Beber el veneno propio

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Y se tuvo que ir, y lo tuvieron que bajar de la lista. Sí, me refiero a Charles Carrera, el hasta hace un par de días senador del MPP y figura preponderante en el Frente Amplio. Aspiraba a lograr nuevamente una banca en el Senado por la lista 609.

El miércoles pasado, la fiscal de Delitos Económicos y Complejos de 2º turno, Silvia Porteiro, anunció su decisión de solicitar el desafuero de Carrera, por un “presunto delito de abuso de funciones” ante el uso irregular del Hospital Policial por parte de Víctor Hernández, un civil, baleado en un confuso episodio en La Paloma. Las irregularidades se registraron durante los años en que Carrera fue director general de Secretaría del Ministerio del Interior (2010-2017).

El sonado caso fue denunciado en 2022 por el programa Santo y Seña de Canal 4 y dio paso a la investigación de la Fiscalía. Conocido el pronunciamiento de la fiscal, Carrera renunció al Senado. No obstante, fue ayer viernes que, a través de Lucía Topolansky, se supo que Carrera fue bajado de la lista 609 al Senado donde iba en el tercer lugar. Es obvio que los tiempos electorales precipitaron tanto la dimisión como la tachadura de Carrera. En el caso de Sendic el FA demoró un año y medio en tomar una decisión, aunque las pruebas fueron contundentes y categóricas desde un principio.

En esta ocasión, Topolansky no vio ningún título y Mujica no cuestionó si se trataba de un problema de “calzoncillos”. Tal vez porque fue tan alevosa y grosera la conducta de Carrera que era imposible armar una parodia similar a la que se montó para intentar salvar la cabeza de Sendic.

El caso Carrera le debería servir a la izquierda para darse un baño de humildad y, quizás, cambiar uno de sus eslóganes de la campaña electoral: “por un gobierno honesto”. Se sabe siempre hay que dudar y sospechar de lo que presume el presumido.

“Si es de izquierda no es corrupto, si es corrupto no es de izquierda”. ¿Se acuerdan de esta afirmación de Sendic? Con esta frase hacía gárgaras y se pavoneaba el exvicepresidente de la República, cuando ya había fundido a Ancap y reventado las tarjetas de crédito que usó y abusó, mientras fue presidente de la mencionada empresa estatal. Poco después se transformó en el mayor sarcasmo de la política uruguaya, al menos desde el retorno de la Democracia.

El Frente Amplio, ni ningún partido político puede presumir de honestidad. Y menos cuando a lo largo de quince años de ejercicio consecutivo del poder, hubo numerosos casos de corrupción que trató de ocultar o puso trabas en las comisiones investigadoras que se crearon en el Parlamento.

Afortunadamente existe la Justicia. Sus tiempos no son los que uno quisiera, pero son los que dispone la ley y otorga garantías a todos por igual.

Ayer terminó abruptamente la carrera política de un dirigente del Frente Amplio que, cuando tuvo responsabilidades de gobierno, hizo uso ilegal, discrecional y arbitrario del poder que tenía. Un individuo que cuando le tocó ser legislador de la oposición, fustigó todas y cada una de las decisiones del Gobierno. No ahorró palabras ni escatimó movidas para echar mantos de sospecha de corrupción sobre ministros y autoridades del actual gobierno. Casos que fueron archivados por la Justicia. Hoy a Carrera le toca beber de su propio veneno.

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