El lúcido escepticismo humanista de Quino

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Claudio Fantini.
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Remando contra sus timideces y buceando sus introspecciones, Quino explicó que su mirada crítica, más que centrarse en la sociedad, apuntaba “al hombre”, al que describió como “un ser mal terminado” que está “intoxicando el mundo y enfermando la naturaleza”.

Corría el año 1977, o sea todavía estaban lejos los agobios por el cambio climático y por la primera pandemia global, pero la lucidez que expresa a través de sus personajes afloró también en los trazos con que describió su escepticismo, paradójicamente humanista, sobre la especie humana en el diálogo con el agudo Joaquín Soler Serrano.

Al morir en el 2020, el calentamiento global ya había dado la razón a esa mirada escéptica sobre lo humano. De vivir un poco más, la pandemia se lo habría corroborado: en la propia naturaleza de la especie está la causa de sus tribulaciones más oscuras y hasta de su posible extinción.

La dirigencia mundial no sólo fracasó en enfrentar la pandemia con todos los instrumentos con que cuenta para imponerse sobre ella, sino que antes de dar por concluido el flagelo sanitario, ofreció el deplorable espectáculo que confirma su anacronismo y su inutilidad para afrontar los desafíos que afronta la humanidad.

A las amenazas globales, como el cambio climático y la nueva era de pandemias, sólo se las puede enfrentar de manera global, pero tanto al coronavirus como al calentamiento del planeta la humanidad intenta enfrentarlos desde el orden mundial vigente, con sus fronteras, sus disputas geopolíticas y sus competencias y tensiones por lograr el liderazgo internacional.

Al covid se lo hubiera enfrentado más eficazmente si, además de la proeza científica de obtener vacunas en tiempo récord (objetivo que se logró) se realizaba la proeza política y logística de realizar una vacunación global masiva y simultánea. Pero el orden mundial mantuvo sus fronteras y sus competencias entre Estados nacionales, alargando el camino hacia la inmunidad global.

El orden mundial vigente también alarga el camino hacia los niveles de emisiones que desacelerarían la marcha del calentamiento global.

Las amenazas de la era que ha comenzado son globales y totales, o sea, más que amenazar con diezmar, amenaza con extinguir a la especie humana. Sin embargo, en el escenario internacional los liderazgos siguen aferrados al orden mundial que se inició con el surgimiento del Estado-nación y tuvo lógica histórica hasta el siglo XX, perdiéndola por completo con el inicio de la era de las amenazas globales a la humanidad.

La pandemia aún no terminó; el sistema Covax fue un fracaso estrepitoso y la ausencia de una vacunación global y simultánea sumó cientos de miles sino millones de muertes que habrían podido evitarse si se lograba una vacunación global y simultánea, frenando las mutaciones y reduciendo las olas de que implica cada variante nueva del virus.

En ese escenario de por sí desalentador, las superpotencias reiniciaron sus pulseadas para ganar posiciones en el tablero estratégico.

Como si la pandemia hubiera sido vencida al mínimo costo posible, China volvió a su presión expansionista sobre los vecinos y Rusia tendió un cerco militar asfixiante sobre Ucrania, anunciándole al mundo que está dispuesta a causar una guerra en Europa si no son atendidos sus reclamos geopolíticos.

También Estados Unidos actuó durante la pandemia como lo hace frente al cambio climático: priorizando salvaguardar su rol de liderazgo en el orden mundial que, en las circunstancias actuales, resulta contraproducente.

El nacionalismo zarista y anacrónico de Vladimir Putin usó la vacuna rusa como un instrumento de competición internacional y, a renglón seguido, envió los tanques a despertar fantasmas de guerra por cuestiones que corresponden a otros tiempos. Y posiblemente, al estado norteamericano le interese menos salvar a Ucrania de una invasión rusa, que salvar el proyecto de expandir la OTAN tendiendo un cerco geopolítico sobre Rusia.

Tampoco se puede descartar que Washington esté buscando elevar el riesgo de guerra en Europa para dar por tierra con el plan ruso de maximizar sus exportaciones gasíferas a Europa.

Que el mundo esté viendo tanques y ejércitos cuando debiera estar viendo dirigencias que acuerdan políticas sanitarias globales y avances tecnológicos para detener el cambio climático, lo que muestra es el “ser mal terminado” que describía Quino con su lúcido escepticismo humanista.

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