¿De qué se trata y cómo evitar la entropía del dinero, el enemigo invisible que vacía tu bolsillo?

Si no se mantiene un orden y organización, nuestras finanzas personales tienden a deteriorarse con el tiempo y por sí solas.

Las opciones de ahorro se han ampliado en los últimos años. Foto: Shutterstock
Ahorros.

Redacción El País
En física, la entropía es una magnitud que mide el grado de desorden o caos de un sistema y describe cómo con el tiempo elsistema tiende a perder ordeny estructura “solo” si nadie lo acomoda. No es una casualidad ni una falla del sistema. Si no se dedica energía para mantener el equilibrio, todo va a perfilarse hacia el desorden. Algo similar ocurre con el dinero. Incluso sin errores, nuestras finanzas pueden empezar a deteriorarse por sí solas. Si no intervenimos con intención, el desorden se impone. En este Finanzas de Bolsillo vamos a analizar cómo se produce y cómo ordenar ese desajuste.

La idea no es sentirse culpable, sino entender cómo funciona esta dinámica y actuar en consecuencia. Con algunas reglas simples, podemos aprender a gestionar nuestro dinero de mejor manera y como resultado, lograr cierto orden en nuestras finanzas.

En economía, el término laissez faire (“dejar hacer”) se usó durante mucho tiempo para respaldar la idea de que el Estado no debería intervenir en los mercados. Si lo llevamos a las finanzas personales, se traduce en una actitud pasiva frente al dinero, donde confiamos en que todo se acomodará solo.

Sin embargo, esa actitud presenta un problema: cuando soltamos el control, el desorden en nuestras finanzas empieza a crecer. Los pequeños desajustes se acumulan y lo que alguna vez parecía minúsculo, con el tiempo se vuelve problemático.

De hecho, podemos observar una diferencia con lo que plantea la tecnología blockchain, que se apoya en lo opuesto: verificar en lugar de confiar. Mientras esa transformación no se termine de consolidar, esa confianza nos puede jugar en contra. Es en esa falta de control donde se esconde gran parte del desorden invisible.

Casos

Algunos ejemplos que pueden terminar generando ese caos en nuestras finanzas sin darnos cuenta son las suscripciones que no usamos. Servicios de streaming, gimnasios o las aplicaciones de música, continúan cobrando la mensualidad sin que realmente los usemos. En algunos casos llegamos a aprovechar los primeros meses de una suscripción sin renovar su uso, lo que en el largo plazo puede representar mucho dinero. Una solución puede ser realizar una revisión personal cada tres meses: ver qué estás usando de verdad y dar de baja lo que no.

Otro de los ejemplos más comunes son los recargos bancarios. Algunos bancos cobran por mantenimiento, transferencias, extracciones o incluso por mantener la cuenta abierta con un saldo mínimo. Estos cargos suelen ser pequeños pero con el tiempo se acumulan. Lo ideal para evitar grandes recargos es revisar los resúmenes bancarios, identificar esos cobros y hacer los reclamos pertinentes.

Ahorros, rentabilidad.
Ahorros. Foto: Archivo El País.

Otro ejemplo puede ser el “gasto hormiga”. El café a la mañana, el snack del kiosco o el delivery “porque hoy no tengo ganas de cocinar” son gastos que en el momento parecen insignificantes pero si se repiten de forma habitual pueden sumar más que un gasto grande bien pensado. Una buena estrategia es anotar durante una semana todos esos gastoS. El objetivo no es eliminarlos, sino evitar que destinemos una parte significativa de nuestro presupuesto sin antes preverlo.

En todos los casos, el patrón se repite: cuando no revisamos y dejamos que las cosas fluyan solas, el desorden crece y el dinero se va sin que nos demos cuenta. Mantener el orden requiere esfuerzo y en las finanzas personales se llama atención y revisión periódica.

Entropía inflacionaria

En economía, la inflación puede representar una versión concreta de los efectos de la entropía, ya que incluso si no gastas, tu dinero pierde valor de manera constante y silenciosa. No hace falta hacer nada: alcanza con que el tiempo pase para que el poder adquisitivo se reduzca.

Un ejemplo muy común es dejar dinero en una caja de ahorro en pesos. La plata está ahí, sin que compres nada, y sin embargo, después de unos meses, ese mismo monto alcanza para menos. La entropía, en este caso opera por sí sola. El problema es que solemos pensar que en el banco, al menos el dinero está “seguro”, pero lo que realmente está asegurado en ese escenario no es la estabilidad del valor, sino la pérdida del poder de compra.

Ahorro. Foto: Pixabay.
Ahorros. Foto: Pixabay.

A este desgaste silencioso se suma otra fuente de desorden: la volatilidad de las tasas de interés. Esta dinámica, lejos de facilitar la planificación, nos obliga a estar en alerta constante y a seguir de cerca el comportamiento del mercado para evitar quedar atrapado en decisiones que pierden sentido.

En estos casos, es necesario conocer de antemano cómo funcionan los principales instrumentos de ahorro (plazos fijos, cauciones, fondos, billeteras digitales) y tener abiertas las cuentas necesarias para operar sin perder tiempo en medio de un contexto cambiante. Como resultado, construiremos unas finanzas personales más ágiles, controladas y adaptadas a nuestra necesidad.

La disciplina, en este caso, no se trata solo de ahorrar, sino de estar informado, comparar opciones, evaluar condiciones y actuar con la flexibilidad necesaria para proteger el valor del dinero, sin asumir responsabilidades que luego no podremos administrar.

La entropía nos enseña que el desorden no es una excepción, sino la regla y, por algún motivo, cuando se trata de nuestras finanzas personales, muchas veces actuamos como si el orden fuera el estado natural de las cosas. El verdadero riesgo es creer que el dinero se va a organizar por sí solo.

Lo interesante -y hasta esperanzador- es saber que en nuestra economía personal tenemos margen para intervenir. Podemos introducir energía y aplicar distintas estrategias para contrarrestar esa tendencia natural al deterioro. No alcanza con evitar deudas o generar buenos ingresos: hay que administrarse constantemente. Esa elección no determina sólo cómo manejamos nuestra economía hoy, sino también cuánto margen de libertad podremos tener a futuro.

Gastos Hormiga

Uno de los ejemplos más conocidos que responde la pregunta ¿a dónde se fue mi presupuesto? y parte de los errores más comunes que solemos cometer son los gastos hormiga. Se trata de aquellos que parecen insignificantes y minimos al principio pero terminan llevándose un importante monto de dinero en el largo plazo si no los controlamos.

El primer paso para organizarlos de la mejor forma es identificarlos, de esta manera podremos hacer un listado de esas cosas que compramos y con frecuencia terminan representando una buena parte de nuestro presupuesto. Por lo general, solemos gastar en alimentación fuera de casa o compras innecesarias en el supermercado.

Ahorro. Es el principal motivo que lleva a optar por las promociones. (Foto: Archivo El País)
Inserting a coin into a piggy bank
/Brian Jackson - Fotolia

Estas compras pueden ser fácilmente reconocidas cuando observamos con perspectiva los gastos realizados a fin de mes, para lo cual también resulta útil guardar recibos de compras que al principio pueden parecer insignificantes.

Para evitar los gastos hormiga también es importante fijarnos y enfocarnos en un objetivo de ahorro, ya sea para una compra más grande o simplemente para tener dinero destinado a imprevistos y no tener que endeudarnos a último momento.

La idea no es eliminar estos gastos hormiga, sino reducirlos a partir de un control y evaluación. A partir de esto, es fundamental que observemos y analicemos qué tan necesarios y valiosos son algunos de ellos.

Organización del dinero

La forma más correcta de mantener el orden de nuestras finanzas es realizando una planificación mensual. Si bien al principio puede sonar dificil o engorroso, es más sencillo, útil y necesario de lo que parece. Unas finanzas personales sanas no se tratan de magia o más dinero, sino de una correcta organización.

Armar un presupuesto en una agenda física o planilla digital nos ayuda a visualizar con mayor facilidad hacia dónde destinamos nuestro dinero. Teniendo en cuenta nuestros ingresos mensuales, detallar los gastos fijos (como pueden ser las cuentas de luz, agua, alquiler y demás) al principio de cada mes es lo primero que debemos hacer ya que el resto será destinado a los gastos variables variables (como comida y compromisos sociales).

Esto no nos ayuda solo a llevar un conteo sino que también implica que no nos atrasemos en el pago de las cuentas y responsabilidades de cada mes.

Para llevar un correcto conteo de los gastos es necesario establecer nuestras prioridades a la hora de comprar. Una forma de analizarlos es guardar los recibos de las compras de cada gasto variable y organizar el cuidado del hogar. De esta forma, no solo ahorraremos dinero sino que no compraremos cosas por impulso y de esta forma, podremos observar que el dinero podría tener otro destino.

En muchas ocasiones, cuando las compras impulsivas son repetitivas, esos gastos se podrían haber evitado y en cambio, destinarlos a una cuenta de ahorro, un fondo común o un fondo de emergencia para cubrir imprevistos.

La Nación/GDA.

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