Hace unos días en el ámbito del Consejo Superior Tripartito, las autoridades del Ministerio de Trabajo presentaron las nuevas pautas de los Consejos de salarios. La economía es un condicionante clave de la conflictividad laboral. El contexto económico, como es natural, incide en las relaciones laborales. Estas como construcciones sociales que son, donde interactúan tanto el Estado como empresarios y trabajadores, necesitan formas de acción, donde las estrategias utilizadas definen el nivel de confrontación y consenso entre las partes.
A medida que avanza este año resulta cada vez más curioso cómo distintos actores políticos manejan conceptos vagos y etéreos a la hora de intentar cautivar al trabajador.
A veces hablan de la “felicidad de la gente”, en otras oportunidades de “fortalecer o seguir profundizando la agenda de derechos laborales”.
Es bien sabido que una vez caído el muro se hizo difícil la tarea de salir a defender de frente la lucha de clases, el materialismo dialéctico, y el determinismo histórico.
Casi todo el mundo despertó, dándose cuenta por un rato que el comunismo y el socialismo real eran el mal materializado en la tierra.
La digitalización del comercio y la pujanza de las transacciones electrónicas han marcado un gran desafío. El advenimiento de una realidad así, verdaderamente vanguardista no puede ser atendido por un régimen laboral que está atado a una visión anticuada que solo se resiste a no evolucionar. Es fundamental que el derecho laboral se modernice y entienda que sin flexibilidad no hay protección posible. Los empleos continuarán transformándose y esto generará nuevos conflictos laborales.
En ese sentido, el índice de conflictividad laboral resulta ser mayor por ser un momento coyuntural clave del movimiento sindical y la ronda de negociación salarial, seguramente siga siendo un entramado cuyas finalidades no son otras que vivir en exclusiva de la industria sin chimeneas de las negociaciones colectivas, como trampolín de carreras políticas.
Al punto que derechos y obligaciones se entremezclan con pretensiones de índole no jurídica provocando un entorno convulso de asimetrías dispares, donde en lo colectivo sue- le predominar el elemento obrero -con consignas muchas veces lejanas al puro derecho, y estrictamente políticas, por contrario al escenario individual donde el cerno de las diferencias sí son derechos en pugna.
Es necesario focalizar en el trabajo, en la productividad, y no en la política ni en los intereses sindicales. A fin de cuentas, el interés de las empresas y de los trabajadores, no debería ser otro que el de ganar más en las mejores condiciones. La poca visión de hacia dónde va el mundo, dificultan mucho ese cambio de mentalidad. Es hora de evolucionar. Es hora de hablar de agenda de obligaciones.
Las personas, las familias, las empresas, las organizaciones, e incluso los países, salen adelante trabajando. El ocio no trae prosperidad.
Nos toca encarar esta etapa que se determinará básicamente por dos factores: cambios de hábitos, conductas, y estrategias en las estructuras pro-ductivas, en el comercio y en los servicios generados, y la necesaria adaptación del régimen laboral a esta nueva realidad.