El presidente Orsi asistió esta semana a una peculiar “cumbre” en Santiago de Chile. Allí, varios líderes “progresistas”, fueron recibidos por Gabriel Boric, en un encuentro cuyo tema central fue la defensa de la democracia. Difícil tener alguna diferencia con algo con tan buenas intenciones. Pero, como suele suceder con demasiada frecuencia, no hay que mover mucho la piedra para ver las pinzas del cangrejo que se esconde debajo.
Además de Boric y Orsi, fueron a esta “cumbre” los mandatarios de España, Pedro Sánchez, de Colombia, Gustavo Petro, y de Brasil, Lula da Silva. Y más allá del tema de la defensa de la democracia, se esbozaron otros aspectos menos unánimes, como el combate contra (lo que ellos califican de) “ultraderechas”, o los “bulos” informativos. O sea, noticias con sesgo que buscan perjudicar a políticos progresistas. Porque si daña a otros, va por otro lado.
El primer comentario es preguntarse si un presidente en ejercicio, que una vez que asume ese cargo (al menos en Uruguay) representa a todo el país, debería ir a un evento que tiene ese tono partidario. Es como que Lacalle Pou hubiera ido a un “Derecha Fest”. Aunque es difícil que hubieran invitado a semejante “tibio”.
Hay un segundo punto complejo, que es la apropiación de un discurso pro democracia por gente que claramente no parece tener la misma visión de la misma. O al menos la visión que está en nuestra Constitución.
Si usted sigue la política española podrá ver que a Pedro Sánchez se lo califica de muchas maneras. Es un animal político, alguien con un instinto de supervivencia único, un líder que parece haber leído en la cuna, hasta el filo de la página de cada texto de Maquiavelo. Pero con los tejemanejes que hace con sectores de izquierda y derecha para no tener que llamar a elecciones, pagando para ello el precio de desmembrar su país, no parece que sea un paladín de la democracia, precisamente.
Ni que hablar en materia de honradez administrativa.
¿Es Lula da Silva un gran ejemplo de demócrata? Al menos, dudoso. Alcanza ver los manejos que tiene con la Corte Suprema de su país, la forma en que negocia en el Parlamento, o el acoso a los medios y redes que no agachan la cabeza ante sus posturas, para cuestionarse sus credenciales para hablar del tema. De nuevo, más vale ni entrar en temas de corrupción.
Gabriel Boric es un lider que está terminando una gestión con pésima evaluación social. Al punto que lo más probable es que el próximo presidente sea José Antonio Kast, un tipo que deja a Manini Ríos como un zurdito “woke”. Boric viene de la agitación estudiantil, y fue impulsor de la ola de violencia social que casi derriba al gobierno de Piñera. Alguien que fogoneó una reforma constitucional, reñida con cualquier principio democrático liberal.
En su descargo, es joven, se moderó y aprendió mucho, es probable que tenga vida política a futuro. Y no tiene tantos líos de corrupción como los anteriores.
Y por último, tenemos a Gustavo Petro. ¿Qué se puede decir de Petro? A esta altura es casi más un personaje humorístico que político. Discursea lo mismo de cine porno, que de marxismo o de matemática cuántica. Podríamos definirlo como alguien que tiene todos los defectos de Chávez, y ninguno de sus talentos. Si usted no ha seguido sus últimas aventuras mediáticas, tómese una tarde, que es más gracioso que ver de nuevo Seinfeld. Salvo para los pobres colombianos, que están pagando el precio de banalizar su voto al extremo. Tal vez Petro sea un tipo agradable para tomarse unas copas, pero credenciales democráticas... poco y nada.
Ante este panorama, uno se pregunta qué cuernos fue hacer Orsi a ese encuentro. Es verdad que su discurso y perfil, contrastado con los demás, lo hace ver como un estadista. Y hasta su look personal, tan criticado por acá con razón, al menos es más coherente en un líder “de izquierda” que los trajes de miles de dólares de Lula y Sánchez. Pero hay más cosas negativas que positivas.
Juntarse con esta gente que tiene nulas credenciales para hablar de democracia y, sobre todo, seguir girando por el mundo como vagón de cola de Lula, no parece inteligente. Ya en los BRICS lo presentó a Orsi de manera poco digna como “el último invento de Mujica”. Casi como si fuera P T Barnum exhibiendo a la chica de cuatro piernas. El otro problema es adherirse a una agenda que nada tiene que ver con Uruguay, donde líderes que están hechos bolsa en apoyo popular, inventan que todos sus críticos son ultraderechistas que amenazan la democracia. Eso cuando en América Latina todas las dictaduras que hay son de izquierda, y varias de ellas no hubieran podido ocurrir sin el apoyo expreso de gente como Lula.
Estamos de acuerdo en que un mandatario uruguayo tiene que viajar, promocionar el país, hacernos conocer. Pero ... ¿alguien cree que podemos sacar algo positivo de mezclarnos con estos personajes, y asociarnos a su agenda?