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Columna de APPCU

Opinión: lobby e inversión

No me gusta el término “presionar” que trae la definición, por lo menos no en cuanto a lo que trata de ser nuestro vínculo. La opinión de Aníbal Durán.

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Anibal Duran
Aníbal Durán
Foto: Leonardo Mainé.

Qué es el lobby? Y vamos al diccionario: “grupo de presión formado por personas con capacidad para presionar sobre un gobierno o una empresa, especialmente en lo relativo a las decisiones políticas y económicas”.

Aquí en este caso, APPCU es una gran lobbista, con el afán de que nuestras propuestas y/o reivindicaciones sean tenidas en cuenta por el jerarca de turno, en el ámbito que sea.

No me gusta el término “presionar” que trae la definición, por lo menos no en cuanto a lo que trata de ser nuestro vínculo. Éste va del lado del diálogo con la jerarquía e intentar que se visualice la comprensión del o de los problemas.

Así hicimos con el gobierno de turno y previo a su asunción, donde luego de varios coloquios logramos que entendieran nuestros planteos que siempre parten o eso intentamos, del sentido común. Nada de arrogarnos reivindicaciones surrealistas ni propuestas trasnochadas. Todo lo que se intenta pertenece a aspectos que entendemos deberían ser contemplados. Pero siempre en un marco de recíproco respeto y si nuestras aspiraciones no tienen acogida, no tocamos “timbres” en forma belicosa intentando imponernos con nuestras recetas. Y mucho menos blandiendo la espada de la ira o la iracundia. No nos caracteriza y jamás lo hemos hecho de esa forma.

Lo que sí objetamos en distintas circunstancias, es cuando ejercemos algún derecho en nombre del socio que competa (o en nombre de la gremial) y luego de ejercido el mismo, muchas veces “se mueve” el expediente, porque algún funcionario bien dispuesto, procedió. Eso es lo que NO debería suceder. El expediente debería moverse por imperio de las circunstancias, porque así corresponde, porque no puede “dormir el sueño de los justos”, apolillándose hasta que algún alma caritativa logró desempolvarlo, instado por nuestro petitorio.

Como es sabido, el promotor privado se embarca en proyectos de gran envergadura que no solamente significan mucho dinero, sino que además muchas veces compromete en esa inversión, a distintos personas que no son del palo, pero que también aportan dinero para el emprendimiento que sea y no están al tanto de tantos vericuetos que debe pasar una idea que tendría que ser virtuosa y que genera empleo a obreros y profesionales, entre tantos, y muchas veces se convierte en una pesadilla que retacea toda intención de invertir.

Y esta afirmación no va contra los gobiernos de turno, nacional o departamentales, sino que la situación está enquistada en nuestro ADN, como una impronta indeleble que cuesta mucho desterrar de la idiosincrasia. Y si no pregúntenle a Conrado Ramos que viene luchando por una Reforma del Estado desde la época del primer gobierno de Vázquez Rosas.

Decía el extinto Eleuterio Fernández Huidobro que antes de intentar reformar nada en la administración pública, hay que ponerse de acuerdo con los funcionarios. Boliche para dicha afirmación tenía…y conocía el paño.

Sucede que muchas veces, la imperiosa urgencia del promotor habida cuenta de lo que se invierte y que los tiempos públicos no son los privados, puede chocar contra la desidia de algún funcionario y eso no es advertido por el jerarca superior. Éste, bien inspirado dialoga con nosotros, nos entiende y suma esfuerzos en pos de destrabar mecanismos que ya no están lubricados y por el contrario, están corroídos vaya uno a saber por qué. Negligencia, frustración personal, abatimiento, sentarse a que las horas pasen sin ningún afán de colaboración...

Todo lo que esté ajustado a la norma del tenor jurídico que sea, bienvenido, pero sucede que muchas veces las normas son pasibles de distintas interpretaciones y eso no aporta certeza jurídica a la situación planteada. La casuística es amplia y no pretendemos agotarla.

El ranking Doing Business del Banco Mundial, tiene como uno de sus ítems para juzgar a un país que sea o no desarrollado, a los permisos de construcción. Menudo engorro tenemos en ese tema y no por falta de buena voluntad de los jerarcas…pero la realidad muchas veces se da de bruces contra las buenas intenciones.

Allanar el camino a una inversión es de orden y no justifica que la tronche un burócrata que se levantó malhumorado.

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