Un extranjero que en el Uruguay se acerque a medio de comunicación, se encontrará con una imágen de país muy diferente a la que recogerá cuando, con afán de objetividad, opte por otro instrumento para completar su información.
Supongamos que en su primer intento eligió una publicación opositora. Allí se le dirá que el país marcha sin rumbo, carente de un plan general que organice las diferentes políticas dándoles sentido unitario. Así, en los últimos cuatro años se incumplieron las políticas fiscales que el propio oficialismo había impuesto, el ataque a la pobreza de la niñez epecialmente en los más pequeños, ha tenido deplorables resultados, se está lejos del pleno empleo y la reforma educativa, pese al montaje publicitario que la rodeó, continúa sin cambios o más bien retrocediendo, dada la nula participación de maestros y profesores para complementarla. En iguales condiciones se encuentra la salud, sin haber advertido que el sistema, inaugurado oportunamente por la izquierda, requería ajustes y atención. La derecha, así se califica a la coalición oficialista, gobierna para una pequeña burguesía enriquecida (caricaturizada con la imágen del malla oro), con cuyo aporte exclusivo piensa que el país progresará. Todo esto sin hablar de la seguridad pública, donde, en tono dramático, se denuncia que el Uruguay ha caído en un pozo irreversible que amenaza la vida de los orientales. Solo la distingue un negativismo cerrado, hermético, que nada concede a su contraria política.
Ésta por su parte, se defiende negando las acusaciones. Reprocha a su opositor, acusándolo de inacción durante su larga estadía en el gobierno donde no realizó ningun de las reformas que ahora con tanto énfasis reclama. El Uruguay sostiene, pese a condiciones externas negativas, está mejor que en el pasado reciente, la economía avanza, el PBI crece, la ocupación laboral aumenta, se implementó la reforma educativa y es hora de concretar sus logros. El país ha hecho ingentes esfuerzos por lograr una inserción internacional que el Mercosur, de pésimo funcionamiento, obstaculiza. Se ha concretado una reforma jubilatoria sensata que permitirá a la nación sortear dificultades futuras. Sin embargo el Frente Amplio abroquelado en su programa en nada colabora.
Mirándolo en su conjunto el país se debate entre dos propuestas que pese a no ser totalmente antagónicas, pues ambas pretenden mejorar el modelo capitalista, se presentan como enemigas irreconciliables. Sin embargo existe una diferencia profunda entre ellas más allá de su mera oposicion. Como es sabido, la izquierda uruguaya ha perdido su ideología, carece de conceptos para impulsar la revolución proletaria que la conduzaca a la sociedad sin clases donde los medios de producción sean propiedad de la comunidad. Ya ni siquiera la menta. Pero si bien ha perdido el medio teórico para lograr ese sueño, aquello que constituía su ideología distintiva, sigue soñando con su resultado (o su premisa), la sociedad perfecta, donde todo es posible, bajo el gobierno del proletariado. Y es esa utópica sociedad inexistente, la que contrapone a las más modestas propuestas de sus partidos opositores, generando la negatividad proposicional que la caracteriza.