“Ayax en el año 2045, con cien años, será una empresa aún más abierta, más tecnológica, más sostenible, más joven y más conectada con las necesidades del planeta. Pero también, fiel a sus raíces", afirma Curcio, quien lidera una empresa familiar referente en Uruguay, con un fuerte posicionamiento de Toyota y Suzuki.
Sobre el futuro crecimiento del país, expresa que "Uruguay vive una oportunidad histórica" (...); no debemos dormirnos: el futuro no solo premia a los más correctos, sino a los más audaces. Tenemos que pasar del pais modelo al modelo de país”.
Curcio tiene un firme compromiso con la innovación, el desarrollo sostenible y la comunidad. Nació en Montevideo hace 54 años, está casado y tiene tres hijos: Lucca, Camila y Paulina.
A continuación la entrevista con El País.
La empresa Ayax celebra 80 años, un tiempo de aprendizaje, crecimiento y consolidación, de épocas industriales y también de dificultades. ¿Cuál es la reflexión al hacer un alto en el camino recorrido?
—Es una historia de 80 años. Nuestra empresa no es sólo una razón social o una trayectoria económica. Es una construcción colectiva que late y que pulsa con los sueños, los valores y la historia de muchas personas. Son 80 años como testimonio de perseverancia, de principios, valores, familia, cultura y de pasión por hacer las cosas bien. Es estar, en definitiva, al servicio de un bien mayor. Atravesamos las transformaciones más profundas del mundo moderno, incluido conflictos geopolíticos, la pandemia, problemas ambientales... Ayax siempre siguió adelante en todos los gobiernos democráticos, superó la dictadura, así como todos los ciclos económicos del país y las recesiones más duras y largas, como en los años 1982 y 2002.
—¿Qué recuerda de su primer día de trabajo en Ayax?
—En planilla comencé en el año 1992, pero hacía ya un tiempo, desde los 16 años, que estaba cerca de la empresa realizando alguna tarea, inclusive tenía alguna actividad emprendedora paralela con la venta de repuestos. Era muy inquieto y curioso. Siempre quería acompañar y ayudar a mi padre (Don Emilio) en distintas tareas, como cuando llegaba un barco al puerto. Cuando tenía algún problema, él siempre estaba dispuesto a dialogar y yo a ofrecer mi colaboración. Sabía que mi lealtad y el cuidado de mi familia, era entregar mi tiempo a la empresa, que también es la filosofía japonesa. Con mi padre, estuvimos trabajando muchos años juntos.
—La histórica crisis de 2002 lo encontró en la dirección de Ayax con apenas 24 años, junto a la experiencia de su padre. ¿Cómo transcurrió ese tiempo?
—Fueron tiempos de noches largas y decisiones difíciles. Fueron tiempos que nos templaron, nos moldearon y nos hicieron más duros, pero también nos hicieron más humanos. Y salimos adelante con mucho esfuerzo, pero con la estrategia de Toyota: planificación, decisión, ejecución, flexibilidad y, sobre todo, un gran equipo humano. En los buenos momentos y en los otros también, nuestro equipo humano siempre estuvo al lado mío, y la mayoría de ellos aún hoy están en la empresa.
—¿Qué legado recibió de su padre?
—Más de 50 años era la diferencia de edad con mi padre, que siempre me acompañó con su sabiduría. Cuando asumí la dirección de Ayax, con mis 24 años era más inquieto, con grandes desafíos y metas ambiciosas, pero compartía con mi padre los valores de nuestra familia, que son muy parecidos a los de Toyota. El mundo hoy está atravesando grandes desafíos globales, con avances en la era de la inteligencia artificial, las comunicaciones, la robótica, la biotecnología, la nanotecnología. Hay una dinámica intersección de caminos entre dos mundos: el físico y el virtual. Ahora todo cambia mucho más rápido, pero las estrellas que nos guían en nuestro camino, han sido, son y seguirán siendo nuestros valores y nuestras reglas, que se traducen en las profundas raíces del legado familiar impulsado desde nuestro particular estilo de hacer negocios, que se llama Curcio Capital. Si modificamos nuestras reglas, cambiamos nuestra identidad. Los valores de una familia que está detrás de una empresa y de todos aquellos que se ocupan de la actividad deben ser compartidos. Si hay incongruencia de valores y principios, la empresa seguro que no dura 80 años.
—¿Cuál va a ser su legado para sus hijos y las próximas generaciones?
—La línea de vida son los valores, en mi caso es un puente entre un pasado que nos honra y un futuro que nos desafía.
Con serenidad y emoción este año comienza la transición a la nueva generación, mis hijos Lucca, Camila y Paulina. No solo se trata de la empresa, sino de una forma de mirar y entender el mundo, de servir, de generar impacto y de no olvidarse nunca de dónde venimos.
—¿Se imaginó en sus inicios en Ayax la posición de privilegio que ocupan hoy Toyota y Suzuki en el mercado automotor? ¿Cómo se construyó esa fortaleza?
—Toyota es la marca de la industria automotriz más vendida del mundo. Tiene una gama muy grande de productos que se adaptan a todo tipo de necesidades y entornos. Desarrolla vehículos con motorización híbrida, nafta, diésel, 100% eléctricos y a hidrógeno.
Suzuki es una marca que comenzamos a representar desde el año 1980. Cuando asumí la conducción de la compañía, vendía 200 vehículos por año. Hoy, es la marca de vehículos de pasajeros más vendida del país desde hace 10 años.Los vehículos Suzuki se ajustan muy bien al mercado uruguayo. Vende el doble que Toyota, de este modo complementamos y potenciamos nuestro fuerte posicionamiento.
—¿Cómo se refleja esa evolución en los distintos modelos comercializados?
—Toyota Hilux es toda una leyenda en el campo y en el interior de nuestro país; el Corolla es el auto más vendido del mundo, RAV4 es un vehículo extraordinario. Toyota Corolla Cross es todo un éxito: comercializamos mil unidades por año cuando pensábamos que íbamos a vender 500. Ese público es muy leal; Toyota viene renovando año tras año y los uruguayos no se bajan del Corolla.
Suzuki es una marca excelente y vibrante, con varios modelos que hoy también captan las preferencias de los uruguayos. Antes no tenía muchos modelos, pero al instalarse en la India ví la oportunidad de crecimiento en los años 90 y con mi equipo la pusimos en el destacado lugar que ocupa hoy.
—Ayax también fue protagonista en su etapa industrial. ¿Cuáles fueron sus principales hitos?
—Comenzamos fabricando en la planta de Camino Carrasco el Fiat 600 R, el “Fitito” símbolo de toda una época. Más adelante, fabricamos la Hilux, Toyota Corolla, el auto más vendido del mundo, y el Suzuki Forsa. Uruguay fue el segundo país del mundo fuera de Japón en ensamblar la Hilux, que también marca lo aventurero que siempre fue la empresa.
—Toyota es la primera marca que ha desarrollado la tecnología híbrida. ¿Cuándo se presentó el primer modelo híbrido de Toyota en Uruguay?
—Hoy todos hablan de tecnologías limpias. En 1997 Ayax introdujo el primer modelo híbrido en Uruguay: Toyota Prius. Toyota tenía en propiedad la tecnología hasta el año 2020, cuando la libera a todas las marcas. De este modo, se ha generado una economía de escala y acompaña la tendencia de cambio climático.
—¿Cuál es el futuro de la movilidad?
—A veces hay cierta confusión a nivel mundial. Todo nace del calentamiento global, ahora la corriente cambió con la actual presidencia en los Estados Unidos y hay una orientación hacia los combustibles fósiles. Creo que hay que ir a una descarbonización; se habla de “CACE” (vehículos conectados, comunitarios, autónomos y eléctricos). La mejor estrategia de futuro es el “multipasaje” del que hablan Toyota y Volkswagen, esto es tecnología adaptada a cada necesidad y entorno. Están los vehículos 100%eléctricos; los híbridos enchufables; los híbridos que combinan un motor de combustión interna y uno eléctrico; vehículos a nafta, diésel y a hidrógeno. Toyota tiene toda la gama de vehículos.
—Entonces, no aplica la fábula de quién se ha llevado mi queso.
—Viajo bastante a la india y en una de sus ciudades no hay un solo enchufe, pero está lleno de autos (risas). Por lo que hay que adaptarse a las necesidades y a los entornos, esa es la estrategia de futuro. Las ciudades del futuro son las inteligentes, conectadas y sostenibles, porque estamos viviendo la cuarta revolución industrial. La tercera terminó en 2009 con la plataforma digital, la digitalización de la economía y el internet de las cosas. Esta nueva revolución es un encuentro de ciencias, por eso es tan potente. Con la nanotecnología se pueden hacer productos nanoestructurados, con la IA desarrollar fórmulas más potentes, y con la biotecnología se pueden llevar a la práctica para fines más específicos. Es un encuentro de ciencias que la hace muy poderosa ante los cambios que se avecinan. Hacer futurología es imposible. Vienen desafíos muy grandes.
—¿Qué opinión tiene del momento que afronta Uruguay?
—El país vive una oportunidad histórica. Somos un país confiable en un mundo en crisis. Tenemos estabilidad política, vocación de diálogo, talento humano y condiciones excepcionales para la economía verde, la tecnología, la educación de calidad y la inversión sostenible. Pero no debemos dormirnos: el futuro no solo premia a los más correctos, sino a los más audaces. Tenemos que pasar del “país modelo” al “modelo de país”.
—Estamos en la era de la inteligencia artificial. ¿La ciencia ficción se ha transformado en una dura realidad?
—Más que dura, es desafiante. La inteligencia artificial no reemplaza a las personas: reemplaza tareas, pero nos obliga a redefinir nuestras habilidades humanas. El pensamiento crítico, la empatía, la ética, la creatividad y la capacidad de liderar equipos serán más valiosos que nunca. Lo que era ciencia ficción hoy es nuestra nueva normalidad. Y el gran desafío es que el sistema educativo no llegue tarde a esa cita con el futuro.
Las transiciones tecnológicas siempre generan desajustes, pero esta es más veloz que nunca. Tenemos que pensar seriamente en nuevos contratos sociales: cómo protegemos al que queda atrás sin frenar el progreso. La Renta Básica Universal puede ser parte de esa discusión, pero no como subsidio eterno, sino como plataforma de dignidad y reinvención. Lo importante es no mirar para otro lado: el futuro ya está entre nosotros.
—¿Cómo se imagina celebrando los cien años de Ayax en 2045?
—Me los imagino con emoción. No como un punto de llegada, sino como una nueva partida. A los cien años lo que pido es que las nuevas generaciones sigan con nuestro estilo comercial, con nuestros valores de siempre aunque con reglas nuevas. Ayax en 2045 será una empresa aún más abierta, más tecnológica, más sostenible, más joven y más conectada con las necesidades del planeta. Pero también, fiel a sus raíces. Con personas al centro, valores intactos y la misma pasión de siempre. Si mis hijos y quienes los acompañen entienden eso, no solo cumplirán los cien años. Harán que valgan la pena.