadas con efectos positivos sobre la producción.

No está claro que ése vaya a ser el caso ahora, me refiero a la generación de transformaciones ulteriores que compensen las pérdidas iniciales.

Estas últimas sí son clarísimas. Actividades como algunas profesiones liberales, por ejemplo, caso abogados, escribanos y contadores, que incluyen grandes cantidades de personas empleadas en tareas repetibles, van a recibir un golpe muy fuerte.

Qué decir de la educación, sobre todo en el Parque Jurásico de nuestra educación pública: ¿cuánto funcionario, percudido de rutinización (existe el término?) pasará automáticamente a la obsolescencia? ¿Y nuestro nutrido ejército de funcionarios públicos, con sus formularios, sellos y trámites? Si hoy sobran, con la AI ni te digo.

Hay que encarar todo esto sin demora y no con asambleas, manifestaciones y paros.

Por otra parte, si bien el potencial positivo de estas nuevas tecnologías es inimaginable, tienen también su lado oscuro y hasta peligroso.

Pueden servir para potenciar la criminalidad cibernética, para distorsionar el funcionamiento de la democracia y hasta para producir gigantescos errores, al carecer de la capacidad de discernir y depurar los errores incurridos en su elaboración.

El tema merece la atención prioritaria del gobierno, pero no para endilgarle la solución del problema al Estado ♂-a la uruguaya- sino para que, ejerciendo liderazgo y encarnando la representación del Estado y de la sociedad, convoque a los sectores idóneos y a los potencialmente afectados (a científicos, expertos, gremiales, sindicatos, parti-dos, etc.), a organizarse para hacer un estudio objetivo del asunto y elevar propuestas. Una comisión especial, como las tradicionales del Reino Unido.

Lo que, lamentablemente no se pudo cumplir a cabalidad en el tema de la seguridad social, por el empacho ideológico - electoral de las instituciones político-sindicales que pueblan el Uruguay Jurásico.

Tratado como venía tratándose la educación y la seguridad social, este tema tendrá un impacto devastador sobre nuestra sociedad.

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Ignacio De Posadas

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