La madre de Jorge Luis Borges, doña Leonor Azevedo, falleció a los noventa y nueve años. Una amiga de la fallecida llegó al velatorio y le comentó al genial escritor su pesar porque “la pobre Leonorcita se había muerto tan poquito antes de cumplir los cien”.
Con su ironía única Borges respondió: “Veo señora que es usted devota del sistema decimal”.
Muchas civilizaciones, incluida la nuestra, basaron sus sistemas numéricos en el diez (decimal). Eso facilitó el conteo y desarrollo de las matemáticas. Está presente en nuestras vidas de forma positiva y negativa.
Contamos de a diez, de a cien, de a mil. No nos detenemos en el 9, el 22 o el 43. Utilizamos decenas, centenas, millares, millones, billones.
Muchas veces en cosas tan simples como las promociones se tiene en cuenta lo decimal por lo que comunica y comprendemos. Por ejemplo para que un precio se perciba como barato se realizan ofertas que no alcancen el diez o el cien. El famoso 99,90 o 9,90.
Sí.
Somos fanáticos del sistema decimal. Quizás porque contar de a diez da la ilusión de entender el mundo.
En el deporte el diez posee un significado especial.
Ese dorsal es sinónimo de magia y calidad. En el fútbol es el de Pelé, Maradona, Schiaffino, Zidane, Messi, el del creador, el artista, el que lidera con su talento y juego. En el rugby es el número del apertura, el que piensa y decide si abrir o cerrar el juego, patear, pasar o correr. Puntuar con un penal o avanzar con un “kick” para ganar yardas depende de él. El número está presente en la historia.
Diez fueron los mandamientos revelados a Moisés en el Monte Sinaí. Diez son los compromisos éticos del budismo. Diez los dedos de nuestras manos y de nuestros pies. Diez es la perfección y la mayor puntuación cuando se califica a alguien o algo.
A Borges le fascinaban los sistemas numéricos y la influencia de estos en el entendimiento y comprensión como se puede constatar en “La Biblioteca de Babel”. Ese Universo, Biblioteca, compuesto por galerías hexagonales, anaqueles infinitos, zaguanes, un espejo y libros, muchos libros.
Otro al que le fascinaban los números era a Pitágoras.
Encontraba en ellos belleza, perfección y hasta masculinidad y femineidad.
El filósofo y matemático le asignaba especial importancia al número diez.
Lo valoraba por ser la suma de los primeros cuatro (1+2+3+4). Lo con- sideraba el número perfecto, el que simbolizaba la armonía y el orden cósmico.
Salvando las distancias, el diez estará presente en las mesas de votación el domingo que viene con candidatos serios y profesionales.
En Río Negro con el ingeniero Gualberto Carminatti, Paysandú con David Helguera, Tacuarembó con Fede Silva, Durazno con la Dra. Ana Hunter, Florida con Pablo Lanz y en Lavalleja con el Cr. Robert Bouvier. A ellos se suman candidatos con otros números en Rivera, Artigas, Rocha y Soriano.
También en Canelones y Montevideo. Ahí el diez lo llevan Walter Cervini y Vicky Cáceres. Junto a los anteriores son parte de una nueva generación que aportará mucho al país.
Tienen perfiles distintos.
Walter se hizo de abajo. Carnicero de origen, con sus hermanos convirtió el negocio familiar en supermercado. Es de 18 de Mayo, cerca de Las Piedras. Su inteligencia es tan grande como su físico. De las personas más nobles y trabajadoras que conozco. No se rinde nunca.
Vicky es un gran descubrimiento.
Todos conocíamos su capacidad mostrada cuando, pese a su juventud, fue designada presidenta de ANEP. Serena, pero firme. No grita ni habla bajo. Persuade, razona, se fija objetivos, traza metas y las cumple. Al escucharla uno se convence de que el futuro puede ser mejor.
Ella y Walter conformaron equipos de técnicos serios que los respaldan con las propuestas y políticas que necesitan Canelones y Montevideo.
Los modelos de gobierno en esos departamentos están agotados y no logran dar respuesta a los desafíos de hoy.
Es tiempo de cambio y esta nueva generación pide ocuparse.
En Crotona, a Pitágoras le encomendaron formar a jóvenes y adultos. Los dividió en dos grupos.
Por un lado los mathematikois, jóvenes a quienes comunicaba los co-nocimientos científicos con espíritu crítico.
Por el otro los akoumastikois, adultos a quienes daba a conocer los conocimientos y preceptos morales pero sin profundizar.
Con el tiempo, los akoumastikois se convirtieron en guardianes de los conocimientos de Pitágoras.
Los jóvenes mathematikois fueron más allá: los desarrollaron, profundizaron y perfeccionaron.
Hoy dos jóvenes proponen desarrollar, perfeccionar, mejorar Canelones y Montevideo. Es tiempo de avanzar hacia el futuro, construirlo.
Son serios, inteligentes y desafían a adultos que se quedaron sin respuestas y son custodios del pasado.
Van con la diez.
El número favorito de Pitágoras, el que es la base del sistema decimal del que era fanática la amiga de la madre de Borges. El del creador en el fútbol, los dedos de las manos y de los pies, los mandamientos dados a Moisés y los principios de Buda.
El once, el diez.