Fábulas fallidas

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francisco faig
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Desde el inicio del gobierno de Lacalle Pou la izquierda cultural, política y sindical ha librado duras batallas con el fin de que sus fábulas se apropien del sentido común ciudadano e interpreten así hegemónicamente la realidad del país.

Al inicio, la fábula elemental sirvió para oponerse radicalmente a los cambios que traía la alternancia. Los mejores ejemplos son el panfleto “vamos a la plaza” de Metele que son pasteles, o los paros que, antes del fatídico 13 de marzo de 2020, ya habían sido convocados contra el gobierno. El espíritu, delirante, era de resistencia al fascismo, como si Montevideo fuera Roma en octubre de 1922. La gente, razonablemente, no la creyó.

Luego, la fábula más terrible tuvo el objetivo de oponerse a la política económica, social y sanitaria del gobierno durante la pandemia, entre marzo de 2020 y setiembre de 2021. A veces soterrada, otras explícita; pero nunca la oposición dio tregua con sus propuestas trastornadas: desde cerrar todo con cuarentena obligatoria, hasta masivas convocatorias de protestas a pesar de no contar aún con vacunas y cuando la recomendación médica era la de no aglomerarse, pasando por la crítica feroz e inoportuna por la política de vacunas, y terminando por lo más ruin y despreciable de todo el período: el concepto de “muertes evitables”. La gente, tranquila, tampoco la siguió.

Hubo otra fábula de baja intensidad, pero permanente: la de un gobierno autoritario. Por un lado, la izquierda llegó a inventar abusos policiales, como los de la plaza Seregni a fines de 2020, por ejemplo, con tal de hacer verosímil su relato. Por otro lado, incluso con el protagonismo artero de la politología zurda y la reptil colaboración de una fundación alemana, la izquierda ha intentado imponer la idea de que el proceso de la ley de urgente consideración dañó nuestra democracia. Aquí también, la gente no apoyó tanta mentira.

Todos estos años la izquierda se ha dedicado a instalar fábulas para descalificar al gobierno.

La fábula de la falta de capacidad del gobierno gritó histérica frente a cualquier discrepancia interna de la Coalición Republicana, pero chocó contra una dura e inapelable realidad: todo el mundo se dio cuenta de que aquí hubo una conducción fuerte y decidida en un contexto de crisis gravísima. La fábula de la insensibilidad neoliberal tampoco prendió, cuando quedó tempranamente claro que todo el despliegue de políticas sociales y económicas del oficialismo buscó sostener a los que peor pasaron la tragedia de la pandemia, y cuando la gente vio que el modelo argentino que preconizaba la izquierda resultó una calamidad.

Ahora, la nueva fábula zurda quiere hacer creer que la situación de inseguridad es una catástrofe. Y si bien todo el mundo entiende que hay un gravísimo problema con los homicidios, es evidente que todos los demás índices son hoy mejores que los que el país presentó en el bienio 2018-2019. Aquí el relato izquierdista se hace más trastornado aún, porque los que critican son los mismos que estuvieron al mando y dejaron un desastre de inseguridad. Y la gente, obviamente, se da cuenta.

En todos estos años la izquierda se ha dedicado a intentar instalar fábulas para descalificar al gobierno. No lo ha logrado. Sin embargo, no sólo no cambiará ese talante de aquí a las elecciones, sino que agravará su estrategia de agitación y propaganda.

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