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¿Lula o Bolsonaro?

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francisco faig
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Es difícil saber quién ganará en Brasil: los bandos quedaron muy parejos y las encuestas no son fiables. Sin embargo, es fácil darse cuenta qué conviene a Uruguay.

Hubo un antes y un después de los años de izquierda en el poder en Brasil. No tanto desde la perspectiva de las mayores o menores coincidencias ideológicas de Lula y Rousseff con los Kirchner, Bachelet, Chávez o Morales, por ejemplo, sino desde una dimensión mucho más relevante como es la de la consolidación de la hegemonía brasileña del lado Atlántico de Sudamérica.

Es que, en efecto, luego de la derrota de Malvinas en 1982 Argentina perdió pie en el equilibrio de poder con Brasil, y terminó de caerse tras su feroz crisis de 2001- 2002: Buenos Aires, que ya estaba lejos demográficamente de Brasilia, se alejó aún más en peso económico, diplomático y militar con respecto a su principal socio y adversario. Completamente desequilibrado en finanzas y economía, Argentina operó un crecimiento que no contradijo el norte de encierro comercial fijado tradicionalmente por la industria brasileña, a lo que se sumó un boom agroexportador regional que hizo que ninguno de los dos buscara abrir el Mercosur al mundo.

Con la politización del bloque bajo férrea influencia del Brasil de Lula, Uruguay no pudo hacer lo de Chile, Perú o Colombia, por ejemplo: tratados bilaterales con las principales potencias que valoraran el lugar estratégico de Montevideo, a la vez que multiplicaran posibilidades de inversiones y mayor comercio. Sin embargo, luego de la caída del modelo de corrupción que se extendió por el continente con el gobierno del Partido de los Trabajadores entre 2003 y 2016, y con el viraje económico liberal de Bolsonaro en 2019, se abrió una rendija de luz en el encierro del Mercosur.

Nuestros zurdos, que nada entienden del interés nacional, desean el triunfo de Lula.

El gobierno de Lacalle Pou supo aprovechar muy bien esa oportunidad. Planteó la apertura bilateral a China, Turquía o Reino Unido, por ejemplo, apoyándose en la Brasilia de Bolsonaro, a la vez que no confrontó al apolillado manual de sustitución de importaciones que aún guía al kirchnerismo. Hubo así un logro bilateral tan formidable como poco destacado: la reciente desgravación total del arancel externo común de las mercaderías producidas en zonas francas, lo que potencia fuertemente el entramado productivo de nuestras zonas francas mirando al Brasil. Y hay más iniciativas pendientes de gran impacto regional, como por ejemplo la hidrovía Laguna Merín- Laguna de los Patos.

Si gana Bolsonaro, ese talante de mayor apertura se mantendrá convencido de que Brasil sólo puede dar un mayor salto al desarrollo si abre más su economía. Si gana Lula, la vieja trenza argentino- brasileña, que tan bien fuera explicada por Sergio Abreu en su libro de 2013, hará un nuevo nudo para contrariar los intereses de Montevideo: desde Buenos Aires, de forma de abortar cualquier impulso para un desarrollo relativo mayor de este lado del Plata; desde Brasilia, para asentar su influencia atlántica apoyada en el convencimiento ideológico de un Mercosur cuya única llave resida en Itamaraty.

Se sabe que nuestros zurdos, devotos de la patria grande y que nada entienden del interés nacional, desean con fervor el triunfo de Lula. En tal caso, infelizmente, Uruguay deberá bailar con la más fea.

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