Cuidar a Cabildo Abierto

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FRANCISCO FAIG
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Las últimas encuestas muestran de nuevo que el eslabón electoral más frágil de la Coalición Republicana (CR) es Cabildo Abierto (CA).

Las razones son conocidas. Se trata de un partido nuevo que por tanto debe consolidar una extensa red de bases sociales y geográficas que den sustento de largo aliento a la fortísima votación de octubre de 2019 (casi 270.000 votos); es un partido electoralmente muy dependiente del liderazgo de Manini Ríos, como quedó claro en la merma de setiembre de 2020; y es un partido que sedujo, sobre todo, a una parte sustancial de las clases populares, esas que en los ciclos anteriores habían apoyado al Frente Amplio (FA) y que, al dar el paso hacia CA, inclinaron la balanza radicalmente en favor de la CR.

Esta última dimensión es fundamental. En efecto, CA aportó con su novedad y su impronta unos votos que ni blancos ni colorados habían logrado seducir en 2009 y 2014. Y el análisis de ese perfil de votantes muestra que es menos politizado y de menores ingresos y educación formal relativos, y que reside sobre todo en las zonas y barrios de las clases medias y populares urbanas del país. Es decir, se trata del pueblo liso y llano, ese que es el más numeroso y el que define las elecciones.

Infelizmente, hay una idea bastante extendida entre dirigentes y analistas politizados, según la cual la clave de la elección de 2019 fue la seducción del centro político en su perfil más socialdemócrata y urbano: un voto de clases medias relativamente informadas, que en vez de seguir acompañando al astorismo en el FA se volcó en favor del talvismo; o en todo caso, prefirió opciones dentro de la CR más afines a sus ideas.

El mayor trasvase de votos del FA a la Coalición Republicana vino junto a Cabildo Abierto.

Algo de eso quizá se corrobore en el mero hecho del corrimiento hacia el centro de los partidos tradicionales (y de los colorados en particular) gracias a la existencia de un CA calificado de extrema derecha. Sin embargo, habría que ver si el auge de Talvi no terminó siendo, en realidad, una aspiradora de gran parte de los votos del Mieres de 2014. En cualquier caso, en lo que sí ese análisis se equivoca radicalmente, es en creer que ese movimiento fue lo más relevante, numéricamente, del cambio en favor de la CR en 2019.

En efecto, si en vez de privilegiar lo ideológico se ven los grandes números en función de las clases sociales, entonces la conclusión es que el mayor trasvase de votos del FA hacia la CR entre 2014 y 2019 ocurrió en el mundo popular y urbano, y gracias a la existencia de CA. El dato es clave, porque para volver a ganar en un contexto de fuerte competencia entre CR y FA importa mucho que CA consolide su espacio y su electorado, y satisfaga pues las expectativas que le fueron depositadas en 2019.

Es notorio que CA no posee el affectio societatis que envuelve a los blancos y colorados de hoy. Justamente por ello, y porque representa a un mundo popular que no fue seducido por los partidos tradicionales, es que la CR debe hacer un esfuerzo relativo mayor por atender sus puntos de vista y por contemplar su perfil y su talante: desde su preocupación por el pequeño empresariado y el mundo popular sobreendeudado, por ejemplo, hasta su legítima demanda por la vigencia de la ley de caducidad.

No hay más verdad que la realidad: si la CR quiere volver a ganar, debe cuidar a CA.

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