Hernán Sorhuet Gelós
La lectura de lo ocurrido en la Cumbre del Clima en Cancún no es fácil de realizar. Hubo avances y retrocesos. Al cierre de la COP-16, se llegó a un acuerdo entre todas las naciones del planeta -menos Bolivia- de posponer un año el crucial debate de fondo, que es aprobar un nuevo acuerdo vinculante para la reducción de emisiones de gases que incluya a los dos principales contaminantes de la atmósfera: EE.UU. y China.
Luego del fracaso de la Cumbre de Copenhague cualquier avance que se lograra en Cancún iba a ser "un éxito", como efectivamente ocurrió. Se aprobó un texto con suficiente ambigüedad como para que los países o bloques con posturas más antagónicas se sintieran satisfechos.
Entre lo más destacado se puede mencionar que existió consenso en un punto clave para el futuro de la humanidad: asegurar que en este siglo el incremento de la temperatura media del planeta sea menor de 2 grados Celsius.
Resultó una señal muy positiva el esfuerzo de los países por seguir negociando en el marco de la Convención de Naciones Unidas del Cambio Climático, lo que mejoró la confianza, fortaleció la importancia del multilateralismo, flexibilizó las negociaciones y le devolvió la credibilidad a Naciones Unidas -muy maltrecha luego de Copenhague.
Se avanzó en cuatro temas fundamentales: diseñar un "Fondo Climático Verde"; lograr medidas para proteger las selvas y bosques; discutir sobre nuevas vías para compartir tecnologías de energía limpias (no venta) a largo plazo; y aumentar significativamente las ayudas a nuestros países a adaptarse al cambio climático.
De la COP 16 emergió fortalecido el mecanismo REDD, o sea aquel que busca reducir las emisiones de gases de invernadero producidas por la deforestación y la degradación ambiental.
Se sabe que la conservación de los bosques resulta vital para mantener la salud del planeta desde las necesidades humanas. Es una buena noticia para Latinoamérica por su rico patrimonio en ese rubro, aunque incluye muchos puntos importantes a negociar.
Lo negativo de la cumbre fue mucho. Confirmó la fragilidad del proceso de negociaciones en un tema esencial; mantuvo la fragmentación de las negociaciones, lo que impide atacar los temas centrales; mantiene alejada la posibilidad de lograr un acuerdo vinculante y aceptado por todos en materia de reducción de emisiones, de ayudas económicas y tecnológicas efectivas para la adaptación al cambio climático de los países más vulnerables; y confirma un elevado grado de irresponsabilidad de los países más poderosos al diferir sus compromisos con las soluciones más adecuadas a los problemas que ellos, en gran medida, han contribuido a generar.
En el horizonte próximo aparece Durban 2012. Coincide con la finalización del Protocolo de Kioto. Nuestro futuro necesita de un rápido, histórico y valiente compromiso de los grandes responsables de las emisiones de gases de invernadero.