El atentado

El atentado contra la Dra. Mónica Ferrero ha sido un acontecimiento muy grave. Por suerte nadie ha buscado minimizarlo. La Dra. Ferrero ocupa un cargo particularmente delicado pero, además, ella es una funcionaria ejemplar; merece toda protección: de los ataques de afuera y de los ataques de adentro.

El narcotráfico es una amenaza desde varios lados. Es una amenaza sanitaria: destruye al consumidor física y mentalmente: destruye las familias. Es una amenaza de violencia; otros vicios que atrapan al individuo y corrompen la sociedad no producen el grado de violencia y de enajenación que produce la droga. Finalmente es una gran amenaza económica porque maneja enormes cantidades de dinero que pueden comprar represores, gobiernos, conciencias…

Cuando uno ve que los gobiernos más poderosos del mundo no han podido suprimir o controlar el narcotráfico uno tiende a pensar lo que el Ministro Negro tuvo la imprudencia de decir públicamente. Eso lleva a que algunos cedan a una lógica funesta porque no advierten un error de perspectiva. Veamos.

En los países ricos, en Europa o en Estados Unidos, hay plata grande para pagar lo que sea necesario pagar. Acá es distinto. Tengamos presente que en nuestro país se han capturado, éste año y varias veces, cargamentos de cientos de kilos de droga y todos los medios de comunicación, al dar la noticia del hecho, agregan que esa droga en Europa valdría el doble o más que acá. Eso quiere decir -si mi razonamiento no tropieza- que para el traficante es mal negocio vender esa droga acá.

Acá se trae y se vende droga para pagar el flete a ultramar: el flete quiere decir logística y sobornos. La participación de Uruguay es ser delivery (o la bicicleta del delivery). Si el Uruguay se pone las pilas y consigue que esta ruta no sea ya tan fácil el narco buscará otra. Hacer difícil esta ruta está a nuestro alcance si el Uruguay lo encara con decisión. Seguirá habiendo un mercado de menudeo y con material de segunda (la naturaleza humana tiene sus misterios, sus búsquedas, sus abismos) pero será de una dimensión menor, perfectamente al alcance de los medios uruguayos de represión y control.

No quiere decir esto que sea una tarea liviana y que pueda ser tomada con la pusilanimidad con que tomamos otras amenazas, como es el caso del abandono negligente de la enseñanza en manos de quienes vienen instrumentando su ruina hace cuarenta años. No será fácil pero es posible.

Si conseguimos hacerle problemático al narco el tránsito por nuestra geografía el combate contra la droga podrá ser policialmente neutralizado. En ese caso el empeño nacional irá vertiéndose en la educación y en la rehabilitación, es decir, en miradas y actividades que apuntan a la dimensión personal, al tratamiento de ese apetito de evasión que la droga promete falsamente satisfacer.

En este nivel siempre hay mucho por hacer y la política tiene su parte; no son solamente las Iglesias o las fundaciones benéficas. La droga es una huida de la realidad, un desengancharse de lo colectivo, un impulso a desresponsabilizarse del mundo en que se vive. Y ¿qué es la política sino el manejo participativo del mundo en que se vive?

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