Ocurrió lo que todos temíamos. Se capturó el primer ejemplar de picudo rojo en una de las trampas colocadas en el área protegida Laguna Garzón. Si bien se trata de un solo insecto, el hecho demuestra la ocurrencia de su llegada al departamento de Rocha, que era lo que se quería evitar a toda costa, temiendo por el ya frágil futuro de los emblemáticos Palmares de Rocha, una de las principales joyas biodiversas del país.
Este temible pequeño animal, originario de Asia, es un dolor de cabeza en muchas regiones del mundo, debido a su asombrosa capacidad reproductiva y a su elevada capacidad de adaptación a ecosistemas diferentes. Hasta el presente ha demostrado transformarse en plaga, con una versatilidad tal que ataca a más de 40 especies de palmeras en el mundo. A nuestro país llegó hace 3 o 4 años, pasando desapercibida en palmeras introducidas de contrabando.
Su preferencia es la elegante palmera ornamental de Canarias, pero lamentablemente el apetito voraz de sus larvas no desdeña otras especies como nuestras nativas pindó y butiá.
Con una capacidad reproductiva muy elevada, el picudo rojo gracias a su capacidad de vuelo se asegura una distribución geográfica con muy pocas limitaciones. En nuestro país sus ataques se confirman en nueve departamentos (todos al sur del río Negro). Y ahora la gran amenaza se cierne sobre Rocha.
Recordemos que desde hace décadas se libra una batalla sin cuartel para devolverle su capacidad regenerativa, casi anulada por la actividad ganadera desplegada durante muchas décadas. De más está decir que la llegada de la plaga a Rocha le daría “el golpe de gracia” a los intento de conservación de sus palmares nativos. ¿Qué hacer entonces? Desde luego todo lo que está a la mano para evitar el desastre.
Nuestro país perderá mucho más que miles de ejemplares de palmeras nativas. A diferencia de las ornamentales, la butiá conforma allí un ecosistema único e insustituible. No es cuestión de cortar los ejemplares infectados y sustituirlos con otros sanos, como podemos hacer en espacios públicos, rutas del país y propiedades privadas.
Por esa razón se entiende el lógico reclamo hecho por el gobierno departamental al Ministerio de Ambiente por su inacción al respecto. En su defensa la Secretaría de Estado no encontró peor excusa que señalar que en Rocha aún no existe un foco activo confirmado, al parecer no queriendo reconocer la enorme importancia de este patrimonio natural.
Al parecer una vez más hay que subrayar que la situación de Rocha es totalmente diferente a la de los otros departamentos por el valor patrimonial que allí está en juego. Si el insecto logra ingresar y extenderse, será muy difícil evitar una catástrofe.
Sabemos que esta lucha es muy onerosa, difícil y de largo aliento, pero hay que librarla sin vacilaciones, “echando mano” a todos los recursos y capacidad disponibles, con la convicción absoluta de que vale la pena.
No podemos subestimar la situación en lo más mínimo porque enfrentamos a un enemigo formidable, que ha demostrado su fortaleza y capacidad destructiva en países con posibilidades técnicas y económicas muy superiores a la nuestra.