Diálogo de sordos

Finalmente llegó el día! Y el nuevo gobierno lanzó con toda pompa el llamado “diálogo social”, mediante el cual se buscarían amplios acuerdos para reformar la reforma de la seguridad social propuesta por el gobierno anterior, votada en el Parlamento, y ratificada en el plebiscito del año pasado.

Un aspecto que nos llamó la atención fue escuchar a un par de colegas “afearle” a parte de la oposición el no asistir. Hay que aclarar que Cabildo y el intendente de Paysandú, Nicolás Olivera, decidieron dejarse ver por el Auditorio del Sodre. Capaz para verificar qué tan impactante era la “imagen corporativa” en la que la organización se gastó medio millón de pesos.

El argumento de los periodistas iba por el lado “buenista” de que el diálogo sólo puede ser positivo. Es difícil saber cuál es el trasfondo de esta postura de los colegas, si frivolidad, ingenuidad o ignorancia. Porque esta propuesta de diálogo tiene implicancias políticas e institucionales muy serias.

Las políticas pasan por el lado de que hay una reforma, de un tema extremadamente complejo y técnico, que pasó por todas las instancias que requiere la ley, y fue aprobado por el sistema político primero, y por el soberano en una última instancia. Y acá lo que se está haciendo es reabrir ese debate, y de una manera que claramente pone al sistema político en un segundo plano respecto a otras formas de organización.

Por ejemplo, el Partido Nacional obtuvo en las eleccciones de octubre casi 700 mil votos, y tendría en este “diálogo social”, un representante. Exactamente la misma voz que una cosa llamada Plataforma de Infancias y Adolescencias u otra denominada Red Pro Cuidados. ¿A cuánta gente representan estos grupos? Nadie sabe. Pero a poco que se las investiga, queda claro cómo funcionan. Son como paraguas de otros pequeños grupos, donde se repiten siempre los mismos nombres, y las mismas consignas. En un 99% de los casos, vinculadas a causas que promueve la izquierda o la ultraizquierda.

Si uno investiga la pagina web del Diálogo Social, encuentra toda la dialéctica propia de este tipo de operaciones políticas. Hay “conversatorios en el territorio” (curioso que no digan “territorios”), hay seminarios con “mirada social y plural”, hay “aportes de la ciudadanía”. Bueno, de eso no hay mucho. Apenas seis en el sitio web, y por parte de gente que en cuatro casos no tiene vida digital, y en dos tienen su perfil de Facebook tapados de fotos de Carolina Cosse.

¿A que vamos con esto? A que, como partido político, prestarse a ir a algo así es pegarse un tiro en el pie. Porque tu participación será licuada en beneficio de una telaraña de organizaciones, que en el fondo solo triplican la voz de los mismos que se opusieron a la reforma de la seguridad social desde el primer día.

Esto nos lleva al aspecto institucional. Uruguay tiene desde 1830 una Constitución liberal. Con todos sus ajustes a lo largo del tiempo, es una norma que nos organiza en base a una democracia representativa, cuyo eje son los partidos políticos. Que reciben su legitimidad de elecciones con voto secreto y todas las garantías de la Corte Electoral, y que luego definen en un Parlamento integrado de forma proporcional, las leyes que nos regulan la convivencia.

O sea, yo voto a un partido que me representa en mis valores y mi ideología, lo dejo que hable y vote por mí en temas para los cuales no estoy formado, ni tengo tiempo de capacitarme, y a los 5 años evalúo si le reitero la confianza o cambio.

Este tipo de democracia la tienen todos los países avanzados, pero no es la única forma. Los partidos de ultraizquierda y de ultraderecha la han criticado siempre como una “formalidad burguesa”. Y han preferido lo que se denomina “democracia participativa”, donde en vez de ser el individuo el eje, son las corporaciones. O sea, organizaciones que hablan por usted.

Esta es la forma que adoptaron los países comunistas, fascistas, y de más está decir que ha sido un desastre. En los resultados, pero también en la justicia. Estas organizaciones son fácilmente cooptables por grupitos radicalizados, como puede dar fe cualquiera que haya ido una vez a una asamblea en la Universidad o en un gremio.

Y ese es el formato que adopta este “diálogo social”. Que será una conversación de sordos, donde todo el mundo sabe exactamente lo que quiere, y nadie va dispuesto a dejarse convencer de nada. La oposición solo va a dejarse llenar la cara de dedos, la izquierda racional va pensando que con esto deja tranquilos a los radicales, y podrá manejar más o menos la cosa. Y los radicales saben que alguna concesión se van a llevar. Estos, y los proveedores que se reparten el millón de pesos gastados apenas en la primera edición de este tinglado en cosas como “tótems digitales” o “pagos a artistas” (gracias PHD en Lógica y Libertad), serán los únicos beneficiarios del famoso “diálogo”.

Que los políticos lo impulsen por cálculos electorales, bueno... Ahora, el resto de la sociedad ¿no sabe esto? ¿No debería saberlo?

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