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Gerardo Sotelo
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El 1° de mayo de cada año recuerda a los mártires de la lucha de los trabajadores por su dignidad y bienestar, pero bien podría ser el día de los seres humanos.

Hay cuestiones que definen a nuestra especie y le marcan un rumbo compartido, como la palabra, el amor, el sentido de lo trascendente y el trabajo. Los seres humanos no podemos vivir sin transformar la materia y el conocimiento, generando así lo que llamamos, a falta de una mejor denominación, riqueza.

La riqueza material o intelectual es siempre el fruto del trabajo de alguien, que procurando construir su bienestar, termina descubriéndose a sí mismo. El trabajo realizado con dignidad y conciencia, genera un beneficio individual y colectivo, que libera a las personas de la miseria, la ignorancia y la superstición.

La economía del conocimiento está teniendo un impacto social extraordinario. Los nuevos ricos no se dedican al negocio de los granos, la maquinaria o el petróleo sin al desarrollo del conocimiento, principalmente en las áreas de la tecnología y los servicios.

El conocimiento, a diferencia de la riqueza basada en bienes materiales, puede compartirse sin que su propietario pierda un centavo. Más que eso, su capacidad de crear riqueza dependerá en buena medida de su habilidad para compartir su conocimiento con los socios adecuados.

Esta dinámica ha generado, en el extremo opuesto a las grandes corporaciones, un entramado de pequeños y medianos emprendimientos que ocupan hoy el centro del proceso social y productivo. Un tipo de empresa que es particularmente relevante en la generación de empleo. Se calcula que las pymes generan hoy más del 60 por ciento de los puestos de trabajo que existen en el mundo.

Una economía global con estas características puede promover la colaboración de una manera más enfática que la tradicional, y con ella el desarrollo de valores morales universales. De algún modo, ya lo está logrando: las cifras muestran que la humanidad nunca ha vivido mejor que ahora, cualquiera sea el indicador de bienestar que se utilice.

Promover la libertad en toda su extensión, liberar de cargas a la generación de conocimientos, asegurar el acceso a la tecnología, la educación y a condiciones de vida digna para todos; superar barreras basadas en prejuicios sociales de cualquier tipo, reconocer los límites que nos impone la naturaleza al desarrollo y aceptar la convivencia social pacífica con arreglo a la ley, es el corazón del nuevo paradigma económico, político y cultural.

En este contexto, ¿qué sentido tienen iniciativas tales como "tocar los bolsillos de los ricachones" o alentar un "fuerte shock de inversión pública" de un Estado deficitario y endeudado? ¿Cómo se puede sugerir que se aumenten los impuestos, se desaliente la participación de la sociedad civil en la solución de los problemas sociales, se aplauda dictaduras crueles y gobernantes corruptos, y en términos generales, se mantenga la tesis, probadamente falsa, de que si nos falta dinero es porque el que existe está mal repartido? ¿No es esta una forma de cultivar la ignorancia y la superstición?

La dirección del Pit-Cnt puede estar de espaldas a la realidad que se vive en Uruguay y en el mundo, pero no tanto.

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