Cuando un ciudadano accede a un cargo de gobierno, invierte mucho de su tiempo en administrar los problemas que se presentan cotidianamente, seguramente importantes, pero por momentos no logra seducir y ejecutar reclamos que son impostergables.
Es decir, lo rutinario que también debe de hacerse, no puede nublar una visión mucho más amplia que es ejecutar políticas que dinamicen el sector que competa.
La experiencia política nos muestra en un sinfín de casos que la clase política se burocratiza, administra problemas y apaga incendios que son coyunturales. Pero es imperioso ejecutar.
Aparentemente estaríamos cambiando la pisada. El gobierno nacional viene escuchando nuestras reivindicaciones desde antes de asumir y ha actuado en consecuencia, ejecutando y ayudando a la promoción privada. Indirectamente ha ayudado al obrero porque la inversión se incrementó y el número de puestos de trabajo no ha cesado de crecer.
Una constante supo ser durante muchos años, charlas interminables, eternas reuniones y luego toda quedaba en agua de borrajas, pese a que muchas veces nos daban la razón. El político de turno, administraba pero en eso quedaba.
Incluso podrían haber cambios que no necesitan ley o decreto de la Junta Departamental pertinente, sino simplemente es decreto del Poder Ejecutivo o Resolución de algún intendente.
El gobernante necesariamente debería ponerse del otro lado del mostrador, analizar la historia y la actividad de quien quiere exponer un proyecto y actuar con otra ductilidad, romper el statu quo que paraliza tomar una decisión.
Una obra de construcción, léase un edificio por ejemplo, requiere de una inversión millonaria y quien se dispone a hacerla, el promotor privado quienes son los que invierten, no están jugando a la mosqueta. Apuestan al país, movilizan decenas y decenas de actividades conexas y obviamente quieren sacar un rédito, una utilidad.
Por eso es vital que para hacer política no se puede estar todo el tiempo administrando problemas e inquietudes. Debe emerger la inquietud del gobernante, la creación de alguna idea, el diálogo sostenido con los interlocutores que tienen que ver con la materia, dejar volar la imaginación en la búsqueda de soluciones. Y lo consensuado, debe ejecutarse. Hay que mostrar logros, materializar ideas en soluciones jurídicas que habilitan el trabajo, la inversión, el contagio por tener receptividad y así seguir con ese círculo virtuoso.
Podría narrar un sinfín de anécdotas donde hemos tenido evasivas de parte del jerarca de turno, sin perjuicio del tiempo que el promotor, por ejemplo, espera para saber a qué atenerse.
Como asimismo, dicho letargo del o los jerarcas determinó la frustración de un emprendimiento y los petates fueron a parar a otros vientos más fructíferos.
Por ello necesitamos jerarcas que no solamente gestiones, sino que además entusiasme, sea creativo, receptivo, ejecute. El país necesita inversión y por añadidura, empleo.
Y además la confianza juega un rol determinante. No se pueden poner palos en la rueda a priori y sí ser duros cuando se contravino una norma. En Chile sucede o sucedía eso. Dejan hacer, la burocracia es mínima, pero hay que hacer las cosas bien, de lo contrario la pena es cuantiosa y dolorosa.
Desde APPCU seguimos apostando a que las cosas se desburocraticen, a que existe diligencia sí pero en aspectos sustanciales y que el jerarca de turno no cumpla con su función con evasivas sin fundamento, creyéndose circunstancialmente importante.
Debería imperar el sentido común y que se ahuyenten en muchos casos confabulaciones donde se ven cangrejos debajo de las piedras, que en puridad no existen…