Agua tibia para todos

Hubo interesantes resultados de encuestas: la imagen del presidente conserva un saldo positivo; la mayoría ni fu ni fa con la actuación del oficialismo; y tampoco despiertan grandes pasiones las iniciativas de la oposición. Para Factum, por ejemplo, entre los que votaron el año pasado a los partidos que integran la Coalición Republicana, el 5% dijo que ve mejor al gobierno, el 22% a la oposición y el 68% a ninguno de los dos.

Estos resultados naturalmente desesperan a todo aquel que entienda que en el horizonte del país se presentan varios nubarrones negros. El amague de reformar en algo al funcionamiento del Estado, así más no sea con las licencias médicas, quedó en menos que nada, y tampoco nada relevante se planteará al respecto; las iniciativas de aperturas comerciales estarán totalmente atadas a la voluntad de Brasilia, y nada bilateral buscará lograrse; nada hay que deje pensar que el ritmo de gran mejora en seguridad pública del gobierno anterior se mantenga en esta administración, a la luz de las (escasas) iniciativas de Negro para todo el período; las presiones corporativas en educación lograrán derogar varias mejoras de la administración Da Silveira-Silva, como ya lo constataron las universidades privadas, y nadie promoverá ningún salto de calidad para que nuestra mano de obra popular sea realmente productiva; no hay nada que permita avizorar la llegada de grandes inversiones que potencien un crecimiento que nada ni nadie sitúa en el necesario 5% anual que precisamos para dar un salto al desarrollo; y finalmente, no hay ninguna voluntad de remediar problemas estructurales -a caja de profesionales quedó atada con alambres, la matriz energética seguirá subsidiando malos parches ecológicamente amigables incapaces de proveernos de mucha energía barata para crecer más, y la población de uruguayos en el país seguirá cayendo como ocurrió en estos tres últimos años sin que nadie por ello se perturbe.

Todo lo anterior, la verdad, a nadie le importa: para las grandes mayorías no son temas de interés. El oficialismo no percibe de esa manera al horizonte. Y en la oposición, en parte no se señala tales nubarrones, ya sea porque no se los ve o porque no interesa mostrarlos, y en parte quienes sí lo hacen no concitan la atención de sus pares. En definitiva, la gran mayoría cree que esta calma chicha actual, que tiene a todo el mundo tranquilo, puede durar indefinidamente.

En nuestro mundo de la suave ondulación, si alguno se pasa de agua fría raudo aparece otro con agua caliente para volver al equilibrio del agua tibia. Un ejemplo clarísimo: los blancos, opositores, declaran que no dejarán “al país sin ley de presupuesto”, sobreentendiendo así que prestarán sus apoyos para votar en general dicha ley clave del gobierno, aunque luego no voten tal o cual artículo particular. ¿Hay más agua tibia que eso? Sí claro: la notoria y por todos reivindicada concordia política del presidente con los intendentes blancos, aunada en la compartida responsabilidad de gobierno.

En la antigua Grecia Casandra era la que auguraba desgracias. Las anunciaba, pero nadie le creía. Hoy no hay necesidad de recurrir a ninguna mitología, sino que la gente, con su indiferencia, expresa bien nuestra bucólica divisa nacional: agua tibia para todos.

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