Dr. Radi, la ciencia en la vida de todos

Al conmemorar la Noche de los Cristales Rotos, la B’nai B’rit pidió al gobierno reanudar la cooperación entre la ANII y la Universidad Hebrea de Jerusalén y el Ing. Ruperto Long, claro y rotundo, apoyó la solicitud y pidió apartar a la ciencia de la política.

Los dichos incomodaron al presidente Orsi, que sin aplaudir se levantó, intercambió palabras con el presidente del Comité Central Israelita y se fue sin saludar. Su entorno divulgó que el planteo “le hizo pasar un mal rato al presidente” y estuvo “fuera de lugar”.

Lo que está fuera de lugar es oficializar la molestia de un Mandatario al que se le dirige un pedido, por rechinante que le suene. La Constitución no limita la libertad de expresión por razón de oportunidad. La costumbre nacional tampoco. En nuestra democracia, los Presidentes siempre soportaron estoicos proclamas que a veces lindaban con la insolencia, enjaretadas en actos formales de escuelas, en conciertos del SODRE, en la Exposición Rural del Prado, etcétera.

Pudieron replicar por sí o por sus Ministros, pero la molestia no apareció. Por lo cual, la excepción del lunes pasado no vale como precedente para limitar la libertad de la oratoria ante los Presidentes de la República, cuyo más alto deber es y será, siempre, garantirnos a todos la libertad.

El episodio, aun siendo menor, invita a confirmar esa regla, de modo que los estados de humor presidenciales sigan sin ser tema; y que, en cambio, el escenario público se nutra con las ideas, los mensajes, las decisiones y las luces con que cada Presidente ilumine lo que vendrá. Lo hacemos constar porque la incomodidad se divulgó, fue noticia y no es cosa de que se convierta en molde a repetir.

Dicho esto, nos detenemos en un hecho que no figuró en la prensa pero merecer durar en el alma. El Dr. Rafael Radi disertó en Rotary Club Aguada sobre la ciencia en el país y el mundo. No se quedó en el repertorio de epidemias por el que siempre le preguntan, tras haber sido uno de los héroes civiles del GACH. Hizo un paneo histórico con la sencillez del Maestro que eleva todos los datos a conceptos.

Sabemos que Radi es interlocutor en centros mundiales de biología y medicina. Nos honra que integre sociedades de sabios y que, laico y agnóstico, sea el único uruguayo de la Pontificia Academia de Ciencias del Vaticano, tachonada de Premios Nóbel.

Pero el Dr. Rafael Radi no es sólo eso. Maneja las bases de una filosofía de la ciencia -una epistemología- que recupera el realismo tras décadas de relativismo haragán y de funcionalismo inmediatista. Llama a mirar horizontes amplios, desde la pasión incondicionada por la búsqueda de la verdad. Como enseñaba Benvenuto, no es “hombre de ciencia” sino “hombre que hace ciencia”.

En un país cundido de delitos, bandeado de yerros lógicos, donde todo se fragmenta por banderas políticas, muchos sentimos que movilizar y enriquecer el pensamiento es hoy trágicamente urgente. Tras haberlo reclamado como una voz que clamaba en el desierto, uno ahora sabe que no está solo. A la vista de a qué nos llevó un país sin debates y ayuno de filosofía, los que reclaman pensar profundo son ya legión.

Y bien. “Si se siente sed de profundizar, a la filosofía se entra por cualquier lado” enseñaba Malherbe. Las ciencias duras y humanistas abren caminos para la unión nacional desde la cultura, ya que aportan espíritu crítico, método y entrega incondicionada a la búsqueda de la verdad.

Eso le hace falta, a gritos, al Uruguay de dentro de un rato.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

premium

Te puede interesar