La inminencia de las elecciones internas contribuye a que la atención se desplace hacia las dotes de los candidatos. Allí pesa su carisma, su capacidad para superar situaciones complejas, su habilidad para ver más allá de lo inmediato, su aptitud para prever acontecimientos; en síntesis, su disposición para mejor gobernar, un arte que se adquiere con la práctica, pero que también es resultado de virtudes innatas. Por más que ello no implique que en la elección se deje de lado el partido escogido.
En el Uruguay es difícil, no imposible, que un blanco opte por un colorado y menos aún que un frentista saltee su trillo partidario atraído por las cualidades de un postulante ajeno a su colectividad. La pertenencia partidaria, aun cuando debilitada, sigue imponiendo la preferencia de los votantes. Incide menos en la opción entre fracciones o movimientos de un mismo partido. Especialmente entre sus meros simpatizantes. En ese caso vuelven a importar las cualidades de los candidatos. No pesan igual los juicios sobre Silva que Gurméndez o Viera dentro de los votantes colorados ajenos al aparato.
Cuando se trata de coaliciones, también destacan en primer lugar los partidos que apoyan o promueven distintas candidaturas. En el Frente Amplio una de las opciones es la que, promovida por el MPP, lleva a Yamandú Orsi como futuro Presidente, en disputa con la que promueve la opción por Carolina Cosse apoyada por el PCU. Si bien ambas colectividades sumadas conforman la mayoría de miembros activos de la coalición, sospecho que el Partido Comunista, con la contribución del movimiento sindical y de los llamados “independientes” alberga por sí solo la mayoría absoluta de los frentistas orgánicos. Sin embargo, aunque resulte paradojal, los restantes votantes frentistas no adhieren a ese partido. Constituyen un conjunto conformado por meros simpatizantes, sin participación ni en la coalición ni en sus partidos que, en un porcentaje significativo, según muestran las encuestas, apoyan a Orsi. Gran parte como rechazo a Cosse y a sus apoyos.
En ese sentido creo además que el actual mapa ideológico del país, ajeno a extremos, ningún candidato promovido por el Partido Comunista, pese a su tamaño, pueda obtener la presidencia de la nación. Los partidos de militantes no ganan elecciones y generan rechazos. Ello no significa que el MPP, originado en los antiguos guerrilleros, sea un partido de centro, abierto y tolerante, claramente distinto del partido comunista.
La diferencia es que ya no carga, como éste, con un relato dogmático como el marxismo-leninismo, que más allá de su ocaso -el PCU, fiel a esa ideología y a su historia, constituye una extraña rareza entre estos partidos en el mundo- ha demostrado su disposición, junto al fascismo, a propiciar sangrientas tiranías. Antiguas y presentes. Cosse promovida por este partido, necesariamente debe simpatizar con esta cosmovisión, por eso pese a representar a la masa militante, es que perderá. Pobres los frentistas, forzados a escoger entre el dogmatismo leninista y un pasado reciente, alérgico a la democracia. Ningún otro camino, sean quien sean sus candidatos, ofrece nuestra izquierda, salvo su microscópica social democracia, fallecida por anemia.