Reflexiones sobre el poder y la autoridad: qué dice la tesis doctoral del León XIV escrita a mediados de 1980

Redacción El País
Hace casi 40 años, un estudiante universitario estadounidense en Roma examinaba detenidamente la cuestión de qué significaba ser un líder sabio y eficaz en la Iglesia Católica.

Hoy en día, la tesis doctoral que Robert Prevost presentó a mediados de la década de 1980 constituye una de las visiones más detalladas de la vida intelectual temprana del hombre que se convirtió en el papa León XIV este mes. La publicación es aún más notable porque Prevost no produjo muchos textos públicos, entrevistas ni discursos en los años intermedios.

El texto de 167 páginas está escrito en inglés y se titula El Oficio y la Autoridad del Prior Local en la Orden de San Agustín. Se centra, a menudo de forma muy técnica, en la autoridad de la orden religiosa a la que se unió de joven. También aborda cómo deben funcionar los líderes locales de la orden en la organización y, de forma más amplia, explica la esencia y el propósito del liderazgo en sí.

“En el concepto agustiniano de autoridad no hay cabida para quien busca su propio beneficio y poder sobre los demás”, escribió el futuro Papa en un pasaje. “El ejercicio de la autoridad en cualquier comunidad cristiana exige dejar de lado todo interés propio y dedicarse plenamente al bien de la comunidad”.

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Ese tema ha estado presente a lo largo de su vida y podría indicar cómo aspira a liderar como Papa. Durante la homilía de su misa inaugural en la Plaza de San Pedro, León XIV hizo eco de una idea y un versículo bíblico específico del documento. “Pedro debe pastorear el rebaño sin ceder jamás a la tentación de ser un autócrata, dominando a quienes le han sido confiados”, predicó el domingo.

Escribió en su tesis que “la virtud de la humildad es indispensable para cualquier superior” e hizo referencia al libro del Nuevo Testamento de 1 Pedro: “Sean ejemplos del rebaño, no teniendo señorío sobre los que están a su cargo”.

En una sección sobre “cómo salvaguardar la vida de la comunidad”, Prevost aborda cómo un líder local debe manejar casos disciplinarios graves que involucren a un miembro de la orden, incluidos los delitos sexuales.

Los pontífices anteriores llegaron al cargo con abundantes publicaciones que ofrecen una visión de sus ideas e intereses.

Benedicto XVI, papa de 2005 a 2013, fue un teólogo prolífico y un erudito respetado que se desempeñó durante décadas como director de la principal oficina de doctrina del Vaticano.

Cuando el papa Francisco, predecesor de León XIV, fue elegido, había publicado recientemente una recopilación de sus “reflexiones”, escritas como arzobispo en Buenos Aires.

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León XIV, en cambio, dedicó casi toda su carrera a la Orden de los Agustinos, una orden relativamente pequeña fundada en el siglo XIII. Tras graduarse en la Universidad de Villanova y en la Unión Teológica Católica de Estados Unidos, obtuvo dos títulos en la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino de Roma, incluyendo un doctorado publicado en 1987.

La tesis, que culminó sus estudios en Roma, literalmente acumuló polvo en los estantes de la biblioteca universitaria, como un registro más de los extensos estudios de otro estudiante de posgrado. Solo que este estudiante se convertiría en Papa.

El texto aborda una cuestión práctica, aunque árida: cómo deberían funcionar las órdenes religiosas a la luz de una importante revisión del derecho canónico emitida en 1983, tan solo cuatro años antes de la publicación de la tesis.

Dicha revisión se inició en la década de 1960 y se desarrolló tras el Concilio Vaticano II, que reformó casi todos los aspectos de la relación de la Iglesia con el mundo moderno.

La tesis de Prevost se centra principalmente en asuntos pragmáticos: cuánto tiempo puede un prior permanecer en el cargo, la estructura de los retiros obligatorios e incluso cómo debe anunciar los talleres.

Pero también contiene indicios de cómo podría liderar una iglesia global en la siguiente fase de su larga historia.

Algunos pasajes captan el pensamiento del nuevo Papa, como joven erudito, sobre el liderazgo, la autoridad y algunos de los dilemas más apremiantes de la iglesia.

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En su introducción, Prevost se refiere a la dolorosa lucha que se ha librado desde la década de 1960 y que provocó tanta conmoción en la Iglesia y en el mundo.

Citando al papa Pablo VI, quien dirigió la Iglesia de 1963 a 1978, enfatiza la necesidad de un equilibrio entre los valores del amor y la libertad, y la obediencia y el orden. Una nueva era de personalismo también estaba influyendo en la vida de las órdenes religiosas.

Prevost se preocupaba mucho por la autoridad y su potencial abuso. Toma este tema de san Agustín, citado en numerosas ocasiones en su tesis.

Agustín se preocupaba por el afán humano de dominación y por la necesidad de que líderes e instituciones trabajaran para poner límites al poder descontrolado. Este tema también preocupaba a Francisco, quien advirtió que “donde hay dominación, hay abuso”, específicamente en el trato a las mujeres.

Prevost enfatiza repetidamente que la autoridad debe ser un servicio, no una oportunidad para controlar.

Citando nuevamente a Agustín, señala que la autoridad en la vida religiosa no es un fin en sí misma. En la orden, la función de un líder es ayudar a los miembros de la comunidad a vivir en armonía, guiándolos a través de posibles dificultades y conflictos, y escuchar, dialogar y respetar el talento y la inteligencia de todos. La verdadera autoridad, escribe, requiere confianza y humildad.

El acto de escuchar es un principio agustiniano, tanto para escuchar a Dios como para escucharnos unos a otros. Une a la comunidad, en la cual el prior, como líder de la comunidad, desempeña un papel clave.

Esta “teología de la escucha” estuvo presente cuando León XIV se dirigió al mundo por primera vez desde el balcón de San Pedro tras su elección. Hizo un llamado a una “iglesia sinodal”, haciendo referencia al proceso de escucha y diálogo entre líderes eclesiásticos y laicos que Francisco priorizó y que se espera que el nuevo papa impulse.

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Otro tema recurrente es la importancia de las relaciones personales para suavizar los inevitables desafíos de la vida comunitaria, incluyendo los conflictos entre las autoridades y sus líderes.

Prevost enfatiza que una autoridad “colegial” y accesible puede abordar con mayor facilidad las dificultades en la comunidad. Pero también escribe que, si bien tanto la autoridad como la obediencia tienen dimensiones comunitarias, “en última instancia, también debe haber una persona que conserve la autoridad para tomar decisiones y guiar la vida del religioso”.

Casi al final, aclara que el rol del prior va más allá de las reglas y los aspectos prácticos. Para Prevost, la administración y la espiritualidad están entrelazadas. Desde joven, demostró excelentes habilidades administrativas, desde auditar las finanzas de su anuario escolar hasta labrarse una reputación como líder competente en la curia. En el Vaticano, los cardenales ya hablan sobre cómo podría aplicar esas habilidades para reformar la burocracia. The New York Times - (Autores: Ruth Graham, Elizabeth Dias y Jason Horowitz)