Columna de APPCU: la historia continúa…

Allá por 1990 comenzó una suerte de quimera entre algunos soñadores. Se están cumpliendo 35 años.

Foto nueva de Aníbal Durán; Columna de APPCU.
Aníbal Durán.
Foto: Gentileza.

Tenían intereses comunes, objetivos que coincidían, aspiraban logros que servían a todas las partes, pero estaban dispersos.

El promotor privado existe desde épocas ancestrales., pero en el decurso de los años no había tomado forma, asociarse.

Y con esfuerzo, tenacidad y un pionero entre tantos que se llama RICARDO WEISS, se fue armando el rompecabezas.

Muchas veces los hombres se ven y no se reconocen, se hablan, pero no se comprenden, se necesitan y no son solidarios, quedan solos, aunque compartan el mismo aire, el mismo sol y hasta los proteja el mismo techo.

Fundada la gremial, en APPCU se reconocen, se comprenden, aunque puedan discrepar y la solidaridad juega un rol activo.

Vaya que han dedicado su esfuerzo, talento y tiempo, una pléyade importante de directivos y allegados, que, sin buscar ninguna presea personal, se dedicaron en el anonimato a poner su granito de arena, en pos de dignificar la profesión de promotor privado, esa que a veces pasa desapercibida, pero que sin la misma no comienza la cadena virtuosa de inversión, trabajo, dinamización de la economía.

El promotor de una obra privada está en el vértice de la pirámide, es quien invierte para que un proyecto inmobiliario o de la índole que sea, comience a germinar. Moraleja, si no existe dicho promotor (o desarrollador como lo nombran en otros lares), no hay inversión, no hay trabajo, no se produce fenómeno de ninguna especie.

Ese promotor privado compra una tierra, arma un grupo financiero o no necesariamente, selecciona arquitectos y distintos profesionales, arrienda

los servicios de una empresa constructora o construye con su gente y sin titubeos, comienza la obra.

Y allí confluyen muchas responsabilidades, que a veces pasan desapercibidas. La más importante: que el obrero, el mando medio, el capataz, el profesional, los que trabajan en la obra, no sufran accidente alguno. Se vela por la seguridad como un mandato sagrado que no admite matices.

Somos pioneros en el tema, desde el año 1994 formamos un grupo de trabajo en salud y seguridad laboral e ininterrumpidamente desde esa fecha hasta ahora, la seguridad es el mayor bien a preservar. Se capacitan obreros, se brindan talleres, se recorren obras, se despejan dudas, se interviene en el Ministerio de Trabajo, entre otras actividades que le caben a la gremial.

Pero siguiendo con las responsabilidades, se está construyendo un emprendimiento inmobiliario (en el caso de un edificio), que dura varios años entre su inicio, finalización, ventas y como hemos escrito N veces, se está al socaire de una multiplicidad de factores que pueden erosionar lo previsto por el promotor, desde el precio del dólar, a situaciones intempestivas climáticas, paralizaciones de trabajo no previstas, y varios etcéteras más.

Siempre repetimos y sin menoscabar un ápice el oficio del sastre: no es lo mismo confeccionar un traje que embarcarse en una aventura de un proyecto inmobiliario.

Otra responsabilidad es que se convive con el factor climático (fue expresado); se construye a cielo abierto y muchas veces la naturaleza colide con el trabajo.

Se suceden paros intempestivos, con o sin fundamento, con los cuales hay que lidiar.

En fin; el espacio tirano no permite desarrollar otros tantos conceptos.

Está impregnado en el “ser” de la asociación, que la ética y las buenas costumbres nos guiarán en las decisiones a tomar, lo que no nos exime de cometer errores. Pero es mejor hacer a la inercia, tomar decisiones a adoptar una actitud de parálisis y a ello se seguirá apostando.

Que este surco que ha quedado impregnado, lo sucedan con dignidad promotores que dirigirán el gremio, cuerpo gerencial y funcionarios. Harán honor a una noble causa.

Y tenemos mucha esperanza. Si no fuera por ésta, el corazón se rompería…, dice el adagio.

Aníbal Durán (asesor)

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