Trump, China y cómo salir lo más ilesos posible de estar en el medio de la “trampa de Tucídides”, según Aladi

El director general de la Asociación Latinoamericana de Integración habla sin tapujos sobre la crisis de los organismos internacionales y lo que va a pasar con la guerra comercial y tecnológica.

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Sergio Abreu. Secretario General de ALADI. Foto: El País

El director general de la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi), Sergio Abreu, manifestó su preocupación sobre la crisis que están viviendo los organismos internacionales y cómo esto significa un golpe a los países en vías de desarrollo, incluyendo a Uruguay, en una conversación variopinta que mantuvo con El País.

Uno de los mayores impactos se nota últimamente en la Organización Mundial del Comercio (OMC), que no ha sido capaz de responder a los aranceles impuestos por la administración de Donald Trump, aun cuando violan totalmente las normas internacionales.

Durante su primera administración, Trump ya desmanteló el Tribunal de Apelaciones de la OMC al eliminar de éste a los representantes estadounidenses, lo que afectó al sistema de solución de controversias. También el mecanismo de resolución por consenso se ha tornado prácticamente imposible para hacer avanzar el multilateralismo.

Abreu entiende que es muy difícil que ocurra una marcha atrás, en un mundo que ya venía dando señales de ir hacia el proteccionismo antes de Trump, y que cada vez más se caracteriza por la guerra tecnológica y “la ley del más fuerte”, advirtió.

El origen de la irrupción de este nuevo mundo —según afirmó Abreu, siguiendo estudios de Harvard sobre el tema— es el gran crecimiento de China en las últimas décadas y el declive de Estados Unidos como potencia, lo que ha movido el tablero de las dinámicas comerciales y aumentado la preocupación por la seguridad internacional, también en relación a un incremento del terrorismo.

El politólogo estadounidense Graham Allison, reconocido por sus estudios sobre la política de defensa de Estados Unidos, habla de la “trampa de Tucídides” (en alusión a la confrontación entre Atenas y Esparta), para mostrar que, a lo largo de la historia, “imperio que crece se enfrenta a imperio que declina”. Bajo esa evidencia, no es de extrañar, entonces, que el crecimiento de China haya sacudido las bases mismas del “imperio estadounidense” y que se desencadenara una guerra comercial, que también es financiera y tecnológica.

De cara al futuro, es probable que la imposición de aranceles que tanto preocupa hoy en día a países de todo el globo tenga momentos de apretar y otros de relajarse (a voluntad del más fuerte, Estados Unidos), pero lo que seguirá será el enfrentamiento por la hegemonía en esa u otras formas, según proyecciones.

Sergio Abreu
Sergio Abreu, Secretario General de Aladi
Archivo El País

Los que están en el medio, ¿cómo escapan de la trampa de Tusídides, es decir del enfrentamiento de la potencia que crece y la que se resiste a decaer? De acuerdo a Abreu, América Latina está intentando buscar ese camino, pero los países que la componen lo están haciendo por separado.

De hecho, cada país de esta región negocia por su lado con Estados Unidos y “lo que decide uno en función del interés nacional, nada tiene que ver con el interés del otro”, afirmó Abreu.

El nivel de desunión es patente en que, por ejemplo, Estados Unidos firmó Tratados de Libre Comercio (TLC) con Colombia, Chile, Perú, Panamá, y ninguno de esos países extendió sus beneficios al resto, a pesar de que así lo indican las normas del tratado de Aladi.

Abreu considera que, en la medida en que la unidad regional ha resultado una quimera (aunque igual defiende que hay que construirla), esta región debería concentrarse en avanzar en su actualización digital, en la facilitación del comercio y la infraestructura, y en mejorar a las micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes).

Esos sí son focos en los que hay asuntos en común, que pueden unir a los países de la región, por sobre sus ideologías, intereses o posicionamientos, que llegan a ser radicalmente opuestos.

Organismos “moribundos”

Ante la consulta sobre si los organismos internacionales están condenados a morir por posible inoperancia, el director general de Aladi afirmó: “Organismos internacionales muertos prácticamente no hay, sí están moribundos o todavía manteniendo algunas funciones con burocracias”.

“Continúan, pero terminan siendo irrelevantes. Ese es el desafío de la OMC, la Aladi y otros”, agregó.

A su entender, existe una notoria crisis de gobernanza política en organismos que otrora fueron protagónicos, empezando, por ejemplo, por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU), o la Organización de los Estados Americanos (OEA).

En los últimos tiempos, algunos políticos y actores sociales han intentado reavivar la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeño (Celac) como mecanismo de diálogo y concertación política de la región, pero ésta no tiene naturaleza jurídica, ni representa a toda América Latina, observan sus detractores.

Al decir de Abreu, “la Celac es una especie de terapia de grupo”, quien considera que “es imposible” darle proyección constante a esa organización, porque está supeditada a los cambios de gobierno y a sus signos ideológicos.

Cabe recordar que el reciente episodio del “consenso suficiente” (una figura inventada en una de sus reuniones en las que no había consenso), no ayudó en nada a la credibilidad del organismo, según analistas. No obstante, no todos están de acuerdo; de ahí las grandes tensiones ideológicas.

Abreu fue aún drástico al considerar que “vivimos una anarquía institucional, sin contenido ni resultados concretos. Pero tenemos que volver a la razón de ser, defender el multilateralismo, salir de las maquetas y de la retórica”, dijo. Y quebró una lanza al instar a “los organismos internacionales a cumplir con sus tratados y obligaciones, a avanzar en lo que hay que avanzar, a hacer de la integración algo real y no una expresión ficticia”.

Proyecciones en relación a las grandes potencias

Todo indica que continuarán las distintas estrategias de negociación comercial de cada país con Estados Unidos por separado, y éstas estarán marcadas por el desarrollo de cado uno, la geopolítica y las asimetrías que caracterizan a esta región.

Estados Unidos mantendrá las prioridades de sus intereses en Groenlandia, en el Canal de Panamá, en su rol en las dos guerras en curso, en su posición estratégica sobre las apetecibles tierras raras de Ucrania (que son el punto estratégico del nuevo sistema de insumos para el mundo digital), entre otros frentes.

En cuanto a China, hoy en día se focaliza principalmente en tres grandes temas: la minería a cielo abierto, las riquezas del litio (“Argentina, Chile y Bolivia tienen buenas cantidades de litio, pero no están coordinados entre sí”, advirtió Abreu), y la cadena agropecuaria en relación a la seguridad alimentaria, en la que entraría Uruguay.

Visita de Donald Trump
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump y el presidente de China, Xi Jinping, en Beijing, antes de la actual guerra comercial.
Foto: AFP.

En las negociaciones aparecerá más marcado el poder del empresariado, algo que ya viene dándose y que se graficó claramente en la ceremonia de asunción de Trump como presidente de EE.UU., con Jeff Bezos (Amazon), Elon Musk (Tesla) y Mark Zuckerberg (Meta) en primera fila, entre otros magnates del sector privado.

Analistas económicos ven venir que la nueva era económica y comercial se caracterizará por normas regulatorias más estrechamente relacionadas con los intereses de Estados Unidos y China, lo que dejará en vulnerabilidad a los países pequeños, al estar debilitados los sistemas internacionales de protección.

América Latina, como otras regiones, va a estar en el medio de la pugna de las dos grandes potencias y, seguramente, aliarse más a la Unión Europa le vendría bien, le daría contexto y fuerza, siempre en un terreno incierto y de intereses contrapuestos.

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