Cuando el Moskva se hundía en las aguas del Mar Negro, sobre Rusia se levantaba una voz afirmando que la III Guerra Mundial ha comenzado. ¿Es así? La tan temida tercer gran conflagración, de la que se habla desde la segunda mitad del siglo pasado ¿finalmente ha estallado?
Para el régimen que encabeza Vladimir Putin, ese conflicto global ha comenzado porque la OTAN está participando en la guerra de Ucrania al aportar armamentos al ejército del gobierno que preside Volodimir Zelensky.
Es cierto que la alianza atlántica es parte del conflicto. Sin las armas que está enviando, la resistencia ucraniana no habría podido contener la embestida del ejército invasor en Kiev. Hasta ahora, las potencias de Occidente, encabezadas por Estados Unidos, participan indirectamente en este conflicto en el que, de manera directa, se enfrentan Ucrania y Rusia.
Que la participación del bloque euro-norteamericano sea indirecta, quiere decir que el conflicto “puede mundializarse”, pero aún no es una conflagración mundial. De ser así, la guerra de Vietnam hubiera sido la III Guerra Mundial. En ella, Estados Unidos enfrentó de manera directa al Vietcong y también a fuerzas norvietnamitas, mientras que indirectamente se enfrentaba con la URSS, potencia que asistía con armamentos y financiación a sus aliados en la península indochina. O sea, los soviéticos participaron indirectamente de aquella guerra atroz que impuso Washington en su fallido y brutal intento de detener el avance del comunismo en el sudeste asiático.
Habría más ejemplos de conflictos en los que las superpotencias de la Guerra Fría se enfrentaron indirectamente, sin que se lo califique como Tercera Guerra Mundial, por lo tanto, tampoco debiera calificarse de ese modo al enfrentamiento indirecto entre la OTAN y Rusia.
La mentada conflagración ocurrirá cuando el choque pase a ser directo, o cuando empiece a producir un efecto Big Bang alcanzando otros puntos de Europa y llegando a Asia.
El riesgo de europeización del conflicto ruso-ucraniano, primer estadio de la Tercera Guerra Mundial, no sólo está en que Polonia, Rumania o algún otro país de la OTAN resulte atacado por Rusia o ataque a Rusia. También hay un gran riesgo en los Balcanes. China entregó armamentos a Serbia, el país balcánico cultural y políticamente más identificado con Rusia. Con esas armas, los serbios podrían lanzarse a la reconquista de Kosovo y, si tienen éxito, volver por los territorios que, con ayuda de Milosevic, los líderes serbo-bosnios Radován Karadzic y Ratko Mladic intentaron amputar a Bosnia Herzegovina.
Un arma clave que Serbia recibió de China es el misil antiaéreo HQ-22, proyectiles equivalentes a los Patriot y a los S-300 con los que podría defender sus ofensivas terrestres en Kosovo y en Bosnia de una nueva intervención de la OTAN.
Misiles chinos mediante, para la alianza atlántica será más difícil volver a doblegar a Serbia como lo hizo en 1999, atacando con su poderío aéreo a Belgrado desde el Mar Adriático.
Si lograra recuperar Kosovo, los HQ-22 y otras armas que recibió de China la tentarían a lanzarse nuevamente a la construcción de “la Gran Serbia”, embistiendo contra Bosnia Herzegovina para retomar la guerra con limpieza étnica que Karadzic y Mladic llevaron adelante hasta que los bombardeó la OTAN.
El reinicio de aquella guerra europea sería parte del caos al que ya se justificaría llamar III Guerra Mundial. Una situación que podría tener como extensión asiática una ofensiva china contra Taiwán con el objetivo de poner la isla bajo control de Pekín.
La invasión de Ucrania implicó poner a Europa en camino hacia la III Guerra Mundial. La tan temida conflagración aún no ha estallado, pero las condiciones para que estalle están planteadas en Europa y Asia.