Las urnas dirán en octubre si el próximo presidente de Bolivia es de centro o es de derecha. Lo que ya han dicho con claridad y contundencia, es que no será de izquierda.
Lo increíble es que uno de los autores del catastrófico derrumbe del MAS, y de la izquierda en general, haya logrado poner mínimamente a salvo su liderazgo: Evo Morales.
El otro autor del colapso de la izquierda boliviana es el presidente Luis Arce, por los pésimos resultados de su gobierno. El economista que desde el Ministerio de Finanzas logró más de una década de crecimiento que mantuvo al MAS en el poder ganando elecciones, cuando se sentó en el sillón presidencial no pudo siquiera atenuar las consecuencias negativas que se acumularon en estos últimos cuatro años, como efecto tardío de las derivas populistas que había impulsado Evo Morales.
El presidente que concluye de manera patética su mandato, tampoco pudo superar la obtusa mezquindad que lo llevó a no dar el apoyo del Movimiento al Socialismo (MAS) al titular del Senado Andrónico Rodríguez, el joven dirigente que mas chances tenía de hacer una elección que no resultara vergonzosa para la izquierda.
Arce no lo apoyó y Evo Morales lo demolió con reproches y acusaciones tan graves como la de “traición”, dejando al joven senador lejos de un resultado aceptable.
La pregunta es cómo hizo el líder cocalero para dejar su liderazgo medianamente en pie, tras sabotear con actitud destructiva y mucha saña al gobierno de Arce, a la fórmula del MAS y a la candidatura de Andrónico Rodríguez. La clave fue propiciar el voto nulo.
Con mucha astucia y poca ética, tras resignarse a no poder ser candidato porque se lo impide la Constitución, Evo Morales propició anular el voto al acudir a las urnas, y esa alternativa tentó más a las bases fieles y desencantadas por la debacle del último gobierno del MAS.
En todas las elecciones desde el comienzo del siglo en marcha, el voto nulo nunca alcanzó el seis por ciento. Por lo tanto, que en esta oportunidad haya superado el diecinueve por ciento, casi empatando en el tercer puesto con Samuel Doria, lo coloca como el dirigente izquierdista que mejor resultado obtuvo.
De todos modos, es posible que la amplia mayoría en el 80 por ciento restante sienta aversión por lo que hizo el ex presidente para que nadie en la izquierda pudiera echar sombra sobre su liderazgo. Y lo seguro es que una mayoría abrumadora ha decidido dar vuelta la página dejando atrás el largo capítulo de Evo y el MAS.
La sorpresa en las urnas fue el salto desde un lejano tercer puesto a ser el candidato más votado que dio Rodrigo Paz. Y también la reaparición de un Partido Demócrata Cristiano (PDC) en el centro de un escenario político latinoamericano.
La democracia cristiana tuvo una gran presencia en la política de Europa, América Latina y Filipinas durante el siglo XX, pero empezó a retroceder en la última década y, con excepción de Alemania, quedó prácticamente fuera de juego en lo que va de este siglo.
Cuando nadie esperaba ver nuevamente la sigla PDC, en Bolivia resultó el partido más votado, dejando al millonario empresario Samuel Doria fuera de la segunda vuelta.
Más allá del rumbo que finalmente podría tomar un gobierno de Rodrigo Paz, a esta primera vuelta la ganó representando una opción liberal de centro más notoriamente contrapuesta que la de Doria al conservadurismo duro de quien salió segundo.
Jorge Quiroga fue vicepresidente de Hugo Bánzer, no en su régimen dictatorial sino en el último gobierno legitimado por las urnas que presidió el general que había derrocado a Juan José Torres en 1971. Como Banzer murió faltando un año para concluir su mandato, lo completó Quiroga ocupando la presidencia.
Ahora enfrentará a un candidato centrista o, como mucho, centroderechista. La etapa que amanece en Bolivia será un profundo cambio respecto a la que concluye. Las urnas dirán en octubre si el próximo presidente será el exponente de un duro conservadurismo o será un liberal centrista que promete “capitalismo para todos”.