Aliviados, en alerta

Aquí cerca, el Puerto: vuelta al trabajo y a negociar. Alivio a la exportación, punto a favor del Ministro de Trabajo Castillo que resolvió un conflicto pétreo que tenía “muy preocupado” al Presidente Orsi y a todos los que penden de exportar o importar.

A 15 mil kilómetros, Israel y Gaza-Hamás: fin de masacre, devolución de rehenes, renacer de esperanzas. Alivio mundial, repujado en un éxito para Donald Trump, inhumano cuando deporta pero con intervalos lúcidos en que el millonario trabaja de visionario.

Entrecasa y en el mundo, signos positivos pues. Merecen hosannas y aleluyas. Eso sí: el festejo no debe apagar las alertas: nada debe distraernos de la conciencia de que se llegó a dislates -paralización del Puerto- y a atrocidades -matanzas- por violación de reglas de Derecho. Por ende, no ha de bastar levantar el paro en el Puerto ni devolver rehenes vivos y muertos y después reconstruir las ciudades de la franja de Gaza.

No ha de bastar porque en ambos casos -por encima de su inmensa diferencia- hace falta algo primordial: reconstruir el Derecho, no como doctrina abstracta y abstrusa sino como instrumento de comprensión, acercamiento y llaneza entre las personas y las naciones, por encima de todas sus diferencias.

En el Uruguay, se ha expandido la idea de que es normal vivir en conflicto, es natural que haya contraposición de intereses y es lógico acostumbrarnos todos a que haya movilizaciones con huelgas y paros, con pérdidas y caras crispadas. Hay toda una sociología materialista que justifica la cerrazón de cada uno en la pertenencia a su grupo, a su gremio, a su estamento.

Hace largas décadas que nos han injertado teorías según las cuales todo -desde las huelgas hasta los crímenes individuales y la criminalidad de guerra- obedece a una determinación material cruda e irreversible. Con esas pamplinas, a fuerza de todo explicar se termina justificando todo. Y lo que es más grave: se genera un caldo helado de resignación, que a diario hace tragar salvajadas sin chistar ni dolerse, tolerándolas como si fueran fatalidades naturales.

En la hora de celebrar el cese del fuego en Medio Oriente, debemos celebrar redoblando la lucha por la persona y por el Derecho, que son los pisoteados de todo conflicto que demora en disolverse.

Los resultados de la lógica de los conflictos nunca pueden ser plausibles. Al contrario: generalmente los resultados son dañinos y terminamos perdiendo todos.

Por eso, hay que rescatar las normas de conciliación sindical, los métodos de trabajo en mesas tripartitas y, sobre todo, el mandamiento constitucional de constituirnos como República, oyéndonos todos a todos e inspirándonos en principios humanistas de raíz universal, que están muy por encima de lo que tengamos o no, y que nos imponen solidarizarnos y avanzar buscando la justicia desde la libertad, por los caminos del Derecho.

Hoy nuestro Derecho sufre inflación formal, debilidad sustancial y un peligroso alejamiento de las personas de carne y hueso para las cuales fue creado.

No es asunto de partidos: todos los ciudadanos estamos llamados a aprender cómo plantear, debatir y resolver sin necesidad de estrangular al adversario, sin devaneos delirantes como suprimir el Estado o imitar tiranías fracasadas.

Si por el rescate del diálogo hacemos del Derecho una pasión creadora y no un mero repertorio para especialistas, ¡qué alturas alcanzará nuestro pueblo, que no parió tiranos como los Castro ni delirantes como Milei y que conserva principios que sólo nos reclaman encarnarlos en las infinitas puertas de la Vida.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

premium

Te puede interesar