Vio la última de Gustavo Petro? El presidente colombiano, en medio de una pelea en redes sociales con unas cuentas falsas (!), decidió abrir al público sus gastos de tarjetas de crédito. Y más allá de unos pagos exuberantes en Gucci o Prada (!!) la polémica estalló al saberse que en 2023 había gastado 40 euros en el Ménage Strip Club de Lisboa.
La respuesta del mandatario fue todavía más insólita. Dijo que “he aprendido a no acostarme con mujer de la que no nazca nada en mi corazón, y a no comprar el sexo cuando aún soy capaz de la seducción y de la poesía”. Más allá de la cursilería mastodóntica, la pregunta es ¿para qué fue a un burdel entonces? ¿Turismo? ¿Ciencia?
Lo que nos llamó la atención de esto es que hace al menos dos años que los medios globales hacen notas sobre los perros muertos de Milei. Pero, frente a un mandatario que cada semana deja en claro que la parvada de patitos en su azotea no marcha ni remotamente en línea, hay un silencio más que piadoso, sospechoso.
Pero en la penillanura levemente ondulada, el gran tema de la semana fue la cena del Centro de Estudios para el Desarrollo. Un evento anual donde se suele reunir la crema y nata del empresariado, la política, y quienes inciden con más peso en el debate público. Este año con un condimento especial, una charla en vivo con Marcos Galperin, fundador de MercadoLibre, y uno de los hombres más ricos del continente. Si no el más. Galperin vive en Uruguay hace años, pero tiene un ostentoso perfil bajo: no concede entrevistas, no va a eventos, y más allá de algún comentario en redes sobre política argentina, no se conoce mucho su pensamiento.
La instancia fue una charla con nuestro propio empresario tecnológico top local, Nicolás Jodal, con quien quedó en claro que Galperin mantiene una buena amistad. Más allá de que obviamente Jodal no es periodista, casi logra titular todos los medios de la región, cuando tras un comentario inocente, estuvo a punto de que Galperin dijera que lo de Temu es dumping. A último minuto, el empresario se corrigió, pero... Nicolás, si eso de las apps o las crypto te aburren, siempre hay un lugar en la redacción de El País.
La conversación fluyó por los lugares esperables: la guiñada patriótica/idiomática (Galperin dijo haberse adaptado a “piscina” y “boniato”, pero que su límite estaba en “championes”). O el párrafo inspirador “del secreto del éxito es seguir tu pasión”, al estilo “commencement speech” americano. Hace poco Scott Galloway, emprendedor y podcaster (que de vender humo algo sabe), dijo que “si alguien te dice que sigas tu pasión, significa que ya es rico. Y, por lo general, hizo su fortuna en una industria nada seductora, onda fundición de hierro o cosas así”.
Pero el intercambio tuvo dos puntos muy altos.
El primero vino más bien de Jodal, que le agradeció el apoyo financiero a la institución Impulso, que enclavada en el corazón de Casavalle, hace un trabajo fabuloso para ayudar a jóvenes que tienen todo el viento en contra, a encontrar un camino en su vida.
El autor tuvo la chance hace unos años de recorrer esa institución, posible gracias al esfuerzo de varios empresarios uruguayos de muy bajo perfil. Y es realmente impresionante. No sólo por los resultados concretos, sino por ser un ente testigo de que incluso con el peor de los entornos, el ser humano puede florecer.
Tal vez por eso le tienen tanta tirria algunas miradas ideológicas, que cada año buscan la manera de recortar la financiación privada a cosas como esa. En momentos en que se insiste con la sanata del impuesto a los ricos, que iría a engordar la chanchita de un estado que se gasta 10 mil dólares tan solo en el pasaje del ministro Ortuño a una conferencia ambiental en NY, es fácil comprobar cuánto más eficiente es el aporte espontáneo de la gente que sería espantada por el impuesto, en la vida real de los más necesitados.
Pero el otro tema interesante fue cuando Galperin habló sobre el cambio que ha visto en Uruguay en los 20 años que lleva viviendo entre nosotros. Habló del desarrollo inmobiliario, forestal, productivo. “Este es otro país”, dijo el empresario. Tiene razón.
Y es llamativo cómo muchas veces se precisa que alguien con una mirada externa, menos dañada por nuestra grisitud proverbial, nos haga ver que en el fondo es mucho lo que ha avanzado este país en pocas décadas. Y que suele quedar tapado por los hechos negativos diarios. O incluso por esa desesperación que nos ataca a muchos de saber de que con tan poco esfuerzo adicional, podríamos ser un país todavía mucho más vibrante y vivible para todos.
Por un momento, a la salida de la cena del CED, varios se miraban como diciendo “y, es verdad, capaz que no estamos taaan mal”. Si bien la complacencia es nefasta, tal vez deberíamos mirar más el vaso medio lleno que tenemos.
Y si no, basta mirar lo que votaron los pobres colombianos.