59.056: esos son los votos de diferencia entre quienes procuraron derogar los 135 artículos de la ley de urgencia, y quienes prefirieron mantener su vigencia votando en blanco o por no. La diferencia en favor del ganador en el balotaje, con 134.259 votos emitidos más en 2019, fue de 37.042.
Con este resultado y con el fin de la emergencia sanitaria se cierra el tiempo político de la primera época de la administración Lacalle Pou. El país atravesó circunstancias dificilísimas; el pueblo apoyó el rumbo tomado; y la principal ley para desplegar la acción del gobierno obtuvo gran mayoría. Se abre ahora el segundo tiempo, que debe ser de concreciones. Y para ello, hay que conservar el norte.
Conservar el norte implica dejar de reclamar cambios sobre las que el pueblo ya se expresó. Cuenta para los 135 artículos, que así han de quedar, pero cuenta también para las medidas de reforma constitucional sobre la seguridad ciudadana que fueran desestimadas en octubre de 2019. Son temas políticamente cerrados: ahora, con lo que se tiene, hay que concentrar energía ejecutiva en mejorar la gestión.
Conservar el norte exige también fijar dos o tres grandes objetivos reformistas y concretarlos en este segundo tiempo de gobierno. A la exigencia de mejora constante y más rápida de la seguridad, han de sumarse los cambios en la educación y en la inserción internacional. Evidentemente, habrá otros asuntos importantes sobre los que legislar o actuar. Pero, pensando en 2024, los grandes legados deben ser pocos y buenos, ya que sabido es que el que mucho abarca poco aprieta.
En este sentido, si bien todo el mundo reconoce la necesidad de la reforma de la seguridad social, lo cierto es que el escenario post- referéndum de ningún modo deja pensar que pueda afianzarse un gran acuerdo nacional que la lleve adelante. Y sin ese gran acuerdo, no se le puede exigir a la Coalición Republicana (CR) que sustente una reforma que esta izquierda, demagoga hasta la pestilencia, atacará por impopular. No se le puede pedir a la CR, en definitiva, que sea un kamikaze electoral para 2024.
Lo mismo ocurre con la evolución de la economía. Ni la pobreza ni la desigualdad se dispararon como consecuencia de la pandemia, y hay sectores que felizmente están haciendo su agosto con enorme crecimiento exportador. Pero mucho más temprano que tarde, conservar el norte exige mejorar el poder de compra de los salarios y de las jubilaciones. Si gobernar para los de abajo precisa aflojar un poco la cincha del gasto y de la inversión pública, que así sea: en el actual contexto mundial de déficits, deudas e inflaciones enormes, nadie en su sano juicio puede sacrificar el éxito de la CR en 2024 en el altar de una disciplina económica que, en verdad, nadie promueve ni practica.
El rumbo reformista de la CR precisa del largo plazo en el gobierno para ser efectivo, profundo y duradero: cualquiera se da cuenta, en efecto, que un triunfo en 2024 de esta izquierda sindicalizada haría retroceder al país en muchas décadas. Empero, al mismo tiempo, sólo un ciego no ve que el resultado del referéndum ha dejado una gran espada de Damocles sobre la cabeza del oficialismo: su próximo triunfo sólo será posible siempre que, hoy, conserve bien su norte.