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El dolor doble de un demócrata

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gina montaner
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El congresista demócrata por Maryland Jamie Raskin enterró a su hijo un día antes del asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021. Tommy, que cursaba estudios de Derecho en Harvard, sufría de depresión y les dejó una nota a sus padres admitiendo que el vaivén de la tristeza lo había vencido.

 También les pedía que no abandonaran sus deberes cívicos. El compromiso social de la familia Raskin es sólido y Tommy se despedía de este mundo pero no sin antes reiterar sus convicciones a las personas que más amaba.

A pesar de un dolor que ha descrito como paralizante, su padre reunió fuerzas y aquel 6 de enero acudió a la certificación de Joe Biden como presidente electo. Sería un día trascendental en medio de la campaña de falsedades lanzadas por Donald Trump desde que perdió las elecciones. Negado a aceptar los hechos avalados por los tribunales y hasta por su propio Secretario de Justicia, William Barr, Trump diseminó como la pólvora entre sus seguidores que había sido víctima de un fraude electoral. Desde el púlpito instigó a los manifestantes a “salvar” a Estadpos Unidos del supuesto pucherazo y luego, tal y como ha revelado el comité de la Cámara de Representantes que investiga el ataque al Capitolio y del que forma parte Raskin, siguió por la televisión los dramáticos acontecimientos.

Jamie Raskin había invitado a una de sus hijas y a su yerno a que lo acompañaran a tan histórico evento. Cumplir con su deber era una manera de honrar la memoria de su hijo. Y también, tal vez, un mecanismo para apartar la mente por unas horas de su punzante ausencia. Nunca imaginó que una ceremonia que forma parte de los rituales de la democracia se convertiría en un bochornoso espectáculo protagonizado por una turba violenta que pretendía abortar el traspaso de poder acreditado por la voluntad de los electores.

Temió que las vidas de los representantes e invitados corrían peligro. Por los pasillos del mayor símbolo de la democracia estadounidense avanzaban con furia los asaltantes que atacaron a los policías y saquearon el recinto.

Después de tan traumático episodio que acabó con cinco muertos, más de un centenar de policías heridos y 700 arrestos, Raskin se propuso escribir crónicas paralelas sobre dos hechos que hasta entonces eran impensables para él: la pérdida de su hijo y el golpe a la democracia que supuso el asalto al Capitolio. Hoy en día más de la mitad de los republicanos cree que hubo fraude electoral y uno de cada tres estadounidenses justifica actos violentos contra el gobierno. La semilla de lo que ya se conoce como La Gran Mentira echó raíces en el imaginario colectivo y en el propio partido republicano son pocos los que han repudiado abiertamente tales fabricaciones.

Raskin acaba de publicar Unthinkable: trauma, truth and the trials of American Democracy. En su libro trenza una conmoción por partida doble: aprender a vivir día a día tras el suicidio de un hijo y asimilar el aumento de una extrema derecha dispuesta a echar por la borda el Estado de derecho. El político concluye: “Si una persona puede crecer mediante un trauma y una pérdida impensables, una nación también podría hacerlo”. Es el optimismo cauteloso de quien ha visto el abismo de cerca y advierte del peligro que supone permitir que los cimientos de la democracia se desmoronen.

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