El país del gerundio

Se está por cumplir un año de las elecciones parlamentarias y de primera vuelta presidencial, y la verdad es que dan muchas ganas de decir: “¿vieron? Había que ganar”.

En seguridad: ¿alguien pensó que podía mantenerse la senda de mejora radical iniciada en 2020, con una izquierda que en campaña negaba las cifras oficiales y además proponía la desprisionalización de las cárceles? En educación: ¿alguien suponía que podía avanzarse en mejorar la calidad de la enseñanza, si con la izquierda ganarían el mando los sindicatos conservadores que nos habían llevado a una decadencia continua de dos décadas? En inserción internacional: ¿alguien creía que insistiríamos en el CPTPP de Asia-Pacífico, cuando la consigna izquierdista sigue siendo más y mejor Mercosur alineado con Brasilia?

En economía: ¿alguien creyó que habría de plantearse una reforma de gobernabilidad de empresas públicas, una modernización- eficiencia del gasto público (como lo sugiere Ceres, por ejemplo, hace ya tiempo), o una política de competitividad que enfrentara el atraso cambiario y su consecuente enfermedad holandesa a la uruguaya? En sociedad: ¿alguien creyó que el globalismo izquierdista no profundizaría el discurso ambientalista radical, las tonterías woke pro-género lgbthijk, y toda la agenda anti-familia y pro-malthusiana de las agencias de la ONU? Alguno podrá decirme que en estos asuntos el gobierno de Coalición Republicana (CR) no fue a fondo. Y es verdad. Pero también lo es que al menos con la CR no teníamos a travestis bailando mal en presidencia como si eso fuera arte, y que el esfuerzo reformista en servicio civil sobre las licencias médicas había al menos avanzado un poquito. Es cierto que es menos de lo que se precisa; pero igual es más que lo de hoy con la izquierda gobernando.

En seguridad social: ¿alguien creyó que la izquierda iba a apagar de verdad el incendio de la caja de profesionales? Le puso un parche por unos años, y que en todo caso lo arregle el que llegue en 2030. ¿Alguien espera que del diálogo social surja algo mejor que la progresiva reforma aprobada por el gobierno de la CR y de hecho ratificada por el pueblo hace un año? Entretanto la iremos llevando, con ese gerundio elevado a imperativo moral que describe nuestro ADN identitario desde hace décadas.

Hace unos años un amigo me sugirió una metáfora nacional: somos como Disneylandia, en la que por el día todos hacen como que son Mickey, Donald o el que sea; opositor, gobernante o lo que fuere. Y al finalizar la jornada, todos volvemos a nuestra normalidad hecha del gerundio como axioma y sin quemarnos la cabeza por nada. Con todo, hay otra metáfora, que yo creo más pertinente: la de la rana en la olla que se cuece a fuego cada vez más alto y no percibe que se va muriendo.

Entre octubre y noviembre de 2024 quedó claro que la mayoría prefiere ser Disneylandia. Agustín Iturralde, jefe de programa del candidato Delgado, lo escribió el viernes antes del balotaje: estaba convencido de que ganara uno u otro, “no pasa nada”. Así las cosas, ni siquiera tengo claro que el “¿vieron? había que ganar”, sea realmente compartido por la mayoría de los que perdieron. “Eso habría que irlo viendo”, sería la respuesta del país del gerundio, mientras la ranita sigue cocinándose sin darse cuenta.

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