Decía el autor Edward GIBBON y parafraseo a Alberto Benegas Lynch(h), que de ¨todas las pasiones y apetitos, el amor al poder es el de naturaleza más tiránica y antisocial¨.
En esta instancia del proceso cultural evolutivo, un político republicano accede al poder al solo efecto de contribuir a la protección de los derechos de los gobernados y no porque le satisfaga el apetito de dominación, se siente un servidor en cuyo contexto está atento al poder ciudadano, por ello actúa como mandatario en respeto a sus mandantes.
El político verdaderamente republicano detesta las culturas cercenadas propias de los nacionalismos y tiene conciencia de los indispensables límites a su poder por lo que RECHAZA LA POSIBILIDAD DE ADMINISTRAR VIDAS Y PATRIMONIOS AJENOS, no solo por una cuestión de respeto sino por la necesaria modestia al reconocer que la concentración de poder también concentra ignorancia y desdén hacia el ciudadano. El político republicano centra o debería centrar su atención en la seguridad y la justicia, tal vez también la salud, que habitualmente son las funciones vitales que los gobiernos descuidan debido a la antes mencionada pasión por el poder que lo empuja a todo tipo de aventuras dictatoriales, con o sin apoyo electoral. No queremos gobiernos de ladrones de libertades, propiedades y sueños de vida. Por eso es pertinente establecer límites a un Leviatán desbocado y que en definitiva eso termine degradando la democracia.
El historiador decimonónico lord Acton en carta que le envía al obispo de la iglesia de Inglaterra en 1887, contravenía lo que éste decía en cuanto a que los gobernantes y miembros de la iglesia deberían ser tratados con benevolencia. Y decía Acton, que la responsabilidad histórica debe estar a la altura de la responsabilidad legal. El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente y agregaba “no hay peor herejía que sostener que el cargo santifica al que lo detenta”.
¿A cuento de qué viene todo esto? Días pasados, el Presidente de la Cámara de Comercio Argentina, supo convocar a su gremial a los tres candidatos más importantes a ocupar la presidencia del país hermano, donde disertaron y en algún caso respondieron preguntas de los asistentes. Pero agregó sobre su mala experiencia con el espectro político donde en términos generales NO se sentían escuchados, que las reuniones que solicitaban parecían una suerte de “protocolo” que debía de cumplirse y que lo conversado quedaba en agua de borrajas. En buen romance, no se sentían representados, vivían en una suerte de orfandad donde no tenían ningún tipo de resonancia las distintas reivindicaciones planteadas.
Me quedé pensando en la situación y la extrapolé a nuestro país. De ninguna manera podemos decir que nos asemejamos, aunque años atrás, en muchos casos sucedía. Se solicitaba una reunión, café mediante, el político interlocutor tomaba nota de lo que se le planteaba y… Santas Pascuas. Aquí no ha pasado nada. Para nada estaba en consonancia con el criterio de servidor público que es el que debe de primar y que tendría que ser el leitmotiv de todo ocupante de algún cargo público y a quien se le llame “jerarca”.
Ese es el concepto con el cual tiene que estar imbuido el aspirante a ocupar algún cargo del tenor que sea. Servidor público. ¿Sucede en la vida real?
He narrado in extenso sobre la buena experiencia que hemos tenido tanto con el gobierno nacional como con los gobiernos departamentales de Montevideo y Canelones. En algún caso además de ser atentamente escuchados, nuestras reivindicaciones fueron contempladas y plasmadas mediante sendas normas jurídicas.
Con el gobierno nacional tenemos muy buena experiencia. Los gobiernos departamentales mencionados son los más requeridos por los promotores, también Maldonado, y la experiencia también es enriquecedora. En las Intendencias citadas, los logros fueron más dispares y está claro que el jerarca puede no estar de acuerdo con nuestros postulados y negarse a algún planteo de nuestro acervo.
Pero siempre notamos ese feedback tan necesario, donde el interlocutor, a la sazón quien legítimamente reclama ante el mandatario circunstancial, se ha sentido interpretado. Tanto el Sr Presidente de la República como los intendentes de Montevideo y Canelones han tenido la deferencia en más de una oportunidad de visitar nuestra sede social y hemos departido en un ámbito descontracturado y donde ha imperado siempre la buena voluntad.
Ésta es imprescindible para llegar a buen puerto en las negociaciones que se plantean.
Inteligencia y buena voluntad, pero si ésta falta, la primera no tiene cabida en el partido.
Abogamos que esa Reforma del Estado que debería comenzar a implementarse en el próximo gobierno, contemple la necesidad de la correcta atención al “mandante”, en toda circunstancia y no que haya que acudir a un jerarca conocido para que “desempolve” algún expediente que viene atrasado y lograr un cometido que si bien puntualmente satisface, de ninguna manera es un objetivo plausible.